Capitulo 9

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Capitulo 9

Julio 7, 2007

Hoy Julia cumplía sus dos meses y estaba tan hermosa y grande que nos tenía a todos comiendo de sus pequeñas manos. Yo la cuidaba por las tardes y Ana se escabullía para alimentar a su pequeña bebe en la noche. Los entrenamientos de Ana no daban los resultados que Victoria y mi madre esperaban. Ana no rendía al cien por ciento como todos esperábamos. A ella se le veía triste, presionada e incluso enojada. No era para menos, dado a toda la situación con mi madre y la furia de los patrocinadores al saber de Julia.

El escándalo de Julia había perjudicado a Ana seriamente en los medios, y su campaña se vio afectada. Pero ella sabía que todo valía la pena al ver la dulce cara de su hija.

Por mi parte, había regresado a la facultad exitosamente y había adelantado los dos semestres que perdí. Los profesores estaban asombrados de mi dedicación y mis altas calificaciones, pero últimamente estaba muy distraída y trasnochada. Entre los cuidados de Julia, la responsabilidad de la casa, más los exámenes que se acercaban. Estaba cansada, a veces de mal humor, y no había pisado la cocina en mucho tiempo. Todo estaba de cabeza, pero extrañamente en la casa había una felicidad renovada.

Eva trataba a la bebe de forma cordial. La cargaba de vez en cuando, o le daba de comer, pero luego se olvidaba de ella y volvía a introducirse en el mundo de Ana. Ahora, presionaba más a mi hermana, y la hacía entrenar mucho más. Lo que mi madre ignoraba, es que Ana no era una maquina creada solo para jugar. Ahora sus prioridades habían cambiado, y el tenis ya no estaba en primer lugar.

Ese día, era el primer juego de Ana en un torneo internacional. Yo estaba muy nerviosa, y para colmo, a Julia le había dado fiebre. Eso había dejado a Ana desorientada y deprimida por no poder quedarse con su hija y darle los cuidados que necesitaba. Yo le asegure que Julia estaría bien, pero sabía que era difícil.

Roger, Manuel, mi Abue, Julia y yo, estábamos sentadas frente al plasma viendo el primer saque de Ana. A ella se le veía desconcentrada, pero su técnica seguía siendo perfecta, pero se movía muy lento, y sus reflejos no eran los mismos. El comentarista solo agregaba mas sal a la herida, y cuando por fin el juego termino, Ana se dejo caer en el suelo de arcilla, envuelta en un llanto desgarrador.

Mi pobre hermana ya no era la misma. Y nadie se daba cuenta de que la Ana perfecta, la hija modelo, se había ido. A mí no me importaba si ella había perdido, había muchos torneos por venir, pero para ella era una gran decepción. Y no quería saber lo que le dirá mi madre. Y menos su entrenadora, Victoria. Eso la destrozaría. Apenas termino la transmisión, coloque a Julia en los brazos de mi abuela y llame a Ana. Me mando directo a buzón de voz.

-¿Ana respondió?- pregunto Manuel, visiblemente preocupado.

-No.

La pobre estaría sufriendo, y no la ayudaría que mi madre y Victoria estuviesen en su contra, y además, que no quisieran a Julia cerca de Ana.

-Ana va a estar devastada... y con todo el asunto de la fiebre de Julia...- dije, y me senté, frustrada y triste.

-Manu, querida, tú tienes que motivar a tu hermana a que siga adelante a pesar de esto. Ella ya ha tenido bastante estos meses, además de que la loca de mi hija no ayuda...

-Tu Abue tiene razón, Manuela. A penas Ana llegue a casa, hay que llenarla de ánimo y fuerza. No estar aquí llorando, no...- Roger se sentó a mi lado y me abrazo- Si nosotros estamos tristes, ella se sentirá peor, así que vamos a animarnos y a hacerle una gran comida.

Y así fue. Todos fuimos a la cocina, y cada uno se encargó de una tarea. Manuel picaba las verduras, mi Abue hacia un caldo, Roger me ayudaba a hacer la pasta y Julia nos miraba a todos maravillada con sus hermosos ojos azules, iguales a los de su madre. Después de dos horas, teníamos una lasaña, caldo de gallina (especialidad de la abuela) y una tarta de manzana. Además, a la pequeña Julia le había bajado la fiebre.

Yo solo esperaba que Ana se animara con todo lo que estábamos haciendo por ella.

Cuando todos oímos la puerta, la tensión se encendió en la sala de estar. Yo tenía a Julia en mis brazos, para que fuese lo primero que Ana viera.

Cuando vi a mi hermana, no la reconocí. Su rostro estaba tan apagado, sus ojos ya no parecían sus ojos y estaba tan pálida y pequeñita...

Esa no era mi Ana.

Su expresión cambio en cuanto vio a su pequeña y sin saludar a nadie, tomo a su hija y la apretó con fervor contra su pecho. Ese era su mejor consuelo.

Cuando Eva entro, nos dio una mirada gélida y se fue a su recamara sin decir una palabra. El silencio se hacía ensordecedor, así que decidí hablar primero.

-Te hicimos la cena.- susurre, algo asustada de su reacción.

-Pues genial, porque me muero de hambre... ¿verdad que sí, mi linda niña? Ven con mama, ven con mama...

Creo que la sensación de alivio fue general. Todos empezamos a hablar, y a bromear, en un también casi feliz. En la cena, fue todo risas y charla. Hacía tiempo que no nos divertíamos tanto. Después de la cena, la abuela tuvo que despedirse pues tenía que tomar el autobús hacia su pueblo, que quedaba a pocas horas de Puerto Alegre. Nos dio un gran abrazo a todos, y se fue.

Mi madre bajo poco después. Se avecinaba la tormenta y todos los sabíamos.

-Pero que lindo, Ana. Tu saliendo de ese partido horrible y celebrando luego, como si todo estuviese bien- ella se acerco a Ana, que sostenía a su hija contra su pecho.- ¿Es que no lo entiendes, Ana? Tu carrera está en juego por la estúpida decisión de traer a esta niña. Ella está arruinando todo por lo que has trabajado... todo lo que he hecho... todo el dinero que he gastado... ¿Te das cuenta de que tu futuro se ve opacado por Julia? Ella ya tenía una familia... una casa...

-¡Basta, madre!- grito ella, haciendo llorar a Julia- Manuela, carga a Julia.

Tome a la bebe en mis brazos y la arrulle.

-¡Muérdete la lengua antes de hablar así de mi hija! ¡No soy la hija perfecta, no puedo ganar siempre, no puedo ser tu vida! ¡Mi hija no tiene nada que ver con mi carrera, y ella si tenía una madre, y soy yo! ¡Yo le doy amor y cariño, todo lo que a ti te falta!

-¿Cómo te atreves a decir eso, Ana? Claro que ese bebe te está dañando la vida...

-Eva, es suficiente- dijo Manuel.

-No te atrevas a meterte en esto, Manuel. Esto es entre mi hija y yo.

-Pues resulta que estas casada conmigo desde que tus dos hijas eran pequeñitas, y las vi convertirse en dos mujeres talentosas y hermosas. Ana solo perdió un partido y no es culpa de la pequeña. Este tema queda cancelado. Vamos todos a dormir.

Ana subió primero, furiosa. Yo la seguí con Julia casi dormida en mis brazos. Ana no entro en su cuarto, como yo esperaba. Ella abrió la puerta del mío y entro.

Todavía el cuarto de Julia aun no estaba listo, por lo que habíamos instalado su cuna en mi habitación. Ana se paseaba por la alcoba envuelta en sollozos desgarradores.

-Ana, cariño...

-No digas nada, Manu. No ahora.

Deje que se desahogara. No era el mejor momento para consolarla, así que solo me encargue de Julia, colocándola en la cuna. Después de un rato, Ana se sentó en mi cama.

-No lo comprendo, Manu. No comprendo que es lo que quiere mi madre. Ya no puedo más. Doy todo lo que tengo en el entrenamiento, pero es que no puedo concentrarme. En mi mente siempre esta Julia, los patrocinadores... lo que quiere mi madre, lo que quiere Victoria. Estoy harta. No puedo cuidar de mi hija, solo la he sacado un par de veces, no duermo con ella, porque tengo que descansar para los partidos... No puedo más, Manuela. Ya no puedo soportar tener a mi hija pero a la vez no tenerla. Estoy encerrada en el juego de mi madre, y no puedo salir de él.

Mi pobre hermana. Ana estaba sufriendo profundamente. Y nada podía hacer para consolarla. Nada más que estar allí para ella.

La abrace contra mi pecho y deje que llorara toda la noche.

Creo que desde ese momento nuestras vidas cambiaron para siempre.

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