Capítulo 28: Prisionera

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- Señor Presidente, misión cumplida -dice Peeta, con voz fría-. Tengo los planos y la información solicitada.

- La misión estará cumplida en cuanto los tenga en mi poder, soldado Mellark -escucho decir a Snow.

Peeta sostiene ahora un aparato para comunicarse, es como una pizarra negra y portátil, como del grosor de un azulejo pero rectangular. La sacó del bolsillo trasero de su pantalón como si hubiera estado ahí todo el tiempo, me pregunto cómo Peeta ocultó la inyección paralizante y este dispositivo para hablar, sin que fueran detectados. En cuanto me dejó paralizada, tomó el aparato y encendió un botón, se escuchó un leve zumbido y la pantalla se iluminó con una luz suficiente para ver su expresión fría y distante. No veo a Snow pero escucho su voz. Le indica a Peeta que abandone las instalaciones antes que sean destruidas (¿¿??) y que se reúna con sus hombres en el punto acordado. Le consulta si ha despertado sospechas y él contesta que todo salió de acuerdo a lo planeado. De repente, me aterra darme cuenta que estoy totalmente a merced de este Peeta desconocido, no es mi chico del pan... porque Snow le ha lavado el cerebro y lo ha hecho pasarse a su lado oscuro. 

- Déjame hablar con ella -pide Snow.

Peeta gira la pantalla hacia mí y ahora estoy enfrentado los ojos de la serpiente.

- Mi querida señorita Everdeen, ¿cómo se encuentra? Imagino que... ¿paralizada de la sorpresa? -se mofa disfrutando la situación. 

"Es inútil tratar de hablar o moverse, nuestra nueva arma paralizante deja a la víctima petrificada como estatua por veinticuatro horas... puede sentir y ver todo lo que ocurre alrededor, pero no puede hacer nada. Absolutamente nada. No se preocupe por su madre y hermana, cuando destruyamos ese nido de ratas, ni siquiera sabrán qué las mató, al igual que el resto de la gente del 13, les lanzaremos gas narcotizante por la ventilación y cuando estallen las bombas, apenas se darán cuenta. No soy tan malo después de todo. El distrito 13 será definitivamente eliminado esta vez y su absurda rebelión también. Y en parte, gracias a usted.

Peeta Mellark ahora es mi peón en este ajedrez, mi pieza en este juego de jugadas y contrajugadas, señorita Everdeen. Ahora, él obedece mis órdenes. Hice que mis mejores cirujanos le pusieran un implante cerebral, un micro chip... que sólo yo puedo controlar. Brillante, ¿no? La idea era enviarlo como un pobre refugiado buscando asilo... pero usted y sus amigos me ahorraron el trabajo viniendo por él hasta el Capitolio. En cuanto tenga la información que mi esclavo me traerá, será su fin... el fin del Sinsajo y todos sus aliados rebeldes. Morirá aplastada bajo tierra dentro de cuarenta y ocho horas. O tal vez, la deje vivir para que observe cómo destruyo el 13, igual como destruí el 12, y luego la mantenga cautiva contemplando el bombardeo y después la encierre con los cadáveres... hasta que muera enloqueciendo lentamente".

Aunque no puedo moverme, me recorre un escalofrío de angustia y miedo salvaje. Dejarme vivir para ver cómo mueren los demás es algo tan bárbaro que sólo a Snow se le puede ocurrir idea semejante. Quiero gritar o patalear pero no puedo, intento moverme pero estoy petrificada. Tiesa. Aterrada. Inmóvil.

- Señor Presidente, ¿alguna orden más que cumplir? -le consulta Peeta.

- Tráemela... para que venga a hacerle compañía a su amiga Johanna Mason.

No, no puede ser, esa rata asquerosa de Snow tiene prisionera a Johanna. Me pregunto si la habrán capturado del mismo modo... porque ella no se habría dejado atrapar tan fácil. Un nuevo terror me acecha, que Peeta me lleve en este estado, para entregarme a Snow. Para que haga lo que quiera conmigo y Johanna. Miro a Peeta, suplicándole con la mirada que no lo haga, que recuerde que él me ama... pero este es otro Peeta Mellark, no es el chico tierno y dulce del que me enamoré yo. Snow lo controla como marioneta. Le ha lavado el cerebro y lo ha convertido en su esclavo personal, su lacayo. ¿Cómo no lo vi venir? ¿cómo no nos dimos cuenta? Pienso todo esto mientras Peeta me sube a sus brazos y me lleva como si yo fuera un tronco, porque así me siento, y miro, quizás por última vez a mi adorada hermanita y a mi madre. Duermen sin saber lo que les espera ni que estoy siendo secuestrada. 

Sinsajo HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora