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Como de costumbre Leo me abre la puerta del coche y yo entro en silencio. Mientras él lo rodea para entrar, yo lo observo. ¿Qué puedo decir para romper el hielo?
Él se sienta y enciende el aire acondicionado, yo me estremezco. A decir verdad la noche esta fresca y mi top violeta sin mangas no me ayuda mucho. Si Leo me lleva con este frío hasta mi casa, terminaré como un témpano de hielo.

-¿Qué es tan gracioso?- pregunta mirándome un instante.

-Nada, ¿Podrías bajarle al frío? Por favor- añado.

-Wao, pero si tienes modales. Deberías cargar con una chaqueta, te lo he dicho miles de veces- le baja solo un poco, busca en la parte de atrás y me pasa una suya.

Como he decidido crear un ambiente sano y de paz, respiro profundo, la tomo en mis manos y me la pongo.

-¿Te reías hace un rato del comentario de Carla, sobre lo angelicales que somos?- pregunta divertido. Haciéndome sonreír también.

-Si, sabía que estabas pensando que de ángeles no tenemos nada, pero ella tiene que preocuparse por los dos pequeños diablillos que tiene por hijos.

-Creo que debieron aprender algo de ti, aunque el asqueroso sapo en el retrete es toda una hazaña.

-¿De ?, pero si yo soy inocente- me carcajeó igual que él.

-Si, porque no han podido agarrarte. ¿Recuerdas la vez que pusiste salsa picante en el shampoo de Jane y resulto ser de la profesora de gimnasia?- se ríe.

-¿Cómo olvidarlo? Tu cara valía oro cuando la profesora y el director entraron a la clase buscando al culpable.

-Claro, si yo guardaba tu estúpida botella de jalapeño- se queja.

-De ti nunca sospecharían. Ni siquiera te revisaron la mochila. ¿ recuerdas cuándo le tiramos bolas de lodo al coche de la madre de Brandon y su padre nos persiguió como por cinco cuadras?

Candidato al primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora