Prologo

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   Marzo 2, 1993.

Ese día era importante para mi. Había una gran fiesta en casa, llena de regalos e inmensos pasteles. No sucedía eso cuando yo cumplía años, pero no me quejaba de eso, pues por encima de todo el rechazo de mi madre hacia mi, yo amaba a mi hermana. La adoraba con mi vida y eso era algo que mi madre no nos podía quitar. Ana cumplía seis años y era mi modelo a seguir. Aunque tenia claro que ella era mucho mas talentosa que yo, y mas alta, y mas bella. Eramos tan unidas que nosotros no podíamos dormir separadas, y me emocionaba su cumpleaños. Era todo un día para nosotras, para jugar, comer y bailar.

Un día donde no me importaba realmente si mi madre no me miraba, o me ignoraba como si no fuese nada mas que un jarrón de la casa. Ese día, la protagonista, era ella.

Las rosas de nuestro jardín brillaban de varios colores mientras corríamos riendo, cantando... solo eramos niñas disfrutando de un hermoso día de cumpleaños para mi hermana. Ana adoraba su cumpleaños y no era para menos. Aunque siempre recibía las atenciones de mi madre, ella no las disfrutaba y yo lo sabia, aun siendo nada mas que una pequeña. Ella solía compartir su ropa conmigo, me llevaba a los parques, o se acordaba de mi en los Centros Comerciales. Mama me dejaba sola y era ella quien me rescataba. Quizás por eso la amaba tanto, por haberme dado lo que siempre quise y nunca tuve. Por haberme dado el amor que me faltaba, aunque siempre me preguntaba porque mi madre prefería a Ana en vez de a mi. Aun hoy, no logro comprender, como ella solo se preocupo por una de sus hijas y dejo a la otra a su suerte. 

Como en todos los cumpleaños de Ana, venían muchos niños y venia mi Abue. Yo amaba tanto a mi Abue como a Ana. Ella me cuidaba cuando mi mama y Ana  se iba a algún viaje a un país exótico, o cuando Ana tenia clases de tenis.  No podía hacer nada para que me llevaran con ella, mama se imponia y me dejaba con Abue, en su pequeña casa al sur del Estado. Abue me traía siempre un vestido nuevo, o un dulce. Y yo era feliz, en medio del rechazo de mi madre, en medio de las peleas y enfrentamientos entre familia, me sentía feliz y plena. Ese era el amor al que estaba acostumbrada, al amor a medias. 

Recuerdo porque ese cumpleaños se convirtió en el punto de quiebre entre mi relación con mama. 

Fue por la caída. 

No fue culpa de nadie que yo resbalara desde lo alto de las escaleras de la entrada para recibir a mi Abue. No fue culpa de nadie que se me abriese la cabeza y que mi pierna tuviese una lesión severa. Lo que le hizo a mi madre gastar la pequeña fortuna que teníamos gracias a la fatídica muerte de mi padre, en un accidente. Aprendí, que la vida tenia que seguir, que no importaba que todo lo poco que mi madre me quería se hubiese esfumado, tenia que seguir de pie, luchando.Allí fue, donde mi hermana, estuvo allí para mi. Me sostuvo en cada caída de la fisioterapia, me ayudo a crecer y a madurar.

Allí aprendimos la primera lección para entender que la vida sigue.

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HOLA LECTORAS, AQUI LES DEJO UNA NUEVA HISTORIA Y ESPERO QIUE LES GUSTE

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