Los ojos expectantes de todos en el campamento se clavaron en Garagán Tu-Han, quien comenzó a moverse entre los sorprendidos chicos en dirección a los dos principales rivales, al mismo tiempo que del cristal surgían tenues zarcillos de luz que serpenteaban a lo largo y ancho del campamento, envolviendo a todos y cada uno de los presentes.
-Cyan, Ii-ack, dejen que la paz y la razón sean su guía en estos momentos en que la sed de sangre parece opacar el juicio. Sólo dolor y desesperación, mis amigos, sólo dolor y desesperación se pueden obtener cuando las armas chocan. Sólo sangre y muerte pueden resultar de enfrentar a la Señora de la Espada con el Cazador de Gigantes-
Lentamente, sin dejar de mirar a los jovencitos que ya la habían rodeado, Cyan comenzó a envainar su zim i-tana, sin embargo, todos sabían que sólo un parpadeo bastaba para que la formidable espada volviera a salir de su funda, más que lista para devolver golpe por golpe y cobrar sangre con sangre.
Ii-ack, en cambio, parecía indeciso entre bajar su arma y arremeter de nuevo contra sus enemigos, sin importarle las consecuencias que aquello pudiera acarrearle.
-Ii-ack, no, la muerte no es la respuesta. Bastante pesada es ya, noble guerrero, la loza que elegiste echarte a los hombros al nombrarte salvaguarda y protector de todos estos pequeños, por favor, no aumentes esa carga, ya considerable, con todo el dolor y las lágrimas que le arrancarás a tu gente si insistes en seguir este camino-
Los hilos de luz brillaron con más fuerza y el resto de los chicos dejó caer sus rudimentarias armas. Al mismo tiempo, amargas lágrimas comenzaron a derramarse por el rostro del joven, quien, sin embargo, mantenía aferrada la vieja espada con todas sus fuerzas, mientras veía, con un dejo de rencor, cómo sus amigos, aparentemente, lo habían abandonado.
-Ogros y gigantes, Ii-ack, ogros y gigantes destruyeron tu vida, la vida de todos ustedes; por favor, no dejes que el dolor te ciegue ni que el odio te consuma o la oscuridad acabará por envolverte y el infierno por destruirte, a ti y a todos los que amas-
Con cada palabra del syclopoon, el chico parecía partirse más y más en dos y no sólo su alma, su propio cuerpo parecía estar dividido entre violentas emociones encontradas, pues mientras su diestra sostenía la espada con titánica furia, su mano izquierda yacía lánguida junto a su cuerpo, mientras sus dedos buscaban aferrar algo que no estaba ahí, pero que necesitaba con desesperación.
-Nosotros no somos tus enemigos, noble caballero, somos sólo un par de huérfanos, como todos estos niños, como la fiel Hara-pa, como tú. Cyan no es la witxa que embrujó a tu hermano, yo no soy el ogro que asesinó y devoró al resto de tu familia...-
Las palabras de Garagán despertaron un amargo recuerdo en la mente del chico, quien se volvió a ver al cíclope con un odio que bordeaba la demencia, al tiempo que cada músculo de su cuerpo se tensaba, preparándose para la arremetida final.
-¡NOOO! ¡No Ii-ack! Ya no más... por favor, ya no más...-
El agudo y desesperado grito de la niña del cabello de plata pareció arrancarle un nuevo destello al cristal y de alguna forma consiguió detener, justo a tiempo, al impulsivo joven, quien nunca supo lo cerca que estuvo de morir, decapitado por el sable de una siempre alerta y sobreprotectora Cyan.
Por fortuna, la chiquilla logró salvarlo esta vez, no sólo de la espada de Cyan, sino de él mismo al tomar su mano, la misma mano que con tanta desesperación buscaba algo a que aferrarse, algo más que el frío acero de una espada... algo más que el vacío que reinaba en su alma y en su corazón.
-Un hombre, en otro mundo y hace mucho tiempo, valiente Ii-ack- continuó Garagán acercándose al chico -dijo a sus discípulos que aquél que por la espada vive, por la espada ha de morir ¿eso es lo que quieres, Ii-ack, mi muchacho? ¿Eso es lo que tu padre habría querido? ¿Tu madre? ¿Tu hermano mayor? ¿Tu pequeña hermana? ¿Es eso lo que tu leal Hara-pa quiere ahora?-
Un alarido de dolor escapó de la garganta del joven guerrero, al tiempo que clavaba la espada con desgarradora furia en la blanda tierra de Dao sh'atei, ante la incrédula mirada y lastimeras lágrimas de sus protegidos.
Y mientras la pequeña Hara-pa lo abrazaba con todas sus fuerzas, el gran cíclope apoyó una de sus enormes manos en los trémulos hombros del chico y dejó que la luz del cristal se centrara sólo en él, iluminándolo con todo su esplendor, lo cual, combinado con un rítmico y repetitivo susurro entonado por los labios de Garagán, poco a poco, devolvió la calma no sólo al atribulado joven, sino al campamento entero.
Mientras tanto, Cyan intentaba contener las lágrimas que inundaban sus ojos, al tiempo que recorría con la mirada el diminuto emplazamiento y comprendió, finalmente, todo el sufrimiento que aquellos niños habían tenido que soportar.
Por fin, su noble corazón, las palabras de Garagán y sus propias y amargas experiencias le ayudaron a descifrar el misterio de aquellos niños, quienes, poseídos por la necesidad de sobrevivir y por el deseo de venganza, le habían declarado la guerra a todo aquello que no fueran ellos mismos, a todo aquello que los había despojado de todo lo que consideraban preciado o querido.
Ogros, gigantes, dragones, älvs, eelphi, todo aquello que ella misma había jurado combatir, el mismo mal que había destruido su vida, la misma oscuridad que, por un instante, había dejado que la dominara, y, al reflexionar y tomar consciencia de todo aquello, la hermosa guerrera se derrumbó, llorando.
Y mientras Ii-ack sanaba y la hermosa guerrera lloraba como la pequeña que 12 años antes había sido arrancada de su hogar, no muy lejos de ahí, oscuras fuerzas conspiraban para asestar otra cruel puñalada en el corazón del destino de Cyan D'Rella.
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Phantasya. El camino de Cyan
FantasyHuérfana, esclava, guerrera, ángel guardián o demonio de venganza; eso y más ha sido Cyan D'Rella en un mundo que se desgarra desde sus cimientos, víctima de fuerzas oscuras que amenazan la existencia misma de una tierra que solía ser una utopía, pe...