Karrie
Hubo un tiempo, antes de que conociera a John, en que me imaginaba a mi padre siempre. Me gustaba pensar en él, en como podía ser, que rasgos me había heredado, de que trabajaba. Pasaba largas horas al día pensando en eso. Preguntándome con que me encontraría el día en que lo conociera...
hasta que ese día llegó.
-¿Dónde estabas?- pregunta apoyándose contra la nevera.
-Trabajando- le respondo entre dientes.
He estado fuera de casa mucho este último tiempo, y cuando Mike dijo que tenía el día libre lo único que quería imaginar era estar acostada en mi cama, descansando, dejando estar mis moretones y cicatrices, no pensar en nada. Pero en lugar de esa jornada de relajación, tengo que estar lavando la enorme cantidad de platos, vasos y ollas que John no fue capaz de limpiar después de usar.
-Pasas mucho tiempo en el trabajo. Te necesito aquí en casa- dice al tiempo que se aleja de la cocina.
Tengo que contener todo mi genio y mi nuevo adquirido instinto asesino, para dejar el cuchillo que estoy lavando sobre la mesada y no correr por el pasillo hasta la sala y enterrarlo en la espalda de John.
Antes, cuando Jenna vivía con nosotros, la convivencia entre John y yo era más fácil. Ella era el punto neutro que nos mantenía más unidos. Nos hacía comer juntos, charlar y de alguna forma había logrado que avanzáramos en algo respecto a nuestra relación de familia. Pero ahora que ella no está nadie nos obliga a dialogar y volvemos a ser dos extraños que comparten casa, sangre y apellido. Nada más.
La puerta principal se cierra con un golpe y luego de unos minutos escucho la patrulla saliendo del estacionamiento frente a la entrada.
-¡Ya puedes salir!- grito a la nada escaleras arriba mientras me seco las manos en el pantalón.
Jules aparece frente a mí, sonriendo y caminando relajado por las escaleras -¿Cómo notaste que había entrado?-
Incapaz de mirarlo mucho a los ojos, comienzo mi camino hacia la habitación, evitando rozarle el costado al pasar junto a él -Te escuché. Tienes suerte de que John es el peor policía del mundo-
Jules me sigue de cerca hasta mi pequeña habitación. Es raro tenerlo aquí. Antes, cuando estaba completamente estupidizada por él, imaginaba que algún día entraría por esa ventana y se uniría a mí en mi cama y nos reiríamos y él diría que me quería.
¡Qué grandísima tonta era!
-¿Esta es tu habitación?- pregunta antes de caminar hasta la cama y sentarse.
Me cruzo de brazos. -¿Qué estás haciendo aquí? Es mi día libre... de ti-
Se ríe de mi comentario como si fuera una broma y luego me observa, con esa sonrisa grabada en el rostro. Detesto esa sonrisa. Solía vivir para hacerla aparecer. Esa era mi meta cada vez que estaba con él, crear esa sonrisa de satisfacción y felicidad en su rostro. Me hacía sentir que todo iba bien y que algún día él iba a amarme.
-¿En qué piensas?- le pregunto, no logrando contenerme antes de que las palabras salieran de mi boca.
-Todo podría haber sido tan diferente- dice en voz muy baja, casi un suspiro -Tú eras perfecta para mí-
Era. Pienso en ello. La Karrie de hoy no es la misma de hace un mes, mucho menos igual a la de hace un año o dos, o tres. Cuando nos conocimos era una niñita estúpida que se dejaba gobernar por él. Dejaba que hiciese de mí lo que quisiera porque le temía y le idolatraba, pero ahora, la Karrie de ahora; ¿quién es?