- Ohmaidula zolh Elozer-Htap -
Las palabras con que el shamán de la comuna saludó el primer rayo de sol resonaron extrañas en los oídos de Cyan, quien se encontraba prácticamente al centro de un semicírculo que el resto de la tribu había formado detrás del brujo, en aquel soleado y aun así frío amanecer en la sabana de Wünderlant.
La rubia, quien lucía como un pequeño punto pálido en medio de la mancha roja que la comuna formaba sobre la amarillenta hierba, estaba flanqueada por el pequeño OlehcnaTnazzaer-Htana, quien sólo había sufrido algunos raspones y magulladuras tras el ataque del gigante, y por la madre de éste, OlehcnaTnazar-Ram (o Ram, para los amigos).
- Ohmaidula zolh Elozer-Htap -
Tomados de la mano, todos cerraron los ojos un momento mientras repetían la tradicional frase con la que cada día iniciaban sus actividades. Un segundo después, todos volvieron a abrir los ojos y soltaron sus manos, pero permanecieron juntos a la espera, aparentemente, de un importante acontecimiento.
-Saludamos, hermanos, este nuevo día con una nueva bendición- Cyan no estaba segura de si lo hacía como una atención para ella o para evitar que aprendiera aunque fuera unas palabras en su lengua, pero el shamán estaba hablando en zenderantho, la lengua de los mercaderes, que hablaban casi todos en Phantasya.
-Hoy- continuó el brujo -el pequeño Htana aún está entre nosotros; por la gracia de AiyhoiBer-Htam y de Elozer-Htap, esta valiente na-muahanoht- dijo señalando a la rubia -pudo arrebatar a nuestro hijo de las garras de la muerte. Gracias-
Diciendo esto último, la tribu entera se volvió hacia la joven y al unísono le hicieron una profunda reverencia.
Después de incorporarse, el shamán se volvió con gran solemnidad hacia el semicírculo y con un simple gesto de la mano cedió el lugar al líder de la comuna, más alto que el resto de su gente y cuyas múltiples cicatrices eran mudos testigos de que su liderazgo no era sólo de palabra.
Ante la mirada expectante de su pequeña audiencia, el líder, a quien Cyan sólo había escuchado que llamaban Amóh, se volvió hacia ellos y un rayo de sol se reflejó extraño en su rapada y rojiza cabeza cuando comenzó a narrar, para beneficio de los niños y los adolescentes que se habían quedado a cuidarlos, la historia de la más reciente partida de caza.
De hecho, recordó la propia Cyan, llevaban ya un par de días rastreando a aquella manada de bonacons y por fin habían encontrado el terreno perfecto para crear una emboscada y capturar a algunos de aquellos animales, los cuales eran cada vez más escasos debido a la voracidad de gigantes y dragones, sólo otra de las horrendas consecuencias que el Gran Hechizo -o "La Noche de los Gritos", como la llamaban los aelfs- había arrojado sobre Phantasya.
Casi todos los adultos de la tribu participaban en la cacería y en esta ocasión incluso habían invitado a la joven guerrera, prácticamente el mayor honor al que cualquier extranjero pudiera aspirar en una comuna aelf.
Agazapada junto a Ram detrás de un tupido arbusto rodeado por altos pastizales, la chica alcanzó a escuchar un ruido, idéntico al trino de un ave, varios metros a su izquierda; un segundo después, otro más surgió a su derecha, mientras al lado de ella, las puntiagudas orejas de su acompañante se movieron para ayudarla a ubicar mejor el sonido y casi de inmediato respondió con un sonoro gorjeo que marcó el inicio de una relampagueante cacería a la mortecina luz del atardecer.
Mientras seguía, tan rápido como le era posible, la veloz carrera de su nueva amiga, a Cyan todo le parecía caos, confusión y desorden, sin embargo, poco a poco pudo apreciar la bien coordinada estrategia de caza de los aelfs.
Los primeros cazadores salieron al descubierto desde extremos opuestos del terreno que ellos mismos habían elegido para la emboscada y dispararon docenas de venablos muy a lo alto en el cielo, los cuales al bajar comenzaron a emitir un intenso resplandor y un agudo silbido que llamó la atención de los cuadrúpedos en el campo.
El "espectáculo" duró muy poco, pues al momento de hacer contacto con el suelo, justo en medio de la manada, los proyectiles estallaron con un estruendoso sonido y un brillo enceguecedor, provocando el terror de los animales que, sin estar realmente lastimados, se dividieron en dos grupos que corrieron en direcciones opuestas, uno de ellos directamente dentro de la trampa.
Al mismo tiempo que los primeros dispararon sus flechas, otro pequeño grupo de aelfs salió corriendo para cerrar el extremo del círculo y comenzar a seleccionar a sus verdaderas presas, cuidándose muy bien de no recibir alguno de los mortales escupitajos de las aterradas bestias.
A pesar de su pacífica apariencia, los bonacons eran una presa difícil y peligrosa. Bastante más altos que un caballo y de constitución mucho más robusta, una patada bien colocada de aquellos peludos cuadrúpedos podía matar incluso a un forzudo oruk, además, su esbelta cabeza, con una vaga forma equina, estaba coronada por cuatro afilados cuernos, capaces de perforar casi cualquier escudo.
Sin embargo, su arma más letal era su saliva, aquel líquido, producido por una glándula especial en su boca cuando el animal estaba asustado, podía corroer en cuestión de segundos hasta las más poderosas armaduras de los älvs.
El último en salir, justo cuando el círculo se había cerrado, fue el grupo de Cyan y Ram. Los cinco aelfs que lo conformaban dispararon sus venablos al suelo con un muy preciso patrón. Pese a sus esfuerzos, Cyan no alcanzó a descifrar el esquema y por ello se limitó a lanzar un par de aquellos ligeros dardos, bastante más largos que una flecha pero más cortos que una jabalina, al mismo lugar donde vio que la esbelta aelf lo hacía, aunque con cierta torpeza debido a lo difícil que le resultaba manejar el lanzavenablos, arma de caza favorita de los aelfs.
Con algunos disparos y unos cuantos gritos más, la partida logró separar a las hembras y los bonacons más jóvenes de las presas elegidas hasta que, finalmente, lograron acorralar a dos de ellas, un par de machos "adolescentes" que todavía no estaban en edad de reproducirse, en medio de un círculo de aelfs que habían dejado el lanzavenablos y se habían armado con pesadas lanzas.
El shamán, quien también había participado en la cacería, igual que casi todos los adultos, se abrió paso entre el círculo de cazadores, hasta quedar frente a las nerviosas bestias.
Antes de seguir acercándose, el hechicero levantó su bastón ceremonial, hecho con la nudosa rama de un árbol y rematado en el tope con un gran trozo de coral-cuarzo azul. El cristal comenzó a brillar al mismo tiempo que el shamán iniciaba un rítmico canto, moviendo la brillante punta de su cayado frente a las caras de los bonacons, que poco a poco se fueron tranquilizando.
El brujo, cuya rojiza calva lucía extraña bajo el azul resplandor de su bastón, siguió acercándose a los rumiantes para quedar cara a cara con ellos, clavó el bastón en el suelo y sin dejar de cantar sacó de su bolso una cajita redonda de madera, de la cual extrajo con un dedo una pasta blancuzca, con la que trazó un extraño signo en la frente de los dos bonacons capturados.
La extraña sustancia emitió un blanco resplandor y, de alguna forma, terminó de calmar a los asustados animales, los cuales, tan mansos como corderos, comenzaron a seguir a la comuna de regreso a su campamento, justo a tiempo para ver el último rayo de sol ocultarse en el lejano horizonte de aquella casi interminable sabana.
El camino de vuelta con las presas fue extrañamente silencioso; a lo largo de su existencia errante, la chica había participado en un gran número de cacerías e invariablemente, los cazadores, ya fueran humanos, oruuk o tduarvan, acostumbraban celebrar ruidosamente el éxito, casi siempre con alguna clase de licor a la luz de una fogata.
Los aelfs, en cambio, se limitaron a caminar casi en silencio, arreando suavemente, con respeto incluso, a las enormes bestias, que apenas protestaban cuando sentían que alguno de los elfos las empujaba con el extremo romo de su lanza de regreso al campamento.
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Phantasya. El camino de Cyan
FantasyHuérfana, esclava, guerrera, ángel guardián o demonio de venganza; eso y más ha sido Cyan D'Rella en un mundo que se desgarra desde sus cimientos, víctima de fuerzas oscuras que amenazan la existencia misma de una tierra que solía ser una utopía, pe...