-Tengo sueño -le susurra.
Su chico inocente se acurruca en su pecho, él se pregunta por qué se lo permite.Abre los ojos y pasa sus manos por su rostro, intentando despertarse por completo.
Se pone algo de ropa y sale de la habitación, los pasillos están oscuros pero eso no le impide moverse hasta llegar a la planta baja, donde está la cocina. Sebastián saca algo de comer del refrigerador y vuelve a subir.
En el pasillo, ve a una joven saliendo de una habitación.
Él la mira con una ceja alzada mientras Emily pasa por su lado, en pijama, sosteniendo un libro y un cuaderno. Ella había estado en la habitación de Gabriel hasta altas horas de la noche, al parecer.
Sebastián siente algo de curiosidad y camina hasta la puerta de la habitación de él, la toca pero no oye respuesta y pasa. Al abrir la puerta, puede oír el sonido de la batería que Gabriel toca con tanta desesperación.
El muchacho lo mira con sus ojos abiertos como platos y le pide que cierre la puerta; en cuanto lo hace, él sigue tocando con tanto esmero como antes de que entrase.
-¿Cómo es que no se oye fuera? Es demasiado ruido -pregunta, sentándose en su cama.
Gabriel baja la intensidad del ruido para poder conversar con él sin tener que detenerse del todo.
-Tengo paredes a prueba de sonido para no causarle molestias a papá -contesta.
-¿Podría pasar lo que sea aquí y nadie lo oiría?
El rubio se encoje de hombros.
-No todo, pero la mayoría de los sonidos no se escuchan.
-Podrías traer a quien sea aquí y no lo haces, que desperdicio -comenta.
-No necesito que haya alguien más aquí.
-Vi a Emily salir -dice, después de una breve pausa.
Gabriel deja de tocar y suspira, se levanta y le pasa unas páginas con ejercicios de física.
-Ella es genial en todo lo que no tenga relación con los números -explica.
Sebastián se recuesta en la cama, acomodándose con la almohada bajo su cabeza, y se concentra en los ejercicios resueltos por dos personas.
-Yo solía ser el mejor en esto -le confiesa, haciendo que el rubio alce una de sus cejas-. ¡Es la verdad! Me gradúe de bachillerato a los quince, fui el mejor de mi clase.
-¿Qué estudias?
Sebastián frunce el ceño. El rubio vuelve a sentarse y toca algo con ritmo pero lo más suave posible.
-Un genio como tú, ¿qué está estudiando en la universidad? -refórmula su pregunta.
Algo similar a la tristeza pasa por sus ojos miel, pero él no deja que el rubio lo note.
-He desperdiciado los últimos años de mi vida -dice levantándose, intentando encontrar en el bolsillo de su pantalón su caja de cigarrillos y el mechero-. Perseguía un sueño absurdo -agrega al encontrarlos.
-Mi mamá decía que ningún sueño es absurdo.
Sebastián saca un cigarro y se lo muestra a Gabriel, él no emite queja alguna, dándole a entender que puede fumar en la habitación. El muchacho se levanta y va hacia la ventana, donde se inclina para fumar con tranquilidad.
-Quería hacer música -confiesa y suelta una risa tan seca, tan triste, antes de que el cigarro vuelva a sus labios.
El sonido de la batería cesa.
-¿Y qué pasó?
-Fui un tonto -asegura.
Sebastián se da la vuelta y encuentra los ojos azules que le observan con curiosidad mientras da una última calada al cigarrillo y lo tira a la basura, asegurándose de que este apagado. Cierra la ventana y se recuesta en la pared, fingiendo indiferencia.
-¿Nunca habías visto a alguien fumar o qué? -pregunta, sin pensar que el rubio negaría con su cabeza-. ¿Estás bromeando? -y vuelve a negar.
-¿Es algo normal en los muchachos de otros lugares? -pregunta con tanta inocencia.
-De cualquier lugar, rubio -asegura, la última palabra causa que él pase su mano por su cabello con un rostro de vergüenza.
Sebastián vuelve a la cama, el chico se sienta a su lado con una consola portátil.
-Carla dijo que estabas en un... -su frase se ve interrumpida por la persona que abre la puerta.
La mujer rubia luce asombrada unos segundos, pero se compone y sonríe. Carla habla con su hermano de algunos asuntos sin importancia y luego se dirige a Sebastián, pidiéndole que la acompañe.
-Gabriel cumple dieciocho años mañana -comenta una vez que ambos salieron de la habitación.
-¿Quieres que lo felicite o le consiga a una chica? -ante la propuesta, Carla siente deseos de darle una bofetada.
-Quiero que lo acompañes -él alza una de sus cejas-, papá no lo dejará hacer nada, yo organicé una cena pero quiero que él salga de esta casa, tú puedes hacer que pase.
Sebastián sonríe.
-Quieres que lleve a tu hermanito a un prostíbulo -dice sonriendo, sólo para irritar a la mujer frente a él.
-¡¿No puedes pensar en otra cosa distinta a follar?!
Él se encoje de hombros.
-Son los lugares que frecuento -contesta y ve la expresión de enojo de ella-. En mi defensa, las chicas me invitan -añade.
Carla pasa una mano por su rostro, intentando contener su instinto asesino.
-Sólo llévalo lejos y haz que se divierta, no quiero que este aquí antes de la tres de la madrugada.
-Entendido, jefa -dice, haciendo la señal de los militares.
Si ella supiera todo lo que podría hacer para que se divierta, piensa él, y una sonrisa burlona se pretende formar en su rostro
*Notita
Bueeeeno...no tengo nada que comentar, puedo decirles que mi computadora me odia pero eso no les interesa así que :v
El próximo capítulo será el domingo, posiblemente...
Nos leemos luego~ :3
ESTÁS LEYENDO
Atormentado [AYOA#1]
RomanceUna sonrisa. Un guiño. Se acerca a la ventana del auto y habla con el conductor, luego entra al vehículo. Unos jadeos. Movimientos malditamente perfectos, ensayados muchas veces antes. Se queda quieto entre sus brazos, mientras lo ve dormirse...