Capítulo 5: Jules

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KARRIE

                  

Tres años antes...

Estoy sentada en el pequeño sofá de mi habitación, leyendo a Shakespeare, cuando la puerta se abre de golpe y Jenna entra como si la estuviesen persiguiendo. Tiene la peor cara de desesperación que he visto antes en su rostro. Se acerca rápido hasta mí y se inclina cerca de mi rostro. Huele como a whisky y pan rancio.

-¿Tienes dinero que puedas prestarme?- me pregunta.

Dejo el libro sobre el sofá y me levanto. -¿Para qué necesitas dinero?- le pregunto.

En estas últimas semanas Jenna ha estado comportándose extraño. Se levanta muy tarde, sale a escondidas, tiene llamadas extrañas, come poco y ha bajado de peso, y ahora esto. Llega corriendo a mi habitación a pedirme dinero prestado.

-¿Tienes o no?- insiste. Su voz suena desesperada. Le suda el cuello y la frente. Luce pálida a pesar de su tono de piel dorado.

Niego con la cabeza. –No, gasté lo último de mis ahorros en libros ayer- le digo.

Hace una mueca y se mordisquea las uñas. Por primera vez creo que mi hermana tiene un problema ¿a quién le debe dinero? ¿Y, dinero de qué? La observo desesperarse minuto a minuto. Se muerde las uñas, se despeina, se pasea tanto por la habitación que temo que rompa el piso de tanto gastarlo.

-¿No sabes si papá tiene dinero escondido?- pregunta. Niego con la cabeza. Él no me tiene confianza y yo tampoco confío en él, así funciona.

Jenna se rasca el cuello y los brazos. Está sufriendo un ataque de nervios, puedo notarlo. Sale de la habitación y la sigo. Llega a la habitación de papá y rebusca en sus gabinetes, en el armario, en la mesita de noche. En un momento nos encontramos con un arma de servicio, está descargada y escondida bajo su cama. Trato de grabarlo en mi mente en caso de emergencia.

Salemos de la habitación de mi papá con apenas tres dólares. Jenna murmura groserías mientras entramos en su habitación y reunimos seis dólares más. En mi bolsillo encuentro uno más y se lo entrego.

-Diez- le digo. Me mira con verdadero horror en los ojos.

-Necesito más, mucho más- dice. Sus ojos se llenan de lágrimas.

En el piso de abajo, el timbre suena. Jenna comienza a llorar. Me aprieta la mano y se seca las lágrimas desesperadamente con una sonrisa falsa creándose entre sus mejillas. Es una mueca siniestra.

-Abre y si preguntan por mí dices que no estoy ¿de acuerdo?-

Asiento. Me armo de valor y bajo las escaleras. Un peldaño a la vez, el timbre vuelve a sonar otras dos veces antes de que llegue a la puerta. Estoy temiendo por todo, temblando de pies a cabeza.

Del otro lado de la puerta me encuentro con un tipo alto y de ojos oscuros. Tiene el cabello negro y más o menos largo. Juega con él y lo peina. Luce intimidante. No por su ropa, ni por su altura, por su mirada. Tiene una mirada cargada de todo.

-Busco a Jenna- dice. Su voz es brusca y gruesa.

Hago una pausa –Ella no está- respondo después.

El tipo me entrega una sonrisa ladeada. Me asusta un poco, pero no quiero que lo note, así que finjo indiferencia. –Sé que está aquí- dice.

-Pues, no. No está- insisto.

Vuelve a sonreír, pero esta vez es una sonrisa de pura maldad. Me aparta de la puerta con un empujón y entra. Cierra detrás de él e intenta avanzar, pero me interpongo en su camino.

POLICIAS Y LADRONES [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora