Capítulo 11: Indicios

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Los días en la escuela avanzaban bien, llevaderos, también lo hacían los días en casa con mi familia. Había una paz que me inquietaba, pues el miedo se oculta tras la calma, se desplaza sobre el silencio y sorprende en la quietud.

Me pareció una semana corta y sin resultados, sin darme cuenta era domingo y me preparaba para ir a la iglesia con la abuela. Le había dado vueltas y vueltas al asunto del asesinato de Tom, lo había analizado desde todos sus ángulos. Como primera opción investigué en mi ordenador esperanzada de que existiera una mínima casualidad de hallar algo, es más, mi rendimiento en las calificaciones de mis trabajos descendieron abruptamente, todo por estar enfocada en aquello, pero no tuve éxito y era frustrante después de tanto empeño. Aunque no era un obstáculo que derrotara mi obstinación en el asunto.

Pensaba en Tom, en mi mente se dibujaba su rostro, intenté con esmero apartarlo de mis pensamientos, pero era difícil. El pastor comenzó a hablar y yo no conseguía concentrarme en lo que decía. Luego pensé en lo de su asesinato, después en los manuscritos. Solo logré prestar interés cuando la abuela notó cuan inquieta estaba y se molestó.

- ¿Y por qué nos juzgáis por nosotros mismos lo que es justo? "Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."-

Hay no es cierto!". Pensé cuando vibró mi celular dentro del bolsillo de mi abrigo.

Escribí el más improvisado y corto mensaje para explicar a Jimmy que estaba ocupada, pero no pareció importarle, mi celular siguió timbrando con insistencia. Respondí a su llamada para averiguar que en realidad se trataba de algo urgente. Me levanté de mi asiento y me dirigí a la parte trasera de la iglesia donde carecía de gente.

- Jimmy, no puedo hablarte ahora. Estoy en la iglesia - susurré.

- Caro, tienes que salvarme, por favor - pidió.

- ¡Ash! ¿Jimmy, que hiciste ahora? -

- Nada, es solo que... Cary aceptó mi invitación, pero debía estar con la Mrs. Scott -

- ¿Y qué tiene que ver la Mrs. Scott entre ustedes dos? -

- Oye, no es lo que crees. Se te olvida que ahora trabajo en la biblioteca, si fallo una sola vez va a despedirme. Necesito que me reemplaces, solo por hoy - explicó.

- Pero es domingo. Debería cerrarla... - protesté, pero no me dejó continuar.

- Caro, por favor, por favor, por favor... - suplicó.

- De acuerdo, salgo de la iglesia y voy - acepté.

- ¡Te adoro!, eres lo mejor, eres lo máximo, genial - halagó.

Cinco minutos después se acabó la misa. Me hubiera gustado compartir más tiempo con la abuela, pero tuve que excusarme y dejarla con el grupo de oración que se extendía después de la misa. Tomé un taxi con dirección a la biblioteca. En el camino me posesionó una convincente idea, llegó de la nada a ocupar mi cabeza, tenía la fuerte teórica de que allí hubiera registros de la familia Van Vladoisqui, si los encontrara sería un gran paso hacia el enigma.

Las paredes de cristal que rodean la biblioteca mostraban a solo dos personas sentadas en unas de las dieciséis mesas de lectura, al fondo el millar de estantes y repisas llenos de libros organizados en distintas secciones, y el escritorio donde aguardaba la bibliotecaria estaba en una esquina. Solo se escuchaba el sonido del silencio en el aire y la atmósfera densa, un silencio que me produce desconfianza, pero era habitual en una biblioteca, así que me olvidé de ello.

Enigma los Van VladoisquiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora