Capitulo 11.2

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____ sacó la cabeza por la puerta.

—¡Jason! —Gritó a su sobrino de catorce años—. ¡Dejad de hacer el idiota!

—Vale —gruñó el chico. La mujer volvió a meter la cabeza, aunque seguía vigilándolo. Lo adoraba, pero no olvidaba que era solo un crío, con la energía y torpeza de comienzos de la primera parte de la adolescencia. Su sobrina, Paige, se quedaba dentro con ella, donde había aire acondicionado, pero habían ido también dos amigos de Jason y los tres hacían el payaso en el muelle. ____ suponía que alguno caería al agua en cualquier momento.

—¡Qué tontos son! —exclamó Paige con todo el desdén de sus trece años. Su tía sonrió.

—Mejorarán con la edad.

—Más vale —comentó la chica. Volvió a la novela de amor que leía sentada en la mecedora.

Era una chica guapa, morena como su padre y con una estructura ósea fina que mejoraría con la edad. Jason era más extrovertido.

Un barco se acercó a los surtidores. ___- salió a atender a los clientes, dos parejas jóvenes que, a juzgar por sus quemaduras, debían llevar mucho tiempo en el agua. Cuando se marcharon, miró el sol en el cielo sin nubes. No había ninguna posibilidad de que la lluvia refrescara el ambiente.

Aunque solo llevaba unos minutos fuera, sentía ya el pelo pegado a la nuca. ¿Cómo podían estar los chicos fuera y tener además energía para hacer el tonto?

Al entrar de nuevo en la tienda se detuvo, cegada momentáneamente por el paso del exterior

al interior. Paige charlaba con alguien, un hombre al que ___ tardó un momento en reconocer.

Respiró hondo.

—Señor Malik.

—Hola —su mirada verde bajó por las piernas de ella, desnudas bajo el pantalón corto. La mirada la puso incómoda y pasó detrás del mostrador para marcar la venta del gasoil y dejar el dinero en la caja.

—¿Qué desea? —preguntó sin mirarlo. Sabía que Paige los observaba abiertamente, alertada quizá por el modo reservado en que su tía trataba a aquel cliente.

—He traído mi barco —dijo Robert—. ¿Tiene sitio libre para dejarlo aquí?

—Por supuesto —los negocios eran los negocios. Abrió un cajón y sacó un contrato de alquiler—. Rellene esto y le enseñaré un lugar. ¿El otro día vio alguno que le gustara más que otro?

El hombre miró el papel que tenía en la mano.

—No. Cualquiera servirá —repuso con aire ausente mientras leía el contrato—. ¿Hay una copia extra? —preguntó, reacio a firmar algo de lo que no conservara copia.

La mujer se encogió de hombros y sacó otro contrato, tomó el que sostenía él y colocó una hoja de papel carbón entre los dos. Grapó todo junto y se lo devolvió. Zayn rellenó el papel,

dando su nombre, su dirección y el tiempo que pensaba alquilar el sitio. Firmó y le devolvió los papeles antes de sacar la cartera y depositar una tarjeta de crédito en el mostrador.

___ seguía sin mirarlo, por lo que él la contempló a placer. En los tres días que hacía que no la veía, había decidido que no podía ser tan encantadora como le pareció a él. Se equivocaba.

Desde que llegó al puerto y la vio sirviendo gasoil, sentía una tensión en sus partes que apenas lo dejaba respirar. Seguía siendo tan sensual como una diosa pagana, y él la quería para sí.

Había hecho mucho en esos tres días. Había visitado a Mercer, comprado un barco, un coche y una casa al lado del río. Tardaron dos días en entregarle el barco, pero de la casa tomó posesión antes, y se había instalado ya la tarde anterior. El agente inmobiliario no se había recuperado

todavía de la rapidez con que hacía tratos. Pero Zayn no estaba habituado a perder tiempo. En un tiempo récord consiguió que le pusieran gas y electricidad, terminó los papeleos, contrató un servicio de limpieza que limpiara a fondo la casa y compró muebles nuevos. También

había puesto otro plan en marcha, un plan que haría caer en la trampa a ___ Shaw y Landon Mercer.

___ le tendió en silencio el recibo de la tarjeta de crédito para que lo firmara. El hombre así lo hizo antes de devolvérselo. En ese momento se oyeron gritos fuera.

Zayn miró por la ventana y vio a varios adolescentes empujándose en el muelle.

—Disculpe —dijo ___; fue a abrir la puerta.

—Ahora se la han ganado —comentó Paige con evidente satisfacción; se puso de rodillas en la mecedora.

Cuando la mujer llegaba a la puerta, Jason empujó riendo a uno de sus amigos, que le devolvió el empujón con creces. Jason ya se había girado y el gesto lo impulsó hacia adelante; sus zapatillas resbalaron en un lugar húmedo peligrosamente, cerca del borde del muelle. Movió los brazos cómicamente al intentar recuperar el equilibrio, pero los pies cedieron bajo él y cayó al agua.

—¡Jason!

Estaba demasiado cerca del muelle. ____ salió corriendo con el corazón en la garganta. Oyó el ruido espantoso de su cabeza al chocar con el borde. Su cuerpo delgado quedó inmóvil en el aire y medio segundo después cayó al agua y se hundió de inmediato.

Amando a una mujer ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora