10-¿Te atreves?

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¿Por qué?

¿Por qué tuvo que hacer eso?

Era pequeño, ingenuo, no sabía el daño que podía causar una acción o palabra. ¿Es eso excusa suficiente para haber reaccionado así?

Es una niña, muy dulce, con rizado cabello negro y lindos ojos café. Le entrega una flor roja, él la mira.

Su hermano mayor, que no debe haber llegado a la adolescencia siquiera, le muestra una sonrisa burlona y le hace ver que, si la acepta, parecerán una linda parejita. Pero él era pequeño y no dudó en lanzar la flor al piso, en pisotearla y hacer llorar a la niña, quien fue consolada por Peter.

¿Por qué lo hizo? ¿podría ser porque a esa edad ya tenía preferencia por los niños?

Y después vino su mamá, diciéndole que no debe lastimar a las niñas, que son sensibles, y su papá riendo, asegurando que simplemente no le había gustado esa niña y encontraría a otra.

Se equivocó, como todos; él no encontraría a otra, nunca, porque no quería.

Abre sus ojos y se los talla, había soñado con el día en que Emily le había dado aquella flor.

Una textura bajo su cuerpo le hace cosquillas; también siente algo bajo su cabeza, muy distinto a su almohada o al colchón de su cama, y busca descubrir en qué se quedó dormido.

Mueve un poco su cabeza y lo ve. Sebastián duerme sentado en el césped, con la espalda recostada en el tronco del árbol y su cabeza un poco ladeada a la derecha, su regazo es lo que el rubio ha usado para recostar su cabeza.

Gabriel sabe que debería levantarse y despertarlo para que vuelvan a la casa porque es de noche y están en el lago del terreno, deben estar preocupados en su casa ya que fueron a buscarlo en el instituto y no ha llegado, además podría suponer que su papá le espera con un enorme sermón y considera la posibilidad de un castigo; sí, sabe todo eso, y lo único que hace es verle el rostro que, con la luz de la luna y los efectos de Morfeo, se ha vuelto tan pacífico, tan dulce, con una inocencia impropia en el Sebastián usual.

Se pregunta qué pasa por su mente en ese momento, si tiene un sueño agradable, si hay una chica que no sale de su cabeza.

Cierra sus ojos y suspira, algo dentro de sí se inquieta al verlo dormido. Vuelve a abrirlos, y lo ve, de nuevo; se levanta con lentitud y mueve un poco su cuerpo para intentar que despierte.

Parece ser que es muy suave y no lo siente, entonces comienza a decir su nombre y moverlo más rápido.

Sebastián no despierta.

El rubio se pregunta si tendrá el sueño tan pesado, si nada de lo que pueda hacer lo despertará.

El recuerdo borroso de un beso pasa por su mente, debió estar muy ebrio. Él recordaba haber despertado en su cama con un dolor de cabeza insoportable y nada, no había recordado nada más hasta ese momento.

Lleno de curiosidad, acerca su rostro al de él. La respiración del chico es tan lenta, a diferencia de la suya que comienza a acelerarse por los nervios, y sus labios son una línea recta, tentadora a cualquier beso.

Algo, quién sabe qué, le impulsaba a probar sus labios, a recordar lo que había sentido esa noche cuando lo besó. Quería conocer el roce de alguien que tenía tanta experiencia como él.

Se da el lujo de rozar sus labios con los de él, teniendo sumo cuidado, temiendo que despierte y lo odie por haberse aprovechado de la situación.

Sus mejillas se tornan rojas y quiere huir, muerto de la vergüenza, en el momento en que lo ve abrir sólo un poco sus ojos. Que sorpresa se llevó al descubrir que Sebastián estaba despierto, después de todo, y mayor fue la que se llevó al sentir una mano en su nuca, jugando con su cabello, y otra en la parte baja de su espalda que lo mantuvieron cerca para que no fuera un beso de simple roce.

Siendo tan inocente, tan nuevo en todo lo referente a relaciones, se dejó guiar por sus labios carnosos y suaves que tanto afecto le transmitían en sus besos. Porque, tal vez, si fuera posible que Sebastián fingiera el cariño y lo demostrara en sus besos.

La sola idea le causa dolor en el pecho, una tristeza que no ha conocido antes.

Pero los besos que le da, prolongados y seguidos, no dejan que lo piense demasiado y, para cuando comienza a despertar de su trance, se encuentra entre el césped y el cuerpo del muchacho.

Una vez que se detiene, él puede respirar con normalidad, o eso intenta.

Sebastián se acerca una última vez, dejando su rostro junto al de él, y susurra:

-Vuelve a besarme y te prometo hacer mucho más que esto.

Quizás era una amenaza. Quizás intentaba advertirle para no herirlo.

Quizás debía escucharlo.

Para Gabriel, eso fue una invitación a que sus brazos rodearan su cuello, sus manos jugaran con su cabello y sus labios se juntaran de nuevo, dando inicio a lo que lo atormentaría por mucho tiempo.

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora