Capítulo 24: Rescate II

852 72 14
                                    


"Voy por Peeta... las quiero".

"Madge me necesita, uds. ya están a salvo".

Esas fueron las breves palabras que les dejamos Gale y yo a nuestros familiares y que encontrarán al despertar mañana. Finnick fue más romántico y, aparte de la nota, le escribió un poema a Annie; se disculpó por dejarla pero le aseguró que volverá y que recurra a Haymitch o a Prim si se siente confundida, que tome las pastillas para sus crisis y que no falte a sus sesiones de terapia con los médicos de la cabeza. 

El viaje es largo por lo que escuchamos en la reunión, desde nuestro escondite en los ductos. Seis horas en tren, donde viaja el grueso de la tropa, y cuatro en aerodeslizador... por lo que decidimos descansar de manera unánime. Necesitamos estar descansados y alertas para cuando lleguemos al 2 y tendremos que bajar sin que nos noten en lo posible. No queremos que pase lo mismo que en el 8 cuando nos obligaron a bajar del tren y unirnos al campamento rebelde asentado ahí. No queremos que Coin nos siga reteniendo con excusas. Ya no. Nos acomodamos para dormir en el duro suelo de metal y nos cubrimos con las mismas lonas que tapaban las cajas. Si alguien viene a inspeccionar, sólo encontrará cuatro bultos dispersos por los costados de la zona de carga. Levanto un poco el borde de mi lona y me encuentro con los ojos grises de Gale, hecho un largo bulto casi enfrente de mí, vigilante igual que yo. Espero que ninguno de los cuatro empiece a roncar o estamos fritos. Los aerodeslizadores tienen motores bastante silenciosos, por eso nunca los escuchas desde tierra, acá dentro, como imagino que estamos cerca de las turbinas, sólo se siente un suave ronroneo casi hipnotizante y, al igual que la primera noche en el tren rumbo al Capitolio, dejo que el monótono ruido me adormezca poco a poco.

- Katniss, despierta, creo que estamos llegando -escucho a Finnick remecerme.

- Sí, estamos descendiendo -afirma Gale mientras yo bostezo.

- ¡Despierta de una buena vez, descerebrada! -recibo un ligero puntapié en mi trasero y no tengo que mirar para saber que esa fue Johanna.

- Sinsajo dormilón -me acusa Finnick con su índice, sonriente- ¡Por fin despiertas!

- ¿Qué me perdí? -pregunto en voz baja como los demás.

- Nada todavía, Catnip... estamos descendiendo en las afueras del 2 -explica Gale. 

La nave aterriza con increíble suavidad, como si se posara en algodón en vez de tierra firme... todavía no me puedo creer que el 13 y el Capitolio tengan a disposición tanta tecnología y dejaran a los otros distritos sumidos en la pobreza y el atraso total. No tenemos hospitales ni doctores en los distritos, ni siquiera enfermeros; tampoco ninguna clase de vehículo, solo disponemos de nuestras piernas y de vez en cuando una carreta para movilizarnos. Hasta una ducha o tener una nevera son cosas restringidas para los ciudadanos más pobres.

Los soldados que tripulaban el aerodeslizador bajan comentando que pedirán ayuda a otros para bajar las cajas, que pesan mucho, y dejan la rampa abierta. Es la oportunidad de salir sin ser detectados. 

- ¿Y qué pasa si nos descubren, eh? En cualquier minuto se darán cuenta si nos infiltramos entre la tropa... nos identificarán... somos los rostros estrellas de la rebelión -pregunta un dudoso Finnick. 

- Si vamos por nuestra cuenta nos descubrirán igual, tarde o temprano, no tenemos mucha elección- señala Gale-. Si nos mezclamos con la tropa, nos reconocerán...  y si nos apartamos de los pelotones, cuatro soldados avanzando solos, sin comandante, en medio de los túneles, llamaremos de inmediato la atención.

- Si nos descubren, fue idea de Coin. Ella nos envió en una misión especial -digo con firmeza, zanjando el asunto.

- Y esa misión sería... -Johanna y los demás me miran interrogantes.

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora