3-Sousa

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Él abre sus ojos al oír una canción: "Do I wanna know?"

Esa canción le gusta, sonríe al escucharla pero le extraña que la voz que la canta sea una femenina.

Sebastián se levanta de su nueva cama doble, acomoda su camiseta y sale de la habitación en busca de esa voz. Por el pasillo, ve una maraña de rizos negros moverse y entrar a una habitación en el otro extremo del pasillo.

La habitación, si mal no recuerda, pertenece al hijo menor de la familia Sousa. Él toca la puerta y entra, sin esperar una respuesta.

Dentro está sonando otra canción, la chica de rizado cabello toca una guitarra y un muchacho hace sonar una batería. Los dos se detienen al verlo.

-¿Cómo llegaste aquí? -pregunta la jovencita, dejando su instrumento de lado al tiempo que el muchacho se acuesta en su cama a jugar con una consola portátil.

-Carla, yo...

-¿Eres su prometido? -pregunta ella con asombro y se cubre la boca con sus manos mientras susurra "oh, pobre e ingenuo muchacho".

-Sí, y tú eres la chica de los conciertos callejeros -dice, ella sonríe al haber sido reconocida.

-Yo...

La puerta de la habitación se abre, interrumpiendo a la chica.

-Cariño, aquí estás -dice Carla y suspira con alivio-. La cena está servida, bajen todos.

La verdad era que el exterior de la casa no se comparaba con el interior; las alfombras persas, los cuadros de acrílico y óleo que van desde Monet a Picasso, los cristales, el oro, plata y bronce, eran lo principal en la decoración, sin mencionar las finas piezas de porcelana colocadas con gran cuidado en un estante.

Sebastián prefiere no distraerse con los lujos ya que tendrá tiempo para detallarlos luego, y se dirige al comedor.

Los familiares llegan uno a uno, tomando asientos que parecen haber sido elegidos con anterioridad. Él se sienta a un lado del ex coronel, con Carla junto a él y el hijo mayor al frente.

El ex coronel es un hombre de unos cincuenta años, con cabello canoso y los ojos azules característicos en sus hijos, arrugas en el rostro y expresión severa.

Su hijo mayor, Peter, de veintidós años, lo tuvo con su primera esposa; es alto, de cabello castaño claro y ojos azules.

En la mesa también encuentra a Emily, la joven de rizos negros y ojos café; y a su hermana, Luisana Weichselbaum, de unos veintiún o veintidós años, con cabello negro, ojos café y porte elegante.

A pesar de sentir la mirada intimidante del general, de oír malas bromas de Peter, ver a Carla fingiendo una sonrisa, a la mayor de las Weichselbaum fulminarlo con la mirada y a su hermana menor jugando con su comida, su mirada se concentra en el ser más callado, tranquilo y sencillo de esa mesa: el menor de los hermanos Sousa.

-¡Gabriel! -exclama el ex coronel con cierto enojo, a modo de reproche-, ¡¿cuántas veces más deberé decirte "sin jueguitos en la mesa" para que entiendas?!

-Disculpa, papá -contesta él con un tono tranquilo, sin alterarse por el alto tono de la voz de su papá como les ocurrió a los demás, y guardando la consola en su bolsillo para reemplazarla por un libro.

Gabriel come con su libro al lado, parece inmerso en la lectura, al punto de no notar la mirada de Sebastián sobre él. El chico debe tener diecisiete años, él sabe que es hijo de su último matrimonio, el quinto; tiene cabello dorado, desaliñado, ojos azules muy claros con motas verdosas, tez blanca.

Sebastián no puede evitar la sonrisa que se quiere formar en sus labios al verle leer; Gabriel frunce el ceño y, al pasar la página, su rostro se relaja, continua leyendo y de repente hay una sonrisa tímida en sus labios, pasa de nuevo la página y sus mejillas se tornan rojizas, sus ojos brillantes.

-¿Podría conocer a tus padres pronto? -pregunta el ex coronel.

Sebastián lo mira con indecisión y luego niega.

-Mamá murió y mi papá me sacó de casa -contesta con tan poco interés por la conversación.

-Lamento escuchar eso.

-No le de importancia -comenta y se encoje de hombros.

No estaba en el trato hablar de su vida personal, no era sincero, pero no mentía.

La conversación en la mesa sigue, incluso cuando ha llegado el postre.

Sebastián nota un pequeño auricular colgar de una de las orejas de Gabriel y sonríe, el chico no había hablado en toda la velada porque estaba sumido en su lectura y en su música. Él da un golpecito con su pie en una de las piernas del muchacho, siendo encubierto por la mesa y el mantel, el otro reacciona de inmediato alzando su cabeza con el ceño fruncido; Sebastián pasa su mano por su oreja, dándole a entender que el audífono está al descubierto y provocando que él se remueva un poco incómodo al cubrirlo de nuevo con su cabello.

Gabriel le sonríe, muy agradecido por haberse saltado el regaño de su papá. Sebastián sólo carraspea y vuelve su vista al ex coronel, intentando concentrarse en la conversación, algo que le fue imposible después de ese gesto de tanta inocencia.

*Notita
Me acabo de dar cuenta de que detalle más a Gabriel que al mismo Sebastián ._. cosas que me pasan xd
He actualizado el día prometido *--*
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿alguna sugerencia? Siempre se aceptan las críticas.
Próxima actualización el domingo x3

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora