La noche del cazador. Parte I

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El eco lejano del aullido hizo que el joven ARaman se relajara, dejando escapar un suspiro de alivio y recargándose contra la pared, la cual emitió un chirrido de protesta ante el peso del joven eelph, que, aunque poco, resultaba excesivo para la vieja edificación.

-¡Shhhh! ¡Silencio!-

El furioso susurro de Ozz hizo enfurecer al joven aprendiz de cavaler, cuya blanca faz enrojeció hasta la raíz del negro cabello, al tiempo que lanzaba una mirada de profunda indignación a la cazadora, quien, no obstante, estaba demasiado concentrada en descifrar el silencio que los rodeaba como para tomarse en serio la arrogancia del muchacho.

Ozz y Jac, un fornido älv que (extrañamente) carecía de una fä y cuyo rostro y torso surcados de cicatrices evidenciaban la difícil vida del guerrero, intercambiaron una mirada y el segundo levantó su pesada kh'pesh, preparado para abatir a lo que fuera que entrara por la desvencijada puerta de aquel alcázar abandonado por los thuarfs.

Pese a toda la experiencia adquirida en los últimos años, incluso Cyan comenzaba a sentir los efectos de la enorme tensión que inundaba el aire, tan palpable como el frío en las cimas más altas de los Huesos de Mezh-er, la enorme cordillera donde nace el Ahnydr-ýo.

La joven guerrera se había topado con aquella inverosímil partida hacía unas dos semanas, apenas siete días después de dejar Viform I'tnaijt, y tras una breve negociación y de fijar un precio justo para las dos partes, según la costumbre de los cavaleri eelphen cuando se trataba de "no creyentes", éstos habían dejado que los acompañara, al menos mientras sus caminos coincidieran.

La intención de Cyan al salir de su antigua aldea había sido encaminarse a ver a Mttle Neraida, embajadora de Adalantika en Fälant y una de las más renombradas videntes de toda Phantasya, sin embargo, debido a su turbulenta historia en la nación älv, la chica no podía simplemente vadear el Aza Khnao y presentarse como si nada en Avalouhn y mucho menos entrar caminando a Kamm Halot, la impresionante fortaleza de Mrrgan T' Fä, todopoderosa gobernante de älvs y fä.

Por ello, la rubia había decidido dar un rodeo (un enorme rodeo) y bordear el linde oriental de EttonyhTattze-rohp para llegar a la frontera occidental de Fälant y colarse por la extensa serranía que los älv llaman Dao Sh'atei, la Cordillera de la Sombra, cuyas defensas, formadas por varios ejércitos e impenetrables plazas fuertes, estaban diseñadas para rechazar invasiones a gran escala de gigantes, ogros, wurms y cosas peores y no para detener a una solitaria viajera que se escurriera por entre las más pequeñas e insospechadas grietas.

Un leve sonido, apenas más que un rasguño en la gastada madera, atrajo la atención de OzzahRotecu-pac desde el otro lado de la pequeña habitación, sin embargo, poco pudo hacer la esbelta elvian cuando aquella mole de pelo, músculo y furia desatada arrasó con los tablones de la puerta para entrar como una tromba al pequeño reducto.

Con la experiencia de los años y el valor de un perro de caza, ErroTaih-jac se lanzó sobre la enorme bestia con la espada en la diestra y una manopla de cuero cubierta de clavos envolviendo su puño izquierdo.

Cyan había esperado que la propia Ozz se abalanzara sobre el atacante detrás del fornido älv, sin embargo, lejos de ello, la joven mestiza esperó a pie firme a un lado de la puerta y, ya fuera por un milagroso acto de sincronía o por el más frío de los cálculos, la bestial embestida de un nuevo atacante se topó de frente con la afilada punta de hueso de su ila-kaecnal.

Sin embargo, aquello no fue suficiente, luego que el engendro lograra hacer a un lado a la esbelta Ozz, dos bestias más forzaron su entrada, y una de ellas se enfiló directamente contra Cyan, quien, imposibilitada de usar su larga zim i-tana debido al reducido espacio, blandía sólo su ta an-biyá (espada corta) y uno de los ehn-otzabilak regalo de Ram.

La refriega fue feroz pero rápida, y tan repentinamente como habían entrado, aquellos engendros del bosque se retiraron, dejando sólo un rastro de roja sangre y un penetrante olor almizcleño detrás de ellos, además de un cada vez más reducido grupo de peregrinos, un aprendiz de caballero, dos cazadores y una guerrera errante muy agitados y mucho más que asustados.

-¿Están todos bien?- preguntó Jac.

Estaban bien, pero no estaban todos.

Cuando Cyan se había unido a ellos, el grupo de peregrinos estaba formado, además de una escolta más o menos numerosa, por al menos 25 miembros: varios humanos que se habían ido separando del contingente conforme se acercaban a sus aldeas y algo así como 15 zndaorus procedentes de la lejana D-Ztopýa, de los cuales, tras este nuevo ataque, quedaban apenas siete.

La travesía a través de las Tierras Ásperas no había presentado gran dificultad, era raro que incluso los malévolamente astutos gigantes se atrevieran a atacar a grupos tan grandes y bien armados, además, las oraciones/conjuro de los cavaleri parecían ser lo suficientemente efectivas para mantener a raya gran parte de los peligros de la nueva Phantasya.

No obstante, conforme el grupo se fue reduciendo, el segundo de los dos cavaleri que los custodiaban, su aprendiz y más de la mitad de los lanceros que los acompañaban decidieron quedarse en el último de sus puestos de relevos en las Tierras Ásperas, a la espera de un nuevo grupo de fieles que se dirigiera en la dirección opuesta, en peregrinación a UHrb ZAmarggduç.

-¿Abia? ¿Abia?-

Aunque no entendía la lengua zndaor, al ver a los que quedaban del grupo, Cyan comprendió que la pequeña Wlrikka buscaba a su madre.

¿Cómo se las habían arreglado aquellas malditas bestias para sacar a la gran centáuride en apenas un par de minutos que duró la escaramuza? Sólo Macha lo sabría. Ahora, la joven zndaory se encontraba sola, tan sola como la propia Cyan después que fue arrancada de su familia.

-¡Nunca debimos venir aquí! ¡Mi maestro nunca lo habría permitido! Ahora estamos encerrados, con sabrá el MHagg cuantas de esas cosas merodeando allá afuera- gritó ARaman, aterrado.

El arrebato del joven eelph, quien se había quedado congelado en un rincón durante la refriega, sacó a la rubia de su ensimismamiento, a tiempo para detenerlo justo cuando se abalanzaba, lanza en ristre, sobre Ozz.

-¡TÚ! ¡TÚ! ¡Maldita mestiza!- el tono de miedo se trocó por el del más profundo desprecio -Todo es tu culpa, si Méntor PHeilyp estuviera aquí se encargaría de que recibieras tu justo castigo por meternos en esta trampa-

El joven aprendiz había enfocado su despectiva mirada en la gran mancha rojiza que abarcaba el ojo derecho y gran parte de la frente de Ozz, el más grande (después del de su mano derecha) de los cinco o seis parches de color que marcaban la blanca piel de la chica en diferentes lugares, señal inequívoca de su herencia mezcla de aelf y eelph, una de las más graves transgresiones a los mandamientos del MHagg OThouçç.

-¡Silencio, cachorro! No tenemos tiempo para esta basura- hablando en zenderanto con un fuerte acento saxlish, Jac se acercó, amenazante, al muchacho -les causamos algún daño, pero los loupohz sólo se están reagrupando y tenemos que estar preparados para cuando regresen-

Phantasya. El camino de CyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora