19-Descanso, I

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-¡Con cuidado! -exclama, pero sus risas lo incitan a continuar.

Sebastián cierra sus ojos y suspira. Gabriel, que está recostado sobre su cuerpo y con sus brazos rodeándole, lo observa con una sonrisa.

Había pasado poco menos de cuatro meses desde que Carla se fue y él dejó la casa Sousa, cuatro meses de los cuales se veían al menos una vez por semana y habían estado saliendo durante tres de ellos.

O algo así.

Sebastián solía revolverle el cabello y decirle que lo quería, mientras que Gabriel se limitaba a sonreír y decirle que también lo quería. No habían dicho palabras más comprometedoras que ésas.

Gabriel deja un beso en sus labios y ríe.

-Se hace tarde, ¿no crees? -comenta, abriendo sus ojos, fijándolos en el azul del otro. Estaban en aquel lugar en medio del terreno, junto a la laguna, sintiendo una brisa helada que va de un lado a otro.

-Deben ser como las seis de la tarde -contesta con algo de tristeza, agachando la cabeza-. ¿Debes trabajar temprano hoy?

-Sabes que si no voy, no tengo paga -le dice, poniendo su mano en la barbilla de él para levantarle la cabeza.

-No me gusta que tengas un trabajo en la noche, debes descansar muy poco.

Él le sonríe y acaricia su mejilla.

Sebastián había considerado encontrar un empleo real, incluso lo estaba buscando, pero le faltaba muy poco dinero para conseguir lo que necesitaba. No podía rendirse en ese momento.

El rubio se sienta en el césped y deja que su novio-no-oficial haga lo mismo, aunque cuando Gabriel estaba por levantarse, él lo vuelve a rodear con sus brazos para tirar de él hacía sí y dejarlo sobre su regazo.

-¿Te parece si tenemos una cita nocturna? -susurra junto a su oído, haciéndolo estremecer.

-Yo...y...no...-comienza a decir con el rostro rojo y muy nervioso. Sebastián ríe.

-Me refería a salir, rubio -aclara, tranquilizándole-. Puedo invitarte a tomar algo, si prometes no excederte como la última vez.

-Sólo fue una vez...

-No, me refiero a la otra. La semana pasada, cuando estuviste a punto de terminar dentro de una camión de basura -le recuerda.

Gabriel le muestra una sonrisa torpe, intentando no pensar en ésa noche, estando ebrio y gritando "¡Sebastián! ¡sálvame!"

Kiara, la yegua que ya habían olvidado que estaba a unos metros de ellos, da tres pisadas fuertes al césped, avisándoles que llega alguien.

-Me voy, nos vemos a las once en Krille -dice, antes de darle un beso en los labios y dejarlo en el césped, para levantarse e irse por otro camino.

Para cuando los dos caballos han llegado, Gabriel está recostado contra el tronco del árbol, donde había estado Sebastián, fingiendo que juega en su consola.

-Es hora de la cena -avisa Peter.

-¿Para eso vinieron? -pregunta él sin mucho interés.

-Has pasado mucho tiempo aquí, eso es todo -dice Emily, antes que Peter haga que el caballo comience a moverse, llevándoselos a los dos.

-Cuando quieras fingir, recuerda asegurarte de que la consola este encendida -comenta Luisana, que va sobre el caballo de Carla.

Gabriel le sonríe con nerviosismo antes de levantarse e ir por Kiara.

-Mañana viajaremos, ¿te dijeron? -pregunta, una vez que ha subido a su yegua.

-Escuché algo sobre eso -contesta, los dos comienzan a cabalgar manteniéndose algunos metros tras el caballo en el cual va la pareja.

-Los tortolitos irán, Carla viene así que yo también voy. Creí que te gustaría invitar a tu novio.

-No tenía pensando ir...-comienza a decir-. ¡Y no es mi novio!-agrega. Ella ríe.

-Sólo dile-contesta.

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La enfermera de turno le dedica una mirada melancólica, como si le estuviese advirtiendo que cavó su propia tumba. Él la ignora y camina por el pasillo blanco, siguiendo las instrucciones que le había dado.

Al estar en presencia de un hombre alto, vestido de negro, con el ceño fruncido, duda un poco; pero necesitaba hacerlo, lo necesitaba más que nada, así que sacó de su bolsillo la billetera y de ahí un fajo de billetes que le entregó esperando que no fuese demasiado tarde.

Era la fecha límite. Él suspira con alivio al saber que había cumplido.

El hombre le hace una seña avisando que puede abrir la puerta y entrar, pero sin hacer ruido alguno.

-Tienes dos minutos -avisa, cruzándose de brazos.

Él asiente y entra a la habitación.

Aún dormía, eso lo hizo sentirse mejor ya que, al despertar, no sabría de nada malo, de nada de lo que había estado haciendo por ésa persona.

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Krille sigue siendo un lugar extraño para él. Pero estará con Sebastián, y eso es suficiente para estar feliz.

Él se sienta junto a la barra y pide un trago cualquiera mientras su mirada se pasa por el lugar en busca de unos ojos miel. Y los encuentra.

Sebastián camina hacia él y deja un fugaz beso en sus labios, tan rápido que seguramente nadie lo notó, se sienta y pide un trago.

-Parece que te fue bien -comenta él con algo de nerviosismo.

-¡Más que eso!-asegura, sonriendo.

Mientras tomaban, Gabriel le contó acerca de la idea de Luisana y él aceptó. Se irían al día siguiente pero, en ese momento, debían aprovechar la noche que tenían para ellos.

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora