-Ahora, Cyan, acércate- la voz de Amóh, quien había terminado de narrar la historia de la más reciente cacería a su comuna en aquella mortecina mañana en Wünderlant, obligó a Cyan a regresar al presente.
Al hacerlo, la chica se dio cuenta de que dos de los cazadores habían llevado ante la asamblea a uno de los bonacons capturados, bajo la vigilante mirada del shamán y el jefe, quienes flanquearon a la bestia, al mismo tiempo que el segundo extendía su brazo hacia la rubia.
Al ver que esta última no atinaba a reaccionar, Ram la tomó de la mano y con gran delicadeza la condujo al frente de la tribu, que no se había movido un ápice, a pesar de que el sol ya les pegaba de frente, arrancando graciosos destellos de sus rapadas y rojizas cabezas.
-Nuestra deuda contigo, Cyan D'Rella, es doblemente grande, nos has salvado al salvar a nuestro hijo y nos has honrado con tu valor en la caza y por ello, la presa de hoy es tuya-
Junto con estas últimas palabras, el adusto jefe le extendió un extraño instrumento, una especie de estoque hecho de hueso, largo y delgado, con una guarda redonda que cubría casi por completo el enorme puño del aelf.
Sin estar muy segura de qué hacer, Cyan tomó el arma, por fortuna, Ram se dio cuenta y de inmediato se encargó de guiar a la rubia.
Siguiendo las instrucciones de la esbelta elfa, la joven empuñó el arma y la apuntó exactamente hacia lo que su amiga denominó "la cruz" (la zona donde se unían el cuello y la línea dorsal de la bestia) y con fuerza y decisión la clavó de un solo golpe hasta la empuñadura.
La tribu entera se sintió bastante impresionada al ver que el enorme bonacon se derrumbaba sin gesto alguno a la primera estocada, la herida había sido limpia y fulminante, señal de que el animal no había sufrido, lo cual, a su vez, complacería a ArreHta-nnohn, la Sagrada Abuela Tierra.
Un abundante hilo de sangre comenzó a manar de la herida en cuanto la chica retiró el estoque, de inmediato, el shamán se acercó y recogió una generosa cantidad, la cual mezcló con un poco de un oscuro unguento que sacó de una de las cajitas de madera que guardaba en su bolso.
-Cyan- dijo Ram mirándola a los ojos -sé que ya has hecho demasiado por nosotros, pero aún tengo algo más que pedirte- ante el gesto entre curioso y desconcertado de Cyan, la aelf se explicó: -que nos hagas el honor de dejarnos llamarte hermana-
La joven guerrera pensó que exageraba, sin embargo, la mirada de sincero agradecimiento de su nueva amiga y los rostros expectantes del resto de la tribu terminaron por convencerla, de modo que, entendiendo lo que la aelf le pedía, se limitó a asentir con la cabeza, mientras enormes sonrisas afloraban en los semblantes de la comuna entera.
El ritual requería que la marca fuera hecha directamente sobre el corazón, de modo que Cyan se despojó, con cierta timidez, del chaleco de cuero café y la holgada blusa color hueso que llevaba, para dejar al descubierto su turgente pecho; sin inmutarse, Amóh acercó su dedo índice empapado en la mezcla de sangre y pasta, para realizar una serie de trazos sobre el esternón de la joven.
Una vez dibujado el signo, fue el turno del shamán, quien colocó su palma extendida sobre la suave piel de la chica y musitó algunas palabras; poco a poco, la pintura se fue evaporando sin dejar marca alguna, al tiempo que era sustituida por un pálido resplandor rojizo.
Cyan sintió un ligero estremecimiento y aunque en realidad no estaba segura de si había sido producto de la magia que cosquilleaba en su piel o del delicado y cálido contacto de la mano del aelf, decidió que, en definitiva, era una sensación bastante agradable.
Poco a poco, el brillo del AihjaceHtenac-emon (como Ram lo llamaría más tarde) se fue disipando, aunque regresaría cada vez que la rubia se encontrara cerca de alguna otra comuna, que así podría identificarla como hermana de sangre y dispensarle las mismas atenciones que le brindarían a cualquier otro aelf.
Luego de unos segundos, el luminoso signo por fin se apagó y la comuna se dispersó para iniciar sus actividades cotidianas, al mismo tiempo que la joven volvía a cubrir su pecho.
Los dos cazadores que habían llevado al bonacon se quedaron a la espera de que el shamán dijera algunas plegarias más y después, ayudados por algunos otros, procedieron a despellejarlo y cortarlo en piezas.
Luego de limpiar y apartar los huesos, algunos de los trozos de carne fueron envueltos en enormes hojas de alguna planta proveniente del extremo selvático de EttonyhTatze-rohp, muy lejos, al suroeste del continente, y otros fueron cubiertos de sal y puestos a secar al sol, en un proceso que llevaría varios días, pero que les garantizaba provisiones para cuando las presas llegaran a escasear.
Los últimos fueron recubiertos en una mezcla de sal, hierbas y semillas y colocados directamente sobre una cama de brazas ardientes para comenzar a preparar la comida del día, la cual completarían con raíces, bayas y algunos tallos verdes que Ram reunió con ayuda de varios niños y adolescentes, quienes así comenzaban a conocer y comprender su entorno.
Nada se desperdiciaba, la piel se usaba para fabricar ropa y zapatos, los cuernos se reducían a polvo para utilizarlos en diversos rituales, tanto mágicos como medicinales, y los huesos, en especial, eran trabajados con destreza y paciencia para convertirlos ya fuera en hermosas artesanías, que luego intercambiaban o vendían en los pueblos que cruzaban, o en armas tan letales como bellas, que eran para uso exclusivo de la tribu.
En ese momento, Cyan se dio cuenta de lo lejos que los "elfos carmesí" (como los llamaban los humanos) estaban de los prejuicios y el desprecio del que eran objeto por parte de älvs y eelphi, naciones elvian cuyo refinamiento era sólo una máscara que encubría perversas intenciones de dominación y conquista.
Y aunque ya llevaba varios días siguiendo a esta comuna, la rubia guerrera sintió que por primera vez los veía como realmente eran: gente hospitalaria que se merecía mucho más que el desprecio de su propia raza, un pueblo sencillo con una vida nada sencilla, llena de trabajo duro y peligros insospechados, que no merecía lo que el "Gran Hechizo" había arrojado sobre ellos.
La tristeza y la impotencia hicieron presa de la joven, quien, sin quererlo, dejó escapar una lágrima que resbaló hasta su barbilla y luego cayó hasta el polvoso suelo de Wünderlant, donde, simplemente, desapareció.
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Phantasya. El camino de Cyan
FantasiHuérfana, esclava, guerrera, ángel guardián o demonio de venganza; eso y más ha sido Cyan D'Rella en un mundo que se desgarra desde sus cimientos, víctima de fuerzas oscuras que amenazan la existencia misma de una tierra que solía ser una utopía, pe...