28-Emily

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-Lo mataré.

-¿Qué? -pregunta el rubio, que no había oído el susurro de su amiga.

-Nada -dice y suspira-. Tengo que ir al baño, ya sabes, cosas de chicas.

-No necesito detalles -contesta, arrugando su nariz-, sólo ve.

Emily se levanta y camina en dirección opuesta al baño de mujeres, dirigiéndose sin discreción a Sebastián.

-Voy a castrarte -le asegura, señalándolo con su dedo índice de forma acusatoria.

Ella lo había visto desde la feria de comidas del centro comercial, caminando tranquilamente hasta que vio la cabellera rubia, momento en el cual decidió ocultarse.

Pero su amenaza no fue tomada enserio; más bien, pareció una broma viniendo de ella. La Emily agresiva que él había conocido fue reemplazada por una mujer hermosa, con cabello planchado pero siempre conservando algunos rizos en la parte de abajo, de voz melodiosa y dulce, cuyas curvas eran más notorias que en la adolescencia y su nuevo estilo, que consistía en el uso de vestidos y tacones como los que solía usar su hermana mayor, le daba la elegancia que había caracterizado a las mujeres Weichselbaum durante décadas.

-Tacones de aguja, no querrás saber lo fuerte que es una patata con uno de ellos -pese a todo eso, su sonrisa traviesa se mantenía y sus brillantes ojos café eran los mismos con o sin el maquillaje.

-Mona.

-¡¿Cómo me llamaste?! -exclama.

Él ríe.

-Mona significa "bonita" en donde estuve viviendo hasta ahora -explica-, debes saber que Latinoamericana es extraña pero maravillosa -agrega.

-Te fuiste bastante lejos...-susurra-, ¿por qué irte así? ¿por qué tan de repente?

Él abre la boca para contestar antes de recordar la llamada que hacía, así que quita su mano del micrófono del celular y se despide del joven, para luego colgar y guardarlo en su bolsillo.

-Así que te esperan, ¿eh? -dice, cruzándose de brazos-, ¿por qué lo dejaste, Sebastián? Irte así, fue estúpido, ¿tienes alguna idea de todas las veces que él te fue a buscar?

El muchacho suspira.

Decirle la verdad equivaldría a involucrarla en ese mundo, su mundo, mostrarle una realidad que no conocía y de la que no debía saber, por su propio bien.

Mentirle era peor opción. Y se decidió por ambas.

-Estoy mal, ¿lo entiendes? Muy mal, tengo problemas, asuntos que debo resolver y yo...

-Él te hubiese ayudado, te habría apoyado en todo.

-No estaría bien.

-Yo fui la que vi su mirada perdida, Sebastián. Creeme, hubiese sido mejor quedarte.

Él posa sus manos en sus hombros, dirigiendo su mirada directo a sus ojos.

-No quise ni quiero involucrarlo, ¿comprendes? No me voy a meter a la fuerza a su vida, él ha estado bien y estará mucho mejor sin mí -afirma.

-Pero...-intenta protestar.

-Necesito que guardes este secreto, que él crea que no estoy aquí. De verdad, Emily, necesito que se mantenga alejado de mí.

-No le puedo ocultar algo así.

-Es por su bien -le asegura.

Deja sus manos deslizarse por los brazos descubiertos de la joven hasta llegar a sus manos, las toma con fuerza y deja un beso en sus nudillos, notando el anillo en su dedo del corazón, para luego soltarlas así, sin más, y girarse.

-Felicidades por el compromiso -dice, caminando lejos de ella.

-Peter y yo somos muy felices. Gracias -alcanza a oírle decir.

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Entra al bar. El olor del alcohol, cigarrillo y sudor le impregna las fosas nasales.

Arruga la nariz como respuesta.

Sebastián nunca le hubiese permitido la entrada a ese lugar. Y tendría buenas razones para hacerlo.

Camina hacia la escalera de la esquina, sin tener necesidad de dirigirse al fornido guardia ya que la melliza Donnati bajaba por ellas.

-¡Cariño! -exclama, antes de cubrirlo con sus brazos y acariciarle el cabello en forma casi maternal.

Deja un fugaz beso en el contorno de sus labios, haciéndole saborear el whisky y quizás uno que otro cigarrillo.

-Pensé que ya no venías a éstos lugares -comenta él.

-No, y...-es en ese instante cuando sus ojos se abren como platos por la sorpresa-, ¡¿qué haces aquí?! Fran va a matarme y alimentara a Rood con mi carne, luego dará mis huesos a...

-Tranquilizate -pide.

-No puedo tranquilizarme, te ha impedido entrar aquí toda tu vida.

-Vengo a buscarlo -dice.

-Él no está aquí. Para ser sincera, no sabía ni siquiera que estaba en Corllin.

-Pero...

-¿Hermanita? -se oye una voz que reconoce como la de Héctor. Él recuerda perfectamente los ojos verde olivo que siempre lo miraban con recelo.

-Debes irte, rápido -ordena.

-¿Y que hay de Fran? -pregunta.

-¡No está aquí! Ve a casa, seguro lo verás en unas horas.

Le da leves empujones que se convierten en unos más fuertes al oír los pasos bajar las escaleras. Para cuando Héctor llega, ella charla con el guardia de algo sin sentido.

-¿Puedes prestarme tu camioneta para ayudar a Gabriel con algo? -pregunta.

-Te jodes si crees que haré algo por ti o tu noviecillo -contesta ella con la frente en alto y sale del local.

En las afueras, no encuentra a Rood.

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora