En el corazón del pecado. Parte III

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Ya llevaban horas sentadas en una de las esquinas de aquella solitaria plazoleta, apenas unas cuantas calles debajo de K'Rokett Feelt, el palacio y "hogar" de Kwinn O'Jartz, sin que la "persona" a quien estaban esperando diera señas de aparecer.

-¿Estás segura de que es el lugar correcto?-

-Claro que sí, tranquila, ya llegará- 

Era curioso cómo se habían invertido los papeles: por primera vez desde que se conocían, Cyan era la impaciente y Blange quien tenía que pedirle calma.

-¿Estás segura?-

-Tan segura como se puede estar de un knomm-

Cyan dejó escapar un profundo suspiro, mezcla de frustración y resignación, ninguna de las razas tdwarvan eran dignas de confianza, quizá un poco los qobulds, pero knomms y thuarfs eran renombrados estafadores, ladrones y mentirosos.

En un intento por calmar su impaciencia, la rubia se entretuvo admirando las elegantes mansiones que rodeaban la plazoleta. Como todos los barrios que se encontraban cerca del castillo, por exigencia de Kwinn O'Jartz, aquél era de una opulencia casi obscena, sobre todo si se le comparaba con la miseria y la hediondez que podían encontrarse apenas unas calles más abajo.

Sin embargo, por muy elegantes que fueran, las dos jóvenes sabían que las exquisitas villas no escapaban de la corrupción que era la norma en Coeur Rouge, incluso desde antes del Gran Hechizo.

Aunque desde afuera era difícil saber cuál era cuál, Blange y Cyan, sobre todo esta última, estaban conscientes de que al menos una tercera parte de aquellas decadentes mansiones eran sólo fachadas que escondían algunos de los más exclusivos prostíbulos de la ciudad, reservados para las clases altas no sólo de la "bourge", sino de todo el continente. Cualquiera que buscara discreción (y que pudiera pagarla) sólo tenía que acudir a alguno de aquellos palacetes para poder dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

Pero la "diversión" no se limitaba al sexo, una buena parte de los lujosos edificios eran vistosas casas de juego y apuestas donde nobles, terratenientes y los más ricos comerciantes de Phantasya arriesgaban, en una sola jugada, el equivalente a los ingresos de todo un año de una aldea modesta y donde podían apostar a cualquier cosa imaginable, desde carreras de chitas y unicornios, hasta las brutales y sangrientas peleas de gigantes.

Por fin, el sonido apresurado de pasos a la distancia rompió el silencio de la noche y Cyan se levantó de la banca como si el mármol del que estaba hecha se hubiera calentado repentinamente al rojo vivo.

-¡Tranquila! No lo vayas a espantar, primero déjalo que se acerque-

Una huidiza sombra apareció por la esquina contraria de donde se encontraban las dos jóvenes, se detuvo y con sonoros resoplidos olfateó el aire a su alrededor. Una vez que estuvo satisfecho, el pequeño y rollizo sujeto se acercó a donde las dos mujeres lo esperaban.

-Deja que yo hable- Blange apretó discretamente la mano de su compañera, al tiempo que se recorría un poco para dejar espacio libre en la banca.

Con gran cautela, el knomm se sentó junto a la pelinegra y por fin dejó caer la capucha de la capa que lo envolvía, revelando sus rosadas y porcinas facciones.

-Señorita s'Niege, es un gusto volver a verla-

-Déjate de cosas, Grol-f, ¿traes lo que te encargué?-

-Sí señorita, pero debo decirle, fue más difícil de lo que usted me había dicho y tuve que realizar ciertos gastos extra...-

Blange tuvo que extender el brazo para tomar la mano de Cyan antes de que ésta alcanzara su espada, sin embargo, era demasiado tarde, los knomms podían moverse realmente rápido cuando así lo querían, una habilidad indispensable para conservar la vida en EttonyhTattze-rohp, y cuando las chicas quisieron reaccionar, aquél ya casi se encontraba a media plaza y en busca de la salida.

Sin embargo, no llegó mucho más lejos, un penetrante silbido de Blange rasgó el silente aire de la noche y, al instante, dos thuarfs le cerraron el paso al fugitivo mientras un tercero se lanzaba sobre él, derribándolo, y para cuando las jóvenes llegaron, ya lo tenían prácticamente sometido.

-Estornudo, Nervios, Bravata no lo lastimen... demasiado- Blange se acercó al prisionero con una hermosa sonrisa y con gran delicadeza le apartó de la frente un mechón del hirsuto cabello -relájate Grol-f, estás entre amigos, ahora dime, otra vez, ¿trajiste lo que te encargué?-

-¡Crees que soy tan estúpido! ¡Están en un lugar seguro, donde nunca podrás encontrarlas!-

Furiosa, Cyan sacó su daga y estaba a punto de clavarla en algún lugar que el knomm de verdad apreciara cuando Blange la detuvo -calmada, estoy segura que mi amigo Grol-f no está hablando en serio, después de todo ya le adelanté la mitad de su pago y si quiere la otra mitad y, de paso, conservar los dientes, tendrá que cooperar-

-¡Bruja! ¡Nunca!-

La sonora y cristalina carcajada que Blange dejó escapar ante la resistencia del enano fue la señal para que los thuarfs que lo sostenían apretaran aún más sus ataduras, ahora sí causándole un serio dolor.

-¿Cómo dijiste?-

-¡Está bien! ¡Está bien!- los knomms eran ladinos y tramposos, pero ninguno se caracterizaba por ser especialmente valiente -dentro de mi capa, en una bolsa-

A una señal de Blange, Nervios registró al pequeño tramposo y en unos segundos extrajo un pequeño paquete de una bolsa secreta hábilmente cosida dentro de la capa y se lo entregó a una ansiosa Cyan, quien abrió el envoltorio para extraer su contenido: varios pergaminos amarillentos, pero cuidadosamente doblados, los cuales nunca llegaron a su destinataria y en los que todavía se alcanzaba a distinguir el sello de cera que debería haber garantizado que sólo ella leyera su contenido.

-¿Esto es todo? ¡Debe haber más!-

-Grol-f- dijo la dulce jovencita como si estuviera reconviniendo a un niño travieso, al mismo tiempo que Estornudo y Bravata apretaban todavía más las ligaduras en las manos del cerdito.

-¡Aaaaghh! ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Ya no más!- y con la nariz apuntó a tres sitios más en distintos lugares de la capa.

Para asegurarse, Cyan y Nervios le arrancaron la prenda al enano y la registraron minuciosamente, hasta extraer cinco paquetes parecidos al anterior, entre muchas otras cosas que ni siquiera estaban buscando.

-Ya lo ves Grol-f, cómo hablando se entiende la gente- Blange hizo un gesto a los thuarfs, quienes desataron al knomm y le arrojaron un pequeño saco que tintineó al golpear el suelo.

-¡Fue un placer hacer negocios con ustedes!- el ridículo ente se apresuró a tomar el costalito y a revisar su interior -¡HEY! ¡aquí faltan...!-

Las últimas palabras se atascaron en su lengua. Rápidacomo un relámpago, Cyan desenfundó su espada y la apuntó directo a la gargantadel knomm, quien de inmediato entendió el mensaje y, como pudo, puso distanciade por medio, mientras las chicas y los thuarfs emprendían el camino de regresoa la hostería.    


Phantasya. El camino de CyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora