Capítulo 9: Sangre

1K 51 38
                                    

Quizás nunca se me ocurrió, tan siquiera la más mínima idea pasó por mi cabeza. Sangre condenada corría por mis venas. Le habían destinado tenedor a mi alma sin que lo supiera.

Empujé con suavidad la puerta del encarcelado y empolvado estudio. Solitario como lo ha estado durante tantos años y lleno de las pasiones del abuelo, como las pinturas que colgaban en las paredes, la colección de diferentes espadas de la época en la que dominaron; lanzas, alfanjes, la tradicional y sencilla espada, los sables, estiletes y dagas colgadas en una pared completamente blanca y llena de estas. Una biblioteca bastante completa en información de diferentes temas no muy tradicionales, que ocupaba una pared tras el escritorio de madera de cedro ubicado en el centro, y que estaba lleno de sus documentos y al rededor del lugar había diferentes archiveros. Imaginé cuán difícil me seria buscar en aquel lugar.

Tom caminó en dirección rectilínea rumbo al escritorio y me señaló uno de los cajones, imité sus movimientos y me posicioné a su lado.

- ¿Ahí está? - Pegunté con un hilo de voz.

- No me cabe la menor duda de que aún permanecen allí - con voz firme y expresión seria señaló el escritorio otra vez.

- Me gustaría saber ¿cómo obtuviste esa información? ¿Fue mi abuelo quién te dijo? - Con curiosidad y anhelo en mi tono.

- No, él no fue. Esto lo sé porque alguien cercano a su abuelo lo sabía, una señora viva con el apellido de casada como Scott. Yo estaba presente cuando lo mencionó - con tono frío.

Ahora me dejaba más perpleja, ¿Cómo obtenía toda esa información? Desde una persona involucrada hasta el lugar exacto de la ubicación de los manuscritos. Aunque vamos, no difícil suponer que le pueden ver, pero aun así, se injiere en estos asuntos sin saber el porqué de sus razones.

Incliné mis piernas para alcanzar con comodidad el cajón y lo jalé con precisión y fuerza. Dediqué una mirada de alegría a Tom cuando el cajón se abrió y puso a la vista unos documentos, tras tomarlos y examinarlos de reojo, comprobé que eran esos, eran los manuscritos del abuelo. Tom se mostraba aún serio e inexpresivo, no comprendía la razón de su comportamiento. Borré mi sonrisa y saqué los escritos empolvados y los apoyé en el escritorio, leí el título de la primera página, los Ante Portam.

- Léalo - ordenó con voz seria.

- Todo comenzó cuando tenía cinco años y experimenté la primera y horrorosa aparición... - me detuve. Noté algo a simple vista, esa no era la caligrafía de mi abuelo, aunque la del título sí - las cosas se deterioraban al transcurrir el tiempo; ahogándome entre los sollozos del miedo.

La razón de todo esto se debe a un macedonio, Alejandro, hacia el año 356 a.c, poco es lo que el mundo ha conocido de este hombre, al menos a lo que refiere al pasado que dejó antes de salir a la luz. Fue escupido de las cavernas con un ejército inexpugnable. Acecinó a todos en su paso, no tenía piedad, y así, un día ser llamado Alejandro Magno - me detuve, intentando digerir lo anterior, pero antes de analizar aquello Tom irrumpió para halarme de mis pensamientos.

- Continua - con severidad.

-... Sus anhelos lo llevaron remotamente, eso se cree de él, pero no, jamás fue un heredero legítimo, su sueño de convertirse en rey se desvaneció ajados por los vientos del desierto. Entonces lo llevaron a pactar el trato que lo convertiría en el rey y no en el bastardo que estaba destinado, pero claro, vender su alma a las sombras oscuras no pagaría el valor de tener el mundo en sus manos. Vendió su sangre, firmando que todos los que llevaran en la venas la sangre de Alejandro serían arrastrados por las sombras... ¿Qué? ¿Qué es esto? - Los ojos se humedecieron, empezaba a desatar las repuestas.

Enigma los Van VladoisquiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora