Capítulo 40: La Ejecución

855 42 27
                                    


Amanece. Hoy es el día de la ejecución. Finalmente.

Supongo que me dormí después de hablar con Snow. Despierto en mi cuarto y descubro que me han traído mi traje de Sinsajo y mi arco, pero no el carcaj ni las flechas. Imagino que me las entregarán a último minuto para evitar que haga alguna tontería, por mi depresión post-traumática y mi estado de desorientación mental, como sostiene el doctor Aurelius.

Una sirviente me trae desayuno pero no me habla, poco después aparece Effie Trinket. Insiste que me tome las medicinas y el desayuno; que nos espera un gran, gran, gran día por delante. Noto que no hay pastillas de morfina, hoy no me quieren bajo el efecto de las drogas, pero sí hay analgésicos para mis músculos aun doloridos.


- ¿Qué es esto? -pregunto señalando un vaso con un jugo anaranjado. 


Pero no es jugo de naranjas, es otro sabor, es como una combinación de frutas, más dulce, más artificial.


- Es una bebida energética. Quieren que estés alerta y lúcida.

- ¿Y Phoebe? -pregunto mientras bebo el líquido. No está mal.

- Se quedará aquí, con los sirvientes, no llevarías una niña a una ejecución, ¿no? -Entonces Effie se da cuenta que he hablado. Me mira con una mezcla de asombro y alivio.- Me alegra volver a oírte hablar.

- Me refería a si encontraron a su familia. -Effie menea la cabeza.

- Delly y la gente de la oficina de Ubicación de Familiares Perdidos dicen que es como encontrar una aguja en un pajar. Phoebe no sabe su apellido ni recuerda otros familiares -suspira Effie-. Tiene tres años apenas. Pobre pequeña.

- ¿Hay más... como Phoebe? -me atrevo a preguntar.

- Muchos. Miles. La rebelión dejó muchos huérfanos. En los distritos es igual -suspira Effie otra vez.


Me sorprende lo hambrienta que estoy, tras varios días inapetente. Cuando me percato, veo que he dejado sólo migas en la bandeja. Mientras desayunaba una sirvienta, la misma de antes, entra a prepararme el baño, sin decir palabra de nuevo. Quizás sea una avox. Haymitch entra a la habitación con un asomo de sonrisa, me ha escuchado hablando con Effie. Está borracho... y bastante.


- ¡Miren eso, el Sinsajo ha encontrado su voz! Plutarch va a estar encantado -exclama-. ¿Qué tal, preciosa?

-¿Qué te importa? -le bufo, con una mirada de enfado, no sé bien por qué, pero me revienta que me trate de "preciosa", como antes.

- Tienes tanto encanto como una babosa muerta, ¿sabías? No sé cómo Peeta se enamoró de ti -me suelta con su típico sarcasmo... que mencione a Peeta me hace más daño todavía y lo miro resoplando aire, con una mirada asesina-. La verdad, no vengo por ti, cielito, sino por ti.- Effie abre los ojos, curiosa.- Cierta niñita pregunta por tía Effie... después de negarme a jugar a las tacitas y decirme que apesto...

- Bueno, un baño no les vendría mal a ambos -concede Effie con diplomacia-. Prepárense y estén listos. Vendré a buscarte en un rato, cuando te hayan dejado lista. Creo que ya llegaron -me indica.


Quiero preguntar por qué no puedo prepararme sola y quiénes vienen a arreglarme, pero ya veo salir las espaldas de Effie y de Haymitch por la puerta. Voy a la bañera. Es profunda, con tres escalones para llegar al fondo. Me sumerjo en el agua caliente y me siento, con la espuma hasta el cuello, esperando a que las medicinas hagan efecto. Me concentro en la rosa, que abrió sus pétalos durante la noche e impregna el aire húmedo con su intenso perfume. Pienso en todo lo que Snow me dijo anoche y antes por la tarde. Mientras con él hicimos un acuerdo de no mentirnos, Coin intentó ocultar a toda costa mi embarazo y luego la pérdida, que ni yo lo supiera, para que cumpliera el rol que me tenía asignado a regañadientes. Porque ella quería a Peeta. Fue la primera en determinar que tenía mis objetivos propios, que no confiaba en ella, que era reacia a colaborar y en marcarme como una amenaza para su poder. 

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora