Sombras de dolor y venganza. Parte IV

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Con cada instante que pasaba, Ii-ack sentía cómo su mente se iba rompiendo un poco más, sus pensamientos y sus emociones volaban disparatados e inconexos de un lado a otro de su mente, cada vez más rápidos, cada vez más fugaces y cada vez más y más separados entre sí, mientras su cuerpo yacía en el suelo, cubierto de cientos de diminutas heridas sangrantes que le causaban una suerte de dolor sordo que no le permitía sumirse en la inconsciencia.

De hecho, lo único que le brindaba aún cierta cohesión a la mente del valiente joven era aquel odio que calcinaba sus entrañas, aquella furia que quemaba más que mil soles y que se asomaba por sus ojos anegados en lágrimas; lágrimas que, sin embargo, no eran de dolor; algo tan simple como el dolor de piel y huesos nunca le habría arrancado siquiera una lágrima, aquellas eran lágrimas de ira, lágrimas de furia, lágrimas de venganza.

El profundo pesar, la pena, la tristeza por la muerte de Mai-ka, su camarada de armas, su compañero de aventuras, su hermano en triunfos y fracasos, había despertado en él un odio casi demencial hacia aquellos infames seres que habían destruido un trozo más de su vida y un profundo desprecio por la intrusa que los había llevado hasta ellos.

Pena y aflicción generan odio y desprecio. Odio y desprecio generan cólera y rabia... ¡rabia que le prestaba su fuerza, fuerza suficiente para combatir la demencia que intentaba dominarlo, para combatir aquel sádico encantamiento que no sólo destruía su cuerpo, sino que reducía su mente a fragmentos inconexos! ¡¡Fuerza suficiente para clavar una aterradora mirada en la autora de aquel horrendo crimen, de aquel atentado contra todo lo bueno e inocente que representaba Mai-ka!!

No obstante, a la criatura responsable no parecía importarle el odio del indefenso jovencito, toda su atención estaba enfocada en aquella que en el Koloseum llamaban Msk o'Dehd, la mejor gladiatrix que Fälant haya visto jamás y a quien ahora tenían prácticamente a su merced.

No obstante, Cyan no se rendiría tan fácilmente y tras depositar el cuerpo del joven Mai-ka gentilmente en el suelo, una mano más rápida que casi cualquier vista, incluso la de D'ltax y R'nyerx, arrojó una afilada estrella metálica, una nahken, que se clavó justo en la yugular de uno de los soldados que rodeaban a los jovencitos.

-¡Vida por vida, Rowz! ¡Según los mandamientos de Morrigan: golpe por golpe, sangre por sangre y vida por vida!-

-Vida por vida, Msk o'Dehd. Vida por vida así sólo quedemos tú y yo en toda Phantasya-

No bien la elvian terminó de hablar, Cyan arrojó, con un frío despreció en su mirada, un pequeño costal que había estado cargando, del cual emergió la máscara de ébano y carmesí que una vez había pertenecido a la älv y que luego, por orden de la propia Mrrgan T' Fä, había pasado al rostro de la rubia, quien así llegó a convertirse en el "Rostro de la Muerte".

Al ver el accesorio que una vez había sido su más preciada posesión, incluso más que su propia sangre, Rowz Khrimsn cedió por sólo un segundo al feroz deseo de venganza que la había mantenido viva los últimos seis años, el abrumador odio que la había llevado a una cacería a través de media Phantasya en persecución de la enemiga que había segado su vida, su vida verdadera... su vida en el Koloseum.

El choque de las armas fue brutal, la espada y la daga de Cyan detuvieron los tuhin'fngs de Rowz, al tiempo que Zno' hacía una seña a sus tropas para que no intervinieran, mientras una sádica sonrisa se dibujaba en su hermoso rostro, al escuchar un mensaje que su meiht le susurró al oído.

Normalmente, el menor roce de las afiladas hojas que se curvaban sobre los puños de la älv habría inyectado en su víctima un hechizo casi tan cruel como el del zo'lhmr. La "toxina de dolor" de las diabólicas armas de Rowz era todo lo que prometía y más, al grado que habría paralizado de dolor incluso a un dragón o un gigante, por ello, ni siquiera el coral-cuarzo de la zim i-tana podía anular del todo el efecto y Cyan lo sabía, sin embargo, no le importaba.

Un fulgurante combate tuvo lugar frente a la mirada maravillada de D'ltax y R'nyerx, mientras los aterrados chicos sólo podían rogar por que las habilidades de la rubia superaran las de la älv, si no por su libertad, al menos en retribución por la muerte de Mai-ka.

Las extrañas armas de Rowz volaban cual metálicas mariposas alrededor de la zim i-tana y la ta an-biya, a la espera de clavar sus letales alas en la carne de su enemiga, la cual, a su vez, blandía su sable y su espada corta en veloces ráfagas que buscaban la menor hendidura en la cerrada defensa de los tuhin'fngs.

Estos últimos eran un arma anacrónica, una pieza de museo proveniente de la prehistoria älv y que sólo unos cuantos sabían usar todavía: montadas en cortos mangos de madera forrada de cuerda de yute tintada de rojo o marrón, dos afiladas hojas de metal oscuro se curvaban sobre la totalidad de los puños del usuario, proyectando, al final, una aguda punta de unos 10 centímetros, capaz de atravesar, por si sola, el cráneo de uno de los extintos lobos dientes de sable cuyos colmillos imitaban.

En el caso de Rowz Khrimsn, sus armas, además, estaban encantadas para canalizar el odio que a duras penas contenía en su corazón, en forma de una vibración capaz de inundar el cuerpo de su víctima con oleadas de un dolor tan intenso que ésta sólo podía desear la muerte, la cual no tardaría en llegar en la forma de un paro cardiaco ante la insoportable sensación.

Un par de golpes, rápidos como el vuelo de una fä, se toparon con la armadura ligera de Cyan, que a duras penas resistió los embates, mientras la rubia devolvía el "favor" con dos mandobles de los cuales sólo uno alcanzó a hacer un corte superficial en el brazo derecho de Rowz.

Aquello, sin embargo, podía tomarles toda la noche y, seguramente, todo el día siguiente y Zno' Hwait no tenía tiempo ni paciencia para ello, de modo que hizo una seña a su mehit, cuyas alas emitieron un par de pulsos de aquella luz oscura que les caracterizaba, los cuales recibieron una inmediata y despiadada respuesta.

-¡Alto, Msk o'Dehd! Ya que al parecer no valoras lo suficiente la vida de este rebaño, quizá esto sí te convenza- gritó la demente elvian con una gran sonrisa de triunfo en su rostro.

Ambas contendientes se detuvieron casi al instante en medio de sendos golpes que habrían causado mayor o menor daño y mientras Rowz volteaba a ver a su co-comandante con un odio profundo en la mirada, Cyan no podía dejar de contemplar, desolada, el patético cuadro que aquella le había presentado.

En general, las sinestras fä no podían alejarse más de 200 o 300 metros de sus consortes sin que ambos sufrieran un profundo shock emocional que podía dejarlos inconscientes, sin embargo, la de Rowz no había estado a la vista por ningún lado desde que Cyan llegó al campamento y en ese momento descubrió el porqué.

Sentada en el hombro de Hara-pa, la diminuta peste proyectaba su siniestra luz sobre el apiñonado cuello, lista para inyectarle todo el veneno del que en ese momento disponía y, por si fuera poco, casi de inmediato, el total de las hadas en el campamento comenzó a rodear a la niña, despojando a Cyan de la diminuta esperanza que aún guardaba en su corazón.

-"¡Qué haces, perra estúpida! ¡No cuando estoy tan cerca de la venganza!"- exclamó Rowz Khrimsn en saxlish al tiempo que enfundaba sus armas y se encaminaba, furiosa, hacia donde Zno' la veía con una extraña mezcla de amor y desprecio.

-"¡No estamos aquí por tu patética venganza, zorra! Dama Mrrgan quiere que le llevemos el primer artefacto y a Msk o'Dehd tan ilesa como sea posible"-

Ardiendo de rabia, Rowz cerró las escasas dos zancadas que la separaban de Zno' para plantarle un beso en el que se resumía toda la pasión, el amor, el odio y la furia que sentía en ese momento hacia ella y casi al instante, unos dientes ávidos de amor y odio mordieron hasta arrancar un hilillo de púrpura sangre del labio de Zno', quien tuvo que deshacerse de la "caricia" con una sonora bofetada, tras la cual ambas estallaron en estridentes carcajadas, para luego fundirse en un tierno abrazo.

Phantasya. El camino de CyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora