Capitulo

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Capitulo 3

Agosto 25, 2006.

Oí a Ana vomitar, mientras yo me pasaba las manos por el rostro. Eran más o menos las dos de la madrugada y Ana se había sentido mal toda la noche, había decidido buscarme a mí, pues sabía hacer una sopa de pollo que levantaría a un muerto, pero Ana simplemente no soportaba el olor. Desde hacía varios días, se encontraba mala del estomago y apenas comía, lo que bajaba su rendimiento en las canchas, y sus patrocinadores estaban decepcionados. Además, su campana se había detenido y eso había desatado una gran pelea con mi madre.

Ahora la pobre salía pálida del baño, limpiándose la boca con un pañuelo. 

-Hay, cariño, ven aquí- le dije y la guie hacia su cama. Estaba pálida y seguro no se podía mantener en pie.- Es mejor que te acuestes, tengas unas horas de sueño y mañana, bien temprano, yo misma te llevo a ver un doctor. 

Ana se puso aun mas pálida, pareciendo casi transparente.

-Tú no puedes hacer eso, Manu. Yo... estoy bien. De verdad... es solo... solo un mal estomacal.

Mi rostro se descompuso. Claro que no era un simple virus. Ana no era enfermiza, eran pocas las veces que había caído en cama. Y solo iba a ver al doctor por exámenes de rutina, que le exigía su entrenadora, Victoria. 

-Ana, es necesario. Jamás te había visto en este estado. No pareces tu misma.- me senté a su lado- yo... ya no se qué hacer. Solo te quiero de vuelta, quiero de vuelta a la Ana que conozco.

Sus ojos, sus preciosos ojos azules se llenaron de lágrimas. No me gustaba ver a Ana llorar. 

-Yo sé lo que me pasa, Manuela.- mascullo.

-¿Que es Ana?

-Estoy embarazada- su voz era solo un pequeño susurro en la oscuridad. 

Mi mente se quedo en blanco, no pensaba en nada. Solo estaba Ana... y ese pequeño que está en su vientre. Todo era surrealista, todo se volvió confuso, todo se volvió una gran bola destructora de sus sueños, de los sueños de mi madre y de forma casi cruel, su carrera se veía opacada. 

-Ana- masculle.- eso… ¿Que vas a hacer?

Ella soltó un sollozo, un sollozo desgarrador. 

-No lo sé, no lo sé, Manuela.- se limpio la nariz- Yo solo se jugar, y no podre hacerlo por tanto tiempo. Y mis patrocinadores, ¿qué van a decir? Yo... mi madre, ella no soportara saber de este bebe. Y yo... yo... no sé si quiero que este bebe nazca. 

Eso me golpeo aun más fuerte. Esa criatura no tenía la culpa de los errores que Ana había cometido. Ese bebe debía nacer. 

-Ana, ni pienses en eso. La criatura no tiene la culpa de... bueno, del error que cometiste. El no pidió estar allí.

Ana no podía estar más pálida.

Su mano se fue a su vientre, de forma automática.

-Yo... Manuela, ¿qué le diré a mi madre?

-La verdad, cariño- la atraje a mi pecho y ella soltó otro sollozo espantoso.

Poco después, se durmió. Yo me quede a su lado,  viéndola. Ella era tan joven... a pesar de tener los 20. A penas estaba en la primavera de su juventud, de su carrera. Ella quería ser más que una estrella del tenis en Puerto Alegre, ella quería ser una estrella mundial, llegar a los grandes torneos y jugar con las estrellas destacadas del tenis.

No sé a qué hora me dormí, pero la oscuridad vino a mi, con sueños terroríficos sobre Ana y su hijo.

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Agosto 26, 2006

A las siete, ya estaba levantada. Cuando tenía alguna preocupación, cocinaba postres sin parar. Y ahora, metía en el horno unos pastelillos de bananas con chocolate. Todavía estaba en pijama y no me había cepillado los dientes. Me veía fatal y la palidez cubría mi rostro concentrado en la cobertura. Manuel entro a la cocina, duchado, afeitado y con su corbata sin anudar.

-Buenos días, Manu. ¿Sábado de postres?- dijo mientras se sentaba en la moderna encimera de la cocina.

Me reí, y busque la manga. Debía de tener alguna por allí...

-Bueno, ya sabes que ya no tengo tiempo en la semana. ¿Te apetece el desayuno o puedes esperar para comer unos pastelillos de banana?

-La pregunta me ofende, querida. Claro que espero por tus pastelillos.- nos reímos juntos- y a ver si le das uno a Eva... que hoy esta de mal humor. 

Me reí aun más alto, y coloque la cobertura en la manga. Los pastelillos estuvieron listos 35 minutos después, los enfrié y le coloque la cobertura con cuidado. Todavía mis pesadillas me daban vueltas en la cabeza. 

Había mucha agua, y estaba Ana... allí... solitaria, ahogándose... y veía a una preciosa niña, encerrada en un auto, sin poder salir. 

Todo eso se repetía una y otra vez, como una película. Mi madre y Roger aparecieron poco después, con su frialdad habitual entre ellos. Mama se enfrasco en una conversación con su marido, mientras Roger y yo hablábamos de la facultad. Tenía listo al menos cincuenta pastelillos, que Roger devoro en una sentada. Supuse que Ana aun estaba en la cama y me decidí hacerle un desayuno ligero, que no le diese nauseas. 

En aquel momento, no sabía que significaba esa criatura en nuestras vidas. Que significaban mis sueños o lo que sucedió después. 

Yo no era consiente aun que mi hermana y yo, en algún punto, tendría que romperse. Ana estaba tan cerca de mi corazón, que yo no había pensado en perderla. No había aprendido como estar sin ella. 

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Se que no he publicado en un tiempo, pero espero que disfruten de este capitulo. Y dejo una foto de Ana

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