Capítulo 26: Secretos

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Tal vez mi destino hubiese sido morir, o vivir; no lo sé. El destino no está escrito, solo se forja. Quizá el mío sea diferente y se base solo en las apariciones, pero aun así tiene un propósito. Y si no fuera por eso ¿Por qué Tom apareció en mi vida? ¿Por qué tantos años mantuvieron atado a Tom hasta ponerlo frente a mí? ¿Por qué él? Todo sucede por una razón.

El tiempo avanzó pausado con una brisa liviana bailando en su entorno y entonces una voz sonó desde afuera impaciente y trastornada.

- ¡Caroline! - Gritó.

Conocía el dueño de esa voz, pero aun así esperé en silencio a que llamara otra vez para confirmar con certeza de que era él.

- ¡Ábreme la puerta, Caroline! - Impaciente.

Entonces mi llanto y mis lágrimas parecían desenfrenados al ver la situación en la que me hallaba, sentí que me volvía loca, sentí que estuve a punto de condenarme al infierno, a ese aborrecido lugar al que tanto temo.

El vaso resbaló por entre mis manos y el líquido se derramó sobre el suelo y corrí como si huyera de mí, con la esperanza de encontrar refugio en sus brazos. Abrí con fervor la puerta y su rostro se mostraba pálido y asustado.

- ¡¿Caroline, está bien?! - Con agitación.

Me lancé contra él para abrazarlo con ferocidad, pues la sensación que encontré en sus brazos me desahogaba, me abrigaba. Y sobre el hombro de Jimmy por primera vez vacíe mi sufrimiento.

- Tranquila... ya estoy aquí, siempre estaré aquí para ti. Te lo prometo... - con tono suave y tranquilizador.

Con su mano la paseaba sobre mi cabello y espalda, así permaneció por varios minutos, sin decir nada más, en silencio exceptuando por el sonido de mi llanto descargándose sobre su hombro.

Cuando vacíe la llama de mi pecho pudimos estar más serenos sentados sobre el sofá. Yo tenía la mirada clavada en el suelo y él me examinaba confundido, esperando quizá una explicación.

- No entiendo que pudo ser tan malo para hacerte llorar así, pero tampoco quiero preguntarte porque no me lo dirás - con tono indeciso.

- Creí que habías viajado el viernes pasado - evadiendo el tema con la voz seca.

Soltó un suspiro y una sonrisa liviana para aplacar su expresión, esa que se produjo al entender que no importaría cual fuera su insistencia, siempre me mantendría guardado mi dolor.

- Simplemente no fui capaz de dejar Portland, a mi madre, ni mis amigos... tampoco a ti, y menos sabiendo que me necesitarías. La última vez que hablamos, noté aunque no me lo dijeras, que estas sufriendo ¿Por qué? No lo sé - con tono ligero.

- Quisiera decírtelo, pero no soy... capaz. No me creerías - con la voz cortada y la mirada ida entre mis pensamiento.

- Caro, soy tu amigo. Te creería cualquier locura -

La palabra locura me hizo erizar. A veces ni yo misma creía posible que todo aquello estuviese pasando.

- ¿Y si adivino la razón? ¿Me lo dirías? - Propuso.

Alcé los ojos para centrarlos en aquellos y dejé que una sonrisa alivianara mi expresión. Luego continuó con su propuesta.

- Dame diez intentos, y si acierto tendrás que desahogarte conmigo. ¿Qué opinas? - Con una chispa alegre.

- No, solo cinco - con tono quebrado.

Sonrrió ampliamente exponiendo todos sus dientes.

- Echo. Eh... ¿Tiene que ver con tus padres? ¿Hicieron algo malo? -

Enigma los Van VladoisquiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora