KARRIE
¿Has sentido alguna vez que todo el mundo te observa, atentos, esperando cualquier error que cometas para juzgarte, para restregártelo en la cara y así sentirse mejor consigo mismo? Es horrible, y lamentablemente en Spring Diamond, el pueblo donde nací, es así todo el tiempo.
Desde que eres un bebé, todos esperan que al crecer te vuelvas lo que el pueblo espera de ti y todos esperan algo. En mi persona, por ejemplo, todos esperan que al crecer me vuelva como mi padre, John Colt, el sheriff de Spring Diamond.
Mi padre es el hombre modelo de Spring, o se espera que lo sea. Siempre rige la ley, es responsable, respetuoso, inteligente y, en simples palabras, un ejemplo para la comunidad. Cuando lo conocí tenía cinco años, fue después de que mi madre muriera y mi madrina nos enviara a vivir con él porque ella no podía cuidarnos a mi hermana y a mí.
Mis padres se habían separado un año después de mi nacimiento, nunca supe por qué, mamá nunca lo dijo y yo nunca lo pregunté. Pero siempre he tenido curiosidad por saber qué tan perfecto es el hombre que supone mi ejemplo a seguir.
-¿Y tu hermana?- pregunta mi padre cuando me siento a la mesa.
-Dormida aún- le sonrío –Anoche estudió hasta tarde-
Mi hermana, Jenna, dejó de lado un pasado algo tormentoso después de la muerte de una de sus amigas y ahora está en la universidad, estudiando leyes. No vamos a decir que es la más lista de la clase o que es un pan de dios, pero ha mejorado y estoy orgullosa de ella, casi todo el tiempo.
-¿Trabajarás hoy?- pregunta mi padre, baja la mirada del periódico.
Niego con la cabeza –Ni hoy, ni mañana-
Asiente.
A pesar de que han pasado trece años desde que me mudé con mi padre, aún no hemos afinado nuestra relación. Somos como desconocidos que comparten la misma casa, el mismo apellido y la misma sangre. Somos cortantes entre nosotros, hablamos lo justo y lo necesario, nada muy complejo. Nos centramos en cosas básicas, un paso a la vez.
Se levanta de la mesa. –Despiértala para que no pierda su cita con la señora Kahn-
Le asiento y me devuelve el asentimiento como despedida, lo veo entonces salir por la puerta de la cocina con su traje de sheriff y su arma cargada. Instintivamente, como siempre, deslizo mis dedos por el borde del cinturón de mis jeans y rozo el mango que sobresale presionando suavemente mi espalda bajo el holgado suéter de lana roja.
A veces tengo miedo de que el arma que lleva mi padre sea la mía, y que por error la haya tomado. Que en medio de un arresto note su error y me descubra, pero es casi imposible ya que siempre la mantengo oculta en lugares seguros y casi nunca tiene arrestos que hacer.
Espero unos minutos hasta que la patrulla de policía se ha alejado de la entrada para levantarme y subir hasta la habitación de Jenna.
Cuando abro la puerta, está tirada de estómago sobre el colchón de su cama, junto a ella, en el suelo, está el bote de basura vomitado.
-Ya se ha ido- le digo.
Intenta hablar o sonreír, pero solo termina mostrándome una mueca extraña mientras se encoge por culpa de otra arcada. Me apresuro junto a ella y le coloco el bote de basura bajo la boca para que vomite.
-Lo siento- se disculpa entre arcadas. –No volverá a pasar- dice. Es la misma mentira de siempre. –No volveré a hacerlo-
-Entonces no vuelvas a Spring- le digo y le acaricio el cabello castaño húmedo por el sudor. Su piel está pálida. Sus ojos ojerosos –Estabas bien en tu departamento. Aquí solo recaes-