Capítulo 3: Helada.

428 42 6
                                    

Entre en la cocina cuidadosamente y vi a Yukiko sentado en una silla de la mesa, cabizbajo y algo deprimido.

-Yuk... Yukiko? - dije un poco adormilada.

-Eh? Ah, lo siento, te he despertado? - dijo levantando la mirada.

-No, da igual, no puedes dormir? - dije sentando me a su lado.

-N...no, no puedo. - dijo suspirando.

-Pero, es porque no estas cómodo, porque si quieres te dejo mi cama... - dije algo preocupada.

-No, no es eso. - dijo con un poco de vergüenza.

Los dos nos quedamos unos minutos en silencio, algo incómodos. Yo no paraba de pensar si había sido demasiada molesta, o si había sido malo decirle que se quedara a dormir. De pronto, mientras yo estaba concentrada pensando, comencé a tiritar de frio y eso me incomodo un poco.

-Has abierto alguna ventana? - dije frotando me las manos.

-No, creo que esta todas cerradas. - dijo mirando a su alrededor.

-Será cosa mía. - dije suspirando.

Segundos después Yukiko se giro hacia mi y me miró fijamente con preocupación. El me cojio de la mano cuidadosamente y de pronto comencé a sentir más frío en ella. Al fijarme bien, mi mano pálida, comenzó a teñirse de un colo azulado muy claro que rodeaba la mano de Yukiko.

-Qu... que ocurre? - dije algo asustada.

Yukiko me soltó la mano y volvió poco a poco al color original de mi piel. Anonadada, no entendía muy bien lo que estaba ocurriendo y eso me hacía que mis pensamientos se libran.

-Nunca has sentido, que no puedes tocar a alguien, por miedo a hacer algo que la dañaría? - dijo después de unos segundos más de silencio.

-Po... porque dices eso? - dije aun más extrañada.

-Miyuki... - dijo mirándome fijamente.

-Si? - dije algo preocupada.

Sus ojos brillantes del color del cielo, no se desviaban ni un momento de los míos. No sabia como reaccionar, no sabia que hacer, no sabia que decir, no sabia...

-Miyuki, tengo que irme. - dijo bajado la mirada.

-Qué? No te puedes ir ahora, la ventisca ya esta comenzando. - dije preocupada.

-Necesito, irme. - dijo suspirando.

-Pe... pero, te volverás a perder... y... - dije inquieta.

-No, no puedo estar más cerca talla. - dijo levantándose de la silla.

-Qué, he... he dicho algo malo, te he molestado? - dije un poco sorprendida.

-Adiós... - dijo saliendo de la cocina.

-Espera, si te vas a ir... Quedate al menos con esto. - dije comiendo una cosas de uno de los cajones.

Me dirigí a el y le di un gran jersey de color negro, que tenia un dibujo de un garito mu adorable en el centro. El se vio bastante sorprendido y se lo puso por encima con delicadeza. Al ver que se lo ponía de inmediato, me sonroje un poco y mire hacia otro lado. Después de esto el abrió la puerta de la casa despacio y me miró una última vez de reojo. Cerró la puerta impidiendo que saliera para decirle que se quedara, lo que me hizo desanimar me bastante. Estuve esperando sentada al lado de la puerta con la esperanza de que volviera ya que me preocupaba bastante que le pasara algo. "Se habrá ido por mi culpa?" Pensaba desconcertada suspirando. Me levante del suelo a los 20 minutos de esperar y después de apagar las luces, subí a mi habitación y me acurruque en mi cama bastante deprimida. Me tapé con una gran manta y calidamente cerré los ojos y me dormí.
Me desperté algo molesta por uno de los rayos de sol que se colaba por una de las ventanas de la habitación. Me levante de un salto y después de asearme baje a desayunar rápidamente al escuchar a mi barriga rugir.

-Ah... siempre se me olvida comprar la leche cuando voy al pueblo... - dije suspirando.

Vagamente me vestí con ropa de abrigo, cojio mi cartera y me fui rápidamente de casa. Comencé a seguir el pequeño sendero que se dirigía a pueblo. Este se fundía poco a poco con la blanquecina nieve, lo que costaba diferenciarlo.
El pueblo estaba a unos 15 minutos caminando. El era bastante pequeño porque las casas suelen estar dispersadas por toda la gran montaña Fujushi. Siempre iba los lunes a comprar pero con lo torpe que soy, siempre solía olvidarse me la leche.
Mirar al cielo, siempre me relajaba y me hacía sentir como el dulce y frío viento ondeaba mi cabello largo y rubio con delicadeza.
Estábamos en temporada de tormentas y ventiscas de nieve, ya que el aire provenía del norte, la parte más fría de esta zona. Yo ya estaba acostumbrada igual que todo el pueblo, por eso me extraño bastante que Yukiko no supiera quitar la nieve de su casa.
Minutos después, llegue al pueblo algo cansada pero animada para poder desayunar pronto. Normalmente, no suele pasear mucha gente por el pueblo recién salido el sol, por vagueria y por el frío que hace a esas horas.
Entre bostezando en la única tienda del pueblo que vendía de todo y los abastecía a todos.

-Ah... Hola Miyuki. - dijo alegremente la propietaria.

-Hola, Tika, buenos días. - dije sonriente.

-La leche otra vez? - pregunto nada sorprendía.

-Si... - dije un poco avergonzada.

-Vale, espera, que los paquetes están dentro. Yukiko! Saca los paquetes de leche entera. - dijo gritando escandalosamente.

-Yu... kiko? - dije susurrando extrañada.

CONTINUARÁ EN EL CAPÍTULO 4.

Cuerpo Helado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora