POR SUERTE O POR DESGRRACIA
No es amor lo que nos une, pero tampoco es amistad. ¿Qué es? Esa pregunta que surgió hace ya tiempo y que ninguno de los dos se atreve a contestar. porque sabes que cada día que pasa más necesitamos la respuesta. "Todo amor muere" dijiste una vez. Por eso, no podemos amarnos, pero tampoco odiarnos. ¿Qué somos? A lo mejor, podremos descubrirlo algún día.
En ese momento, deseé hundirme, bucear en lo más profundo y perecer allí. En ese momento, no había luz. Ninguna clase de luz. Solo estabas tú. No fue una historia de amor, o si lo fue, fue muy efímero. Tú no eras la luz que yo necesitaba, pero eras la luz que tenía. No era como si te quisiera lejos de mí. Yo me estaba muriendo. Estaba segura de que pronto iría a un hospital. Mis pulmones no funcionaban, no funcionaban bien. Se estaban cerrando. Mi corazón iba cada vez más rápido, y ójala hubiera sido porque la persona a la que amaba me estaba besando. Pero no fue así. Mis piernas proto cedieron. Deseaba amputármelas. No sabía si iba a resistir mucho más. Y fue en ese momento cuando me caí sobre la dura piedra. Un guijarro se clavó fuertemente en mi mano derecha, y ésta empezó a sangrar. Mis rodillas se lastimaron. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, y tú sabías cómo lo odiaba, cómo odiaba sentirme así de débil e inutil. Todos pasaron mirándome con tristeza. "Que alguien me saque de aquí, y haga que dejen de mirarme como si fuera un perro abandonado en un día de lluvia" pensaba. Y, entre toda esa muchedumbre que sentía pena por mí, sólo hubo una persona que me ayudó y lo sabes.
-Levántate.- me dijiste. Por aquel entonces, no nos conocíamos de nada. Y yo estaba malhumorada y te miraba con odio.
-No puedo, imbécil.- respondí yo mirándote con lágrimas. Tú tenías un cuerpo muy esculpido, yo pensaba que no podías sentir mi dolor, y eso era lógico de algún modo. Tu pelo marrón se revolvió con el aire que anunciaba una tormenta. Tus ojos marrones me miraban fijamente, pero no expresaban dureza.
- Levántate, porque puedes. Mira el cielo. Habrá tormenta. Cógeme la mano.- dijiste mirándome. Los demás ya se habían marchado. Te cogí la mano y subí. En ese momento, nos miramos a los ojos. Y fue muy extraño, ¿ te acuerdas? Yo ví algo en tí y tú en mí. Era electricidad que nos atrapaba a ambos. Y, cuando conseguimos separarnos, extrañamos estar juntos. En ese momento, la tormenta comenzó. Como yo estaba debilitada, cogiste mi carga sin permiso y te la echaste a la espalda, a pesar de que ya tenías tu propio peso. En ese momento, yo sentí ternura. En ese momento ví luz. En ese momento, en el que nos conocimos, sabíamos que no podríamos acercarnos más, pero tampoco separarnos. Y, cuando miramos al cielo, el sol se estaba ocultando entre las nubes. Eran nubes plateadas. Las lágrimas del cielo empezaron a caer sobre ambos, y nosotros empezamos a acelerar la marcha, buscando a nuestros compañeros. Pero ellos ya se habían ido. Estábamos tú y yo solos, quizás acompañados del dios de la lluvia. Yo quería morir. Y tú sólo pasabas por delante de mí. ¿Por qué me esperaste a mí y no a la pelirroja tetuda de un poco más allá?
- Para por favor, chico...-dije entre jadeos.
-No soy un chico, y debemos ir a esa cueva. Venga, chica, no está muy lejos. Vamos, tú puedes.- y te giraste. Con una media sonrisa surcando tu rostro. Dios mío,¿cómo podías ser tan hermoso con todo ese barro por la cara?
-No me llames chica, tengo nombre...chico, de verdad, no puedo continuar.- tu me cogiste la mano de nuevo. Y tiraste de mí. La pequeña cueva realmente estaba cerca para todo lo que habíamos recorrido. Pero, justo cuando pasábamos por el desfiladero, no aguanté más. Dime lo que pasó, porque para mí fue demasiado rápido. Cuando quise darme cuenta, tu mano era lo único que me mantenía alejada de caer hacia la muerte.No había estado más asustada en mi vida.
-¡¡¡No me sueltes!!!- dije con lágrimas de miedo. Mi voz se quebraba por momentos.