33-Invitaciones

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-Somos amigos -dice y ríe.

Rood se revuelve el cabello con desesperación, el rubio reconoce aquel gesto y le muestra una media sonrisa.

-No sabía que los amigos hicieran eso en Corllin. Supongo que llevo mucho tiempo lejos, con mi hermano Fran -comenta-. Tal vez...no sé, tal vez lo conozcas.

-¿Fran? -pregunta.

-Francisco, es huérfano así que su apellido...

-Entiendo, es sólo que no sé quién es -asegura-. Corllin es una ciudad bastante grande y no puedo conocerlos a todos.

El joven se preguntó si aquel no era el muchacho, si no era ese Gabriel. Al fin y al cabo, el amigo con derecho de Héctor no podía ser la misma razón de la sonrisa de Sebastián.

Pero había algo en él, en la manera en que le miraba tal vez, en como sus ojos intentaban mostrar lo que reflejaba la sonrisa de sus labios y sólo terminaban siendo un abismo azul. Había algo que le decía que su interior estaba tan vacío como el de él, que había sido tan miserable como Sebastián.

-Melanie me dijo que no eras muy agradable con los desconocidos, creo que se equivocó -comenta.

-Soy desconfiado -explica y se encoje de hombros-. Considerando que casi te vi asfixiarte durante el ataque de epilepsia, creo que no eres un completo desconocido -dicho eso, sonríe-, aunque todavía no sé tu nombre.

Él abre su boca para contestar pero la cierra de inmediato, ¿era buena idea decirle? ¿o era mejor mentirle?

El sonido de unos tacones hacen que ambos se giren y se encuentren a una Emily iracunda con un Sebastián que se ríe a su lado.

Todo rastro de emoción se desapareció del rostro del rubio, su sonrisa, su mirada vacía, todo, dejando sólo un rostro inexpresivo en su lugar.

-Maldición -fue lo que escapó de los labios de Emily al hallar la mirada azul que le observaba con insistencia.

-¿Emily? ¿qué es esto? ¿qué pasa? -pregunta en voz baja, mirándola de la misma manera en que alguien miraría a quien le ha traicionado.

-Puedo explicarlo, no es...

-Es Sebastián -dice. La sola mención de la palabra dejó a la vista unos ojos melancólicos que pretendían fingir desinterés.

Pero Gabriel era el tipo de chico que no sabía fingir, no después de conocerlo a él.

Él se levanta del escalón en el cual estuvieron sentados y da algunos pasos hacía atrás, alejándose de ellos. Rood se levanta y se acerca al rubio, quien lo mira con el ceño fruncido.

-¿Por qué está aquí? -pide saber.

-Él volvió -explica ella, dando pasos lentos hacía él-, está aquí para in...-y, antes de que pueda decir algo más, el rubio toma la manga de la chaqueta de Rood y se va corriendo, junto al joven.

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-Disculpa eso.

-Está bien, fue mi ejercicio del día -contesta, sentándose para recuperar el oxígeno tras haber corrido hasta el establo del terreno.

Gabriel se sienta a su lado y ambos contemplan a los caballos en silencio durante un largo rato.

-¿Por qué huir de él?

-¿Qué? -pregunta, parpadeando rápidamente, había estado tan perdido en sus pensamientos que aquello le pareció sólo un susurro en la lejanía.

-¿Por qué huir? -repitió-. De ese muchacho, ¿cómo le llamaste? ¿Sebastián?

-Es complicado. Te lo contaré algún día -contesta y se encoje de hombros-. No me has dicho tu nombre.

-Rodrigo a secas.

-Gabriel Sousa -se presenta, extendiendo su mano hacía él. Rood no duda en estrecharla.

-Bien, Rodri, ¿alguna vez has cabalgado?

-La verdad es que no -le responde con una media sonrisa.

-¿Y no te gustaría intentarlo? -pregunta, levantándose, y le extiende su mano para ayudarlo.

-Me encantaría -afirma, tomando su mano para levantarse.

-Rodrigo -le dice.
-Es inútil -asegura el otro.
-Rodrigo -repite.
Pero el pequeño niño que debía rondar los dos años no decía ninguna palabra.
-Te lo dije, ese niño no habla -afirmó el de ojos verde olivo.
-Fa -pronunció y el rostro del pequeño de ojos miel se iluminó.
-Bien, sigue así -pidió.
-Fa...Fr...Fra...-intentaba decir.
-¿Qué? ¿qué quieres decir?
-Fran...-susurra y sonríe, extendiendo sus manos hacía él-, ¡Fran!
-Me llamó, ¡me llamó! -exclama con alegría, alzándolo-, ¿lo oíste, Héctor?
-Sí, , pero todavía no dice su nombre -se queja él con el ceño fruncido.
-Di "Rodrigo", vamos, Rodr...
-¡Rood! -dijo, sonriéndole.
-Eso es un comienzo.
-No seas tan malo -dice, sonriéndole al niño-. Rood está bien, así te diremos.
El niño rió antes de recostar su cabeza en el hombro de él, quien lo seguía cargando.

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora