-¿Estás segura?-
Los negros ojos del príncipe, característicos de los "elfos verdes", se alternaban, incrédulos, entre los azules de Cyan y la esbelta y delicada cajita de madera que yacía sobre la mesa frente a él.
-Completamente- respondió la joven guerrera al tiempo que, con un gesto encantador, se apartaba de la cara uno de los rubios rizos -100 cartas, un montón más o menos de este tamaño- aseguró, al tiempo que mostraba con las manos el tamaño aproximado del paquete que habían obtenido de Grol-f en Coeur Rouge.
-Se necesita bastante habilidad para hacer algo así- reflexionó el joven medio-elfo sin dejar de mirar el objeto.
-Lo sé- asintió Cyan, un tanto descorazonada.
-¿Puedo?- con un gesto y una mirada, PRinç le pidió permiso para examinar el misterioso artefacto.
Tal como ella le había dicho, la cajita carecía de cualquier cerradura, botón, palanca o indicio de cómo debía abrirse, tampoco tenía bisagras, ni grietas, ni junturas, con excepción del borde que separaba la "tapa" de la caja en sí.
-Te das cuenta de que quien quiera que se tomara la molestia de hacer algo tan... complicado, no lo hizo simplemente para "guardar" copias de las cartas para su hija, ¿verdad?-
La hermosa guerrera no respondió, no hacía falta.
-¿Y qué piensas hacer?- preguntó él, tratando de no parecer demasiado ansioso.
-Necesito que alguien lo examine- la chica clavó una aguda mirada en el joven, quien, no obstante, se mantuvo impasible.
La brisa se coló a través de la ventana, que daba al oeste, y refrescó un poco la lujosa habitación, una de las mejores en todo Droqua Mi-nusqa, en este caso, apenas un poco menos ostentosa que la que ocupaba IRizoç DHeuro, cuya ahora enorme comitiva sólo esperaba que los augurios revelaran el mejor día para reemprender el regreso a Thrauumlänt, primero, y luego a HOuçç.
-¿Cómo están Bachiergnils y Kalaensendraa?- preguntó Cyan al tiempo que se levantaba y se acercaba a la abierta ventana, para dirigir una nostálgica mirada hacia el horizonte, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho en un gesto de desconsuelo.
-El capitán, tan taciturno y pragmático como siempre, ya no ve la hora de volver a los cuarteles de la Coenyywaechtr a cargarle la mano a los novatos y los reclutas- el tono jovial en la voz del heredero al trono de Thrauumlänt fue desmentido por una sombra de amargura en sus ojos.
Ambos sabían que el endurecido militar pasaba por uno de los momentos más difíciles en su carrera, había perdido prácticamente a toda su tropa, 19 de los mejores hombres y mujeres en el ejército de Guudercoenyg, de los cuales sólo una había sobrevivido... y a duras penas.
-¿Y ella?- preguntó Cyan con voz preocupada al tiempo que se volvía de nueva cuenta hacia PRinç.
-Despacio, pero se va recuperando. Un poco más y no lo cuenta, pero IRizoç y las otras nunjai creen que eliminaron por completo la maldición del brujo- en esta ocasión el oscuro gesto del medio-elfo se vio temperado por un tenue matiz de esperanza en su voz.
-Me alegra- respondió la rubia mientras volvía a sentarse ante la elegante mesa de caoba finamente lacada, en la que aún se encontraba el servicio de té que les habían llevado, a petición del príncipe, justo cuando la chica había llegado a la habitación en los pisos superiores de la hostería-fortaleza, el extremo opuesto del sucio sótano donde lo había encontrado hacía apenas cinco días, cinco días que ahora le parecían una eternidad.
A un lado del príncipe, un casi olvidado Neerhoelgr se apresuró a levantar la delicada jarra de cerámica para verter otro poco de la deliciosa infusión en las tazas, para luego volver a su estoica posición ligeramente a la espalda de PRinç, quien le dirigió una mirada de agradecimiento a su heraldo.
-¿Y cuándo es la boda?- quiso saber la chica, en parte por retrasar la inevitable decisión que sabía tenía que tomar y en parte por un extraño "interés" que el asunto despertaba en ella.
-¿Pero cómo...?- en esta ocasión el medio-eelph sí se vio francamente sorprendido, nunca había hablado con ella sobre el asunto y no se le ocurría nadie que pudiera haberlo hecho.
-No fue tan difícil, ustedes dos se tratan con demasiada familiaridad, además, los dos llevan el pikton kuniogion- dijo Cyan, con un tenue dejo de desilusión, al tiempo que señalaba al ahora invisible signo dibujado en el dorso de la mano izquierda de él y en la derecha de la joven eelph -lo vi brillar el día que regresamos, cuando saliste al portón a recibirla-
La intrincada marca dibujada con magia, y que brillaba cuando la pareja se reunía, era una tradición eelphen, era la "firma" de cualquier promesa de matrimonio y representaba un pacto sagrado no sólo ante la ley, sino ante el mismísimo MHagg OThouçç y se decía que si alguno de los prometidos la rompía por cuenta propia, la maldición del MHagg lo seguiría por el resto de sus días.
-Dentro de un año- contestó él, al tiempo que dirigía una nostálgica mirada a través de la ventana, pero sin tratar de pararse; la voluminosa férula que aún inmovilizaba su pierna fracturada era demasiado estorbosa como para levantarse sólo para poder mirar el hermoso paisaje que representaba EttonyhTattze-rohp a una distancia segura.
-Aquella fiesta de compromiso- recordó Cyan al tiempo que sorbía su té -¿eran ustedes?-
-Sí- se limitó a contestar PRinç mientras recordaba a la hermosa intrusa con quien había compartido un breve baile antes de que ella huyera a toda prisa por la escalinata frontal de MHagg PAlaç, dejando tras de sí una exquisita daga de cristal... y los cuerpos muertos o malheridos de varios guardias.
-¿Y entonces, piensas contarme tu plan o te lo adivino?- inquirió él con un gesto pícaro, que demostraba que no había olvidado la forma en que Cyan le había hablado apenas hacía unos días.
-No sé- respondió ella -había pensado llevarla con Mrtle Neraida, pero el viaje es largo y peligroso. Tal vez debería encargársela a alguien de confianza-
No era el peligro lo que le preocupaba, era la posibilidad de perder el preciado objeto, como casi le había ocurrido en EttonyhTattze-rohp o como seguramente habría pasado si se la hubiera llevado en su desventurada incursión a las Tierras Ásperas, de no haber sido porque la había dejado a buen resguardo en uno de los cofres de seguridad que rentaba Grand Pappa, a precios exorbitantes, a los mercaderes y viajeros.
-Te repito ¿y entonces?- el medio-elfo clavó en ella sus negros ojos, enmarcados por la diadema plateada que lo identificaba como heredero al trono de su padre. Aunque el joven príncipe entendía a la perfección el dilema al que la joven se enfrentaba, también sabía que si alguien podía ayudarle era él y, más concretamente, su madre, Muuderkns.
-Está bien- dijo Cyan con un suspiro de resignación -¿podrías llevarla contigo y mostrársela a la reina, por favor?-
Por más que le costara desprenderse de uno de los pocos recuerdos que le quedaban de su padre, también entendía que no habría lugar más seguro para el preciado (y misterioso) objeto que en manos no sólo de uno de los más renombrados nobles de Phantasya sino también uno de sus mejores guerreros, quien, además, viajaría rodeado de toda una tropa de monjes guerreros armados hasta los dientes y hacia uno de los pocos santuarios que quedaban en aquella oscura tierra.
Y, mientras entregaba la cajita, a la hermosa Cyan D'Rella no le quedó otro remedio que dejar escapar una lágrima, al darse cuenta que había perdido el derecho de atesorar cualquier cosa, sin importar lo hermosa o lo preciada que fuera; la vida y el camino que había elegido le habían quitado esa prerrogativa y rogaba, aunque con poca esperanza, a la feroz Morrigan, a la adusta Macha y a la incorruptible Badb que por lo menos le permitieran reunir a su familia una vez más.
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Phantasya. El camino de Cyan
FantasíaHuérfana, esclava, guerrera, ángel guardián o demonio de venganza; eso y más ha sido Cyan D'Rella en un mundo que se desgarra desde sus cimientos, víctima de fuerzas oscuras que amenazan la existencia misma de una tierra que solía ser una utopía, pe...