Desde afuera, el edificio de forma circular parecía ser solo una más de las tantas ruinas que salpicaban lo largo y ancho del paisaje de Phantasya, ciudades y pueblos fantasma que hablaban con nostalgia de tiempos más felices en la ahora oscura tierra.
De lejos, asimismo, a Cyan le pareció solo un buen lugar para refugiarse mientras comía; si no había nadie (o nada) dentro, los altos muros la ocultarían de miradas indiscretas, que era exactamente lo que necesitaba.
Era sólo un presentimiento, sin embargo, desde que había salido de Droqua Mi-nusqa, tenía la incómoda sensación de que alguien la observaba, sin embargo, el maldito (o malditos) era bueno, muy bueno, ya que en tres días de viajar a campo abierto no había podido descubrirlo y este hecho, aunado a la vibración que, de manera intermitente, se desprendía de su espada, la hacían sospechar que había algo de magia involucrada en ello.
No obstante, al entrar a la gigantesca edificación, luego de dejar su caballo y la mula de carga en lo que evidentemente era una caballeriza, la armoniosa serenidad que emanaba de aquellos muros la hizo desprenderse de todas sus preocupaciones y la invitó a hacer algo más que simplemente sentarse a comer.
Los enormes muros que por fuera lucían derruidos y cubiertos por la espesa vegetación de Dao Sh'atei, en el interior lucían esplendorosos, tal vez un tanto desprovistos de color por las inclemencias del tiempo, sin embargo, tanto las estatuas que salpicaban los pequeños espacios que formaban aquella especie de templo, como los altorelieves que decoraban los muros lucían casi tan exquisitos como el día que fueron esculpidos o, al menos, eso le pareció a Cyan.
El muy amplio -casi gigantesco- lugar estaba por completo desprovisto de techo y, hasta donde la rubia alcanzaba a entender, así había sido construido, cada espacio, cada columna y cada muro parecía responder de forma diferente incluso ante el menor cambio en la luz, ya fuera por la propia posición del sol o por la pasajera sombra de una nube... o de una visitante.
Así, casi sin querer, sus pasos la fueron guiando hasta el centro mismo del edificio, donde, con ojos maravillados, descubrió una visión de armoniosa perfección que la dejó muda, incluso aunque no tenía a nadie con quien hablar.
En la "habitación" que, en apariencia, ocupaba el centro de la construcción, descubrió un hermoso estanque que brillaba con la diáfana luz del sol de principios de la tarde en los lindes de la Cordillera de las Sombras.
El estanque ocupaba casi la totalidad del circular espacio, con sólo un pasillo de unos tres o cuatro pasos de ancho que lo separaba de las paredes circundantes; el agua era tan cristalina y serena que dejaba ver a la perfección el fondo del estanque, recubierto de lisas piedras de un tono ligeramente rosado; asimismo, cada 90 grados, largos escalones se adentraban en el líquido, dejando en claro el propósito de aquella piscina.
La simple vista de la alberca incitó a la hermosa mujer a remojar su cansado cuerpo en la deliciosa agua y, casi sin pensarlo, se despojó hasta de su última prenda y se sumergió poco a poco en el cristalino estanque, enviando trémulas ondas que perturbaron la antes diáfana superficie conforme se adentraba en ella.
La luz del sol y los reflejos del agua jugueteaban con el dorado de la cabellera y con el delicado tono blanco de la tersa piel, mientras el refrescante abrazo del agua reconfortaba casi al instante el sensual cuerpo, sumergiéndola en un estado de agradable relajación, que poco a poco se convirtió en algo más, un estado de serenidad casi perfecto, que la liberó de aprensiones y ataduras.
Así, casi sin darse cuenta, su cuerpo comenzó a flotar de espaldas en el agua, mientras su mente empezó a vagar por los hechos de su reciente paso por Droqua Mi-nusqa, los cuales se intercalaron y mezclaron tanto con lo ocurrido hacía unas semanas en Thrauumlänt como con hechos casi olvidados de su niñez, que, incontrolables, salieron desde las profundidades de su memoria hasta las capas más superficiales de su conciencia.
No obstante, en aquel estado de absoluta armonía no había lugar para la alegría ni la tristeza, el gozo ni el dolor, la felicidad o el pesar... la dicha... o la amargura, y pudo sumergirse en aquellas memorias sin ser arrastrada por las intensas emociones que le habrían provocado en circunstancias normales. En aquel momento, su mente era tan ajena a los sentimientos como su cuerpo perfecto lo era al beso del sol en sus hermosos pechos o a la trémula caricia del agua en los más recónditos rincones de su piel.
Sin darse cuenta, sin embargo, su mente abandonó el sendero de la memoria y con pasos lentos pero seguros, comenzó a internarse en terrenos menos familiares, tiempos y lugares que a la rubia le eran por completo desconocidos, pero, a la vez, tan familiares como la casita de la familia D'Rella en Viform I'tnaijt o como los jardines de Fäntsyschloz en la ahora lejana Thrauumlänt.
Así, en el transcurso de unos segundos o una eternidad, la rubia pudo presenciar el ascenso de la luna en la bahía consagrada a la diosa Yi-zhiz en la aún más lejana Îotwp-ìa, las olas rompientes en los glaciares de Terra Khlaeziar, la migración de las extrañas tortugas herradura a través de los canales de la casi inaccesible Quni-na-zeqaa, tierra de las inescrutables dryathas, e incluso el ritual de apareamiento de los weevrns sobre los atolones de Adalantika; viajes que, cada uno por sí solo, le habrían tomado una vida entera y que, sin embargo, desfilaron imponentes y maravillosos ante los ojos de su mente en apenas unos segundos.
Estas y otras escenas, en las que desfilaban pueblos poderosos pero ya extintos, máquinas maravillosas de universos ajenos al suyo o un grupo de jóvenes de extraños ropajes en lucha desesperada con un diabólico hechicero, poco a poco fueron desvaneciéndose en medio de una extraña penumbra que, casi sin que ella se diera cuenta, se convirtió en una absoluta oscuridad, la cual, no obstante, no le asustaba, por el contrario, la encontraba tranquilizante y reparadora.
"Cyan, mi hermosa Cyan"
La hermosa voz, tan melodiosa como el canto de una fata, irrumpió en la oscuridad como un rayo de luna, mientras un rostro hermoso como el sol de primavera comenzó a materializarse en medio del silencio que la envolvía.
Aunque no le era familiar, algo en aquella cara le resultó extrañamente confortante, como si la conociera de toda la vida y aun de antes; los hermosos y simétricos rasgos enmarcaban unos ojos tan azules como los suyos y la cabellera era igual de dorada, sin embargo, mucho más corta y arreglada en un sencillo y aun así elegante peinado que resaltaba la belleza de la pálida tez.
"No digas nada, mi niña", la aparición colocó un dedo en los labios de la chica, quien, sin embargo, estaba muda por la sorpresa y el amor avasallador que emanaba de aquella mujer.
"Has crecido tanto", dijo a la vez que una inmaterial mano recorría la sedosa y rubia cabellera "pero no hay tiempo para esto. Tienes que saber, necesitas saber. Una guerra secreta, invisible a los ojos de los simples mortales pero devastadora y terrible, se desarrolla a tu alrededor, una pelea por el alma de Phantasya. No se me permite decir más, pero sabe esto, hay un mapa, un arca y una llave; el arca guarda todo, tanto el bien como el mal, tanto lo que fue como lo que será e incluso lo que podría ser, y la llave puede guardarlo o liberarlo. Tu padre sabe, encuéntralo".
Poco a poco, la aparición de la hermosa mujer se fue desvaneciendo, no sin antes dejar a Cyan con un último beso en la delicada frente, al tiempo que una lágrima resbalaba por la translúcida mejilla.
"Te amo mucho, mi niña, cuídate"
-Mamá- nunca la conoció, pero sabía quién era y esta sencilla palabra fue lo único que Cyan atinó a decir, al tiempo que, también en su mejilla, una lágrima resbalaba hasta la líquida superficie, donde las ondas provocadas por tan diminuta gota rompieron tanto el espejo de agua en que todavía flotaba como la visión en la mente de la joven.
Las tinieblas se fueron desvaneciendo y, en su lugar, una luz dorada y mortecina se fue abriendo paso a través de sus párpados, mientras la rubia guerrera, casi sin darse cuenta, comenzaba a abrir los ojos, sólo para percatarse de que la mañana y gran parte de la tarde se habían ido sin que ella siquiera lo notara.
-Ése es el problema de usar el Espejo de Sabiduría sin entrenamiento, sin supervisión... y sin permiso- dijo una voz, grave y profunda, que provenía de alguna parte hacia el "sureste" de la habitación, donde una enorme figura, mucho más alta que cualquiera de las llamadas "razas sensibles", se mantenía en posición de meditación de cara al estanque.
¡Se había descuidado!
Había bajado la guardia y, como dolorosamente sabía, todo descuido tenía un elevado precio en la nueva Phantasya.
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Phantasya. El camino de Cyan
FantastikHuérfana, esclava, guerrera, ángel guardián o demonio de venganza; eso y más ha sido Cyan D'Rella en un mundo que se desgarra desde sus cimientos, víctima de fuerzas oscuras que amenazan la existencia misma de una tierra que solía ser una utopía, pe...