Capítulo 2: "El niño de al frente"

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Unos meses antes de que Anabel conociera a Armin, andaba en un carro del año de camino a su nuevo hogar, sus padres no eran ricos pero si estaban bien posicionados, su papá es un hombre prominente en su trabajo y su madre es una creativa arquitecta, eran una familia acaudalada. Anabel no quería mudarse por no abandonar sus viejas amistades, aquellas que por tanto tiempo le tomó en ganar a consecuencia de su timidez, pero no tenía más opción, ya habían decidido, a pesar de que sus padres eran buenas personas, deseaban que su hija tuviera lo mejor con las mejores atenciones, más sin embargo percibía que su opinión no valía mucho para ellos, menospreciándola por ser una niña.

En su mente paseaban los recuerdos de sus viejas amigas como una película, aquellos recuerdos le profundizaban el dolor, sus ojos se pusieron vidriosos mientras observaba a sus padres distraídos en su conversación, la idea de empezar una vida nueva le era algo excitante mas sin embargo no se voltean en lo más mínimo para ver cómo estaba, eso le molestaba mucho pero al mismo tiempo se sentía avergonzada, intentando de convencerse de que es una egoísta por pensar así de sus padres, cada pensamiento se le transformaban en alguna emoción que la incomodaba. Está tan agobiada que por un momento pensó «Como desearía a ver nacido sin emociones, así, no sufriría por nada»

Anabel continua ensimismada en sus recuerdos, viendo como las calles se paseaban antes sus ojos hasta que escucha «Ya llegamos» sale del vehículo y nota de izquierda a derecha que es una urbanización de categoría alta con casas de dos pisos con un jardín esplendoroso como si fuera de revista, le daba la bienvenida a sus nuevos residentes, es un lugar muy bonito para vivir, lo peculiar es que no se ve a mucha gente caminando por las calles cosa que acostumbraba ver ya que vivía cerca de una avenida transitada. su madre abre la puerta siendo la primera en entrar mientras que su padre saca algunas cajas del maletero, adentro se nota lo muy espacioso que es —¿Qué te parece?— pregunta su padre mientras recorría el recibidor con los ojos hasta ver a la niña —Es grande— responde a secas como si fuera algo de que lamentar, enseguida su padre es interrumpido por la llamada en su celular —Halo, ha ok, si ya estamos aquí ¿por dónde vienen ustedes?, entiendo, bueno, pasen por la Av...— sale a la calle hablando.

Anabel sube por unas escaleras que se extendía a lado izquierdo del recibidor encontrándose con su mamá que revisaba cada habitación, ella le dice —Hija tu habitación es la que está a la izquierda—señala

—Ok mamá— responde sin perder de vista la puerta de su dormitorio.

Entra a su nuevo cuarto, es más grande que el de su vieja casa con un pequeño balcón al final, la luz del sol se extendía a través de sus ventanas hasta tocar su nueva cama que era tan blanca como la nieve al igual que el resto del cuarto, eso la hizo sentir mejor y quería descubrir la vista de su nuevo balcón. Era impresionante, se podía contemplar en todo su esplendor el cielo azul y su acariciante brisa, los verdes y frondoso árboles, el exuberante jardín con pequeñas flores violetas, escucha el sonidos de los pajaritos anidando en las ramas de un árbol pero enseguida divisa con curiosidad a un niño de piel pálida en la casa de al frente, sentado leyendo un libro en su patio, nota que su cabello es muy claro, tanto que pareciera brillar con la luz del sol, de repente se acerca un hombre y ella deduce que es su padre. Pero se ven tan diferente como una gota de agua y pintura, enseguida nota que esa persona no se ve tan amigable, regaña al niño tan fuerte que parte de su voz llega hasta su balcón, ella se asusta ya que no está acostumbrada a ver reacciones como esas, se aleja entrando al interior de su cuarto, escucha unos azotes, esos que se oyen como si fuera con un látigo, eran muy fuertes, se pone más nerviosa, sin embargo no escucha gritos ni lloriqueo solo la voz de aquel hombre molesto, Anabel es una niña muy curiosa y dicha curiosidad es más fuerte que sus nervios—¿Porque no llora?, ¿acaso no le duele?—se preguntaba, regresa al balcón y cuando llega ya no había nadie, se extraña pero se alivia un poco, escucha que su madre le llama, baja a la sala a recoger su maleta aún guardando su curiosidad.

Sin EmocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora