Capítulo 3: Una mala fiesta

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KARRIE

                  

Un metro y medio. Esa es la distancia entre el último tramo de enredadera de mi pared y el suelo. Miro hacia arriba mi ventana cerrada y me sonrío a mí misma. Relajo los hombros y salto, flexionando las piernas al caer. Me equilibro sobre mis pies y una vez que estoy segura de que no me caeré, sigo caminando por el patio trasero hacia la puerta trasera del jardín.

Aún recuerdo la primera vez que salte desde mi ventana hasta el patio. Ni siquiera sabía que estaba haciendo, hasta que toqué el suelo y me sentí más segura. Pero aún después de eso todo parecía un poco fuera de lo real. Luego, me acostumbré.

-Te tardaste- dice Marina con sarcasmo cuando entro en el auto.

La observo sin mostrar una gran expresión. Su cabello castaño claro está tomado en un moño bien peinado, resaltando su rostro, sus facciones, sus ojos azules. Su minifalda es demasiado corta y su camiseta demasiado ajustada, pero no le digo nada y en cambio me detengo en sus zapatos.

-Lindos zapatos- le sonrío. Ella mira mis bototos estilo militar y sonríe. No dice nada.

Desde luego a la miss universo no le gusta como yo me visto. Usualmente uso camisetas de colores claros y sudaderas cualquiera o camisas grandes. Mis jeans o son muy anchos o están muy rasgados y no cambio mis bototos ni mis zapatillas.

Enciende el motor del auto y nos conduce lentamente por las calles de Spring Diamond. Todo el mundo dice que Spring Diamond es aburrido, yo no lo creo así. A mí me gusta. Es cálido, confortable y tiene su dote de misterio, es genial. Pero no todos lo ven como yo, los demás solo ven un pueblito de nadie.

Marina se desvía del camino principal y bordea la casa de los Revenwood, para pasar hacia el bosque, más allá del lago Spring Diamond.

-¿Vamos a La Reserva?- le pregunto.

Ella asiente –Hay una casa grande y tienen una fiesta, todo el mundo está invitado. ¿Pasa algo?-

Miro por la ventana el bosque pasando junto a nosotras –No me gusta ese lugar, eso es todo- le digo. Apoyo mi frente contra la ventanilla y mi respiración empaña el cristal.

-Karrie- dice –Has estado allí antes. Vas a las carreras todo el tiempo-

Mordisqueo el interior de mi boca. –Si me siento incómoda volveré a casa ¿de acuerdo?-

Marina asiente y estaciona el auto frente a una de las casas. Es grande. Solo hay tres casas en la reserva y esta es la más grande. Tiene grandes ventanales que llegan al suelo y tres balcones. He estado aquí antes, un par de veces, pero nunca con tanta gente dentro, ni con tanto ruido, por lo que siento que es como llegar a un lugar por primera vez. Elevo la mirada hacia el piso superior. Ahí está esa ventana. Con personas, con ruido, con todo, sigue siendo la misma ventana.

-Aquí es- dice campante. Se inclina y revisa su maquillaje en el espejo retrovisor.

Sin querer me encuentro a mí misma revisando mi cabello rizado en el reflejo de la ventana. Está aceptable. Mis ojos lucen cansados, pero no me preocupo mucho, de todas formas no quiero impresionar a nadie el día de hoy. Mi piel tostada está brillante en mi frente por el sudor, lo seco y me siento lista para bajar.

Me golpea una ráfaga de aire frío y me recorre la espalda. La música resuena y me sorprende que no se escuchara desde el pueblo. Cierro la puerta del auto, Marina hace lo mismo y activa la alarma.

-¿Me veo bien?- me pregunta. Asiento. La veo igual que siempre, pero siempre luce bien. –Hoy me veré con Fred-

Marina y Fred son una historia como de película. La chica adinerada que siguiendo a su amiga la desdeñada se metió en un bar de mala muerte y conoció a un chico de baja clase social que se dedica a vender marihuana afuera de las escuelas, y se hizo el amor.

POLICIAS Y LADRONES [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora