Capítulo 16: Distrito 8

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Nuestros ojos se acomodan a la oscuridad interior, rota por los fragmentados rayos solares que entran por las separaciones de las tablas, atravesando el vagón de lado a lado. Me dejo caer entremedio de unos sacos de papas, sintiéndome uno también. Estoy agotada. Mis aliados no tardan en imitarme, igual de cansados. Gale se sienta y estira sus piernas todo lo largas que son, soltando un gruñido o quejido, no me queda claro. 

- ¿Molido, encanto? -le pregunta Johanna y Gale asiente.

-  ¿Quién no?... Estuvimos horas aplastados con verduras -declaro yo.

- Demasiadas, ahora olemos a ensalada... hueles a lechuga, Finnick... y tú a tomate, bonito -agrega Johanna olfateando, sentada entre ambos chicos.

- ¿Y a qué huelo yo? -pregunto por curiosidad, sentada al lado de Odair.

- Hueles a Catnip -contesta rápido Gale desde el otro extremo, antes que Johanna responda o me olfatee, y los dos nos reímos tontamente.

Mason y Odair no entienden el chiste y les explicamos por qué Gale me apodó Catnip. Estar charlando tonterías evita que mi mente empiece a divagar, pero pronto nos quedamos sin más tema, en silencio. Fingimos descansar, aunque sabemos que cada uno piensa en su objetivo. Finnick hace nudos con un trozo de cuerda, Johanna acuchilla una papa como si fuera Snow, Gale relee las últimas páginas del diario de Madge y unas lágrimas asoman en sus ojos grises. Mi perla, la perla que me regaló Peeta, rueda por una tabla inclinada del suelo, la detengo con mi mano y la vuelvo a poner frente a mí haciéndola rodar otra vez.

- ¿Ustedes creen que ese tal Boggs es de fiar? nos interroga Finnick al cabo de un rato, estirando su cuerda por cada extremo.

- Yo no confío en nadie del 13 - declara Johanna.

- ¿Quién dijo que vamos a reportarnos con él? -pregunto yo mirando a todos-. Esta misión es nuestra y de nadie más... Coin no nos apoya en esto.

- Exacto... y ese Boggs es uno de los hombres de Coin; siempre estaba en las reuniones de alto mando, mientras ustedes seguían internados recuperándose en el hospital -explica Gale.

Luego nos quedamos otra vez en silencio, interrumpido sólo por el traqueteo del tren sobre un puente. Inconscientemente, Finnick y yo nos levantamos para mirar el paisaje por la ventana... hasta que caemos en cuenta que vamos en un vagón de carga sin ventanas. "¿Qué acaso creyeron que vamos en un tren de lujo como cuando fuimos tributos?", se mofa Johanna, claro, ella no sufrió conmoción cerebral. Una vez más, saco la perla y la contemplo, pensando en Peeta, mi chico del pan del que me enamoré poco a poco sin darme cuenta... hasta que se me hizo patente que podía perderlo para siempre en el Vasallaje. "¿Dónde estás y qué te han hecho?... Resiste, mi amor, resiste..." pienso y me repito en mi cabeza, tragándome mis lágrimas. Ya he derramado suficientes y no quiero que Johanna siga pensando que soy una debilucha.

Gale cierra y guarda el diario, saca un cuchillo del cinto y revisa las flechas artesanales para afilar las que se rompieron o mellaron al cazar gransos, conejos y ardillas en nuestro viaje. Cada uno se fabricó un arco con una rama joven y flexible, escogimos aparte otras ramas más firmes y rectas para afilarlas como flechas. Gale las examina como si fueran lo más interesante de su vida o tuvieran algo especial y luego las vuelve a afilar con cara muy concentrada; lo que en realidad quiere es mantener la mente ocupada para no pensar en Madge. Lo sé porque yo me estoy desquiciando de tanto pensar en Peeta y cómo sacarlo del Capitolio. Finnick no ha parado de hacer nudos, no sé cómo no se le ha desecho la cuerda en los dedos. Johanna ha hecho picadillo la papa y toma otra de un saco. Finnick ahora bosteza y se acomoda en el suelo semi tumbado en el suelo apoyándose en los sacos anunciando que se va a dormir una siesta. La verdad, yo estoy cabeceando y luchando por mantener los ojos abiertos. "Bueno, creo que nos toca hacer la guardia..." escucho a Gale decirle a Johanna, antes que se me cierren los párpados por completo.

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora