Sombras de dolor y venganza. Parte I

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Había llegado el momento de despedirse, una inquieta Cyan D'Rella había decidido que ya era tiempo de reemprender su camino, mientras Garagán Tu Han calculó que ya había pasado tiempo suficiente y ya podía volver a usar el Espejo de Sabiduría, en un último y desesperado intento por encontrar a lo que quedaba de su gente.

Los dos caminantes compartieron un amplio y aun así tortuoso sendero por poco menos de una hora antes de llegar a una bifurcación, donde una pequeña estatua de forma humanoide pero con tres rostros en su desproporcionada cabeza hacía guardia, protegiendo a los viajeros de los demonios del camino.

Un despreocupado y sonriente Garagán se inclinó ante Cyan a modo de despedida, mientras ella, a lomo del caballo, correspondía con una simple inclinación de cabeza y una sonrisa. Ninguno de los dos habló, no hacía falta, ambos sabían que así como el destino los había unido y ahora los separaba, su constante peregrinar a lo largo y ancho de Phantasya podía volverlos a reunir en el momento y de la forma menos esperados.

Para Garagán, la despedida fue relativamente fácil, la esperanza de encontrar a su pueblo le daba el ánimo suficiente para dejar todo atrás, para Cyan, en cambio, el momento del adiós fue más complicado, pero no tanto porque fuera a extrañar al gentil syclopoon (que sí iba a hacerlo), sino porque la enervante sensación que la había acompañado desde Droqua Mi-nusqa hasta los lindes de Dao Sh'atei se había asomado de nueva cuenta en las profundidades de su mente.

En parte era por ello que había decidido retrasar tanto su partida, aunque, tenía que aceptarlo, también tuvieron que ver las inagotables atenciones de Mai-ka y, sobre todo, los ruegos de la pequeña Hara-pa, quien no parecía resignarse a verla partir.

No obstante, la sensación no desaparecía, al contrario, de forma lenta pero constante, la alarma iba creciendo dentro de su corazón, hasta que decidió que, por el bien de los propios chicos, había llegado la hora de irse y así, cuando el sol apenas se insinuaba por encima de los picos más bajos de la "Cordillera de las Sombras", la guerrera y el cíclope dieron la espalda al pequeño campamento y emprendieron el camino.

El viaje sería difícil, de modo que Cyan decidió dejar atrás la mula con casi todos los regalos de PRinç XSarm e IRizoç DHeuro y cargar con lo estrictamente necesario, especialmente sus armas; el resto, casi toda la comida incluida, quedó de regalo para los chicos, gesto que todos, incluso un renuente Ii-ack, aceptaron y agradecieron con alegría.

Para la hermosa guerrera, la siguiente etapa consistía en hallar una estrecha cañada, apenas un paso de venados, que serpenteaba en medio de dos de los picos menores de Dao Sh'atei y la cual aparecía marcada en un viejo mapa que PRinç le había proporcionado y aunque nunca le explicó cómo o de dónde lo había sacado, sí le dijo que el amarillento pergamino era el único documento en que constaba la existencia de dicha vereda, la cual la llevaría a través de los agrestes montes para dejarla sólo un par de leguas al norte de Avalouhn, capital de Fälant.

La despedida fue más dura de lo que joven guerrera creyó que sería; tener que dejar a aquellos jovencitos casi a su suerte le partía el corazón, sobre todo cuando vio que Mai-ka hacía hasta lo imposible por disimular un par de lágrimas, mientras Hara-pa aparentemente había preferido no estar presente para tan difícil momento.

Sin embargo, no había nada que pudiera hacer por ellos, su misión era demasiado importante para ella como para siquiera pensar en asentarse y su vida era demasiado complicada como para arrastrar a alguien más a la constante vorágine de peligro e incertidumbre que era su pan de cada día; por otra parte, aquellos chicos, a base de tesón y camaradería, se habían construido una existencia que, si bien era difícil, era sólo suya y únicamente a ellos correspondía decidir cómo conducirla.

Poco a poco, los enormes árboles del bosque gigante dejaron colar la incipiente luz de la mañana. Pequeñas, casi diminutas manchas de luz se arrastraron lentamente por el suelo conforme el sol se alzaba hacia su cenit, seguramente frustrado por la férrea resistencia que el denso follaje oponía para que sus rayos tocaran el suelo.

Ahora, con el campamento un par de kilómetros a su espalda y el camino que se extendía serpenteante frente a ella, la incómoda sensación de que la seguían dejó de ser una simple comezón en el fondo de su mente y se convirtió en un grito de alerta de su sexto sentido (una balanceada mezcla de instinto e intuición), que puso en tensión cada músculo de su cuerpo y cada neurona en su cerebro.

¡Rápida como el relámpago, la joven desenvainó su espada y la apuntó directamente contra la garganta de...!

-¡Hara-pa! ¡Niña, qué haces aquí! ¡Por poco te mato!-

El afilado sable se había detenido a un par de centímetros del cuello de la chiquilla de cabello plateado, quien había dejado escapar un agudo grito de terror, el cual hizo volar, despavoridas, a las aves que comenzaban a despertar en un radio de unos 100 metros a la redonda.

-Lo... lo siento... Dama Cyan... pe-perdón... no... no fue mi intención asustarla-

Desmontando de su caballo, la rubia se puso en cuclillas junto a la chica y posó una mano sobre su hombro, tembloroso por el susto.

-Está bien, gracias a Macha que no pasó nada, pero no debes sorprender así a la gente, alguien podría lastimarte. ¿Qué haces aquí? ¿Le ocurrió algo a Ii-ack? ¿A Mai-ka?-

La joven guerrera notó cómo la hermosa niña dejaba de temblar, pero, a cambio, una extraña expresión aparecía en su rostro, mezcla de timidez, miedo y consternación.

-Yo... yo escuché que usted se dirige a Fälant-

La rubia no recordaba haberlo mencionado frente a los chicos, sin embargo, asintió con la cabeza, sin despegar sus penetrantes ojos azules de los extraños ojos color violeta de Hara-pa.

-Entonces... me preguntaba... yo... yo quisiera... ¡lléveme con usted! ¡Por favor, Dama Cyan! Necesito llegar a Fälant y sólo usted puede llevarme-

La rubia esperaba todo menos eso y cuando estaba a punto de negarse, la negativa quedó sellada en sus labios por el desesperado rostro de Hara-pa, quien ni siquiera intentó contener el lastimero llanto que la invadió en un par de suspiros.

-Es... es mi hermano, señora. Se lo llevaron, hace muchas lunas, ya casi 20; los elfos oscuros se llevaron a mi pequeño hermano. Es mi única familia, Dama Cyan, y yo... yo le he perdido... se lo prometí a mi madre, le prometí que lo cuidaría y ahora... ahora no sé dónde está... mi chiquito... mi pobre Ha-tria...-

La dulce jovencita se derrumbó llorando en brazos de Cyan, quien no supo cómo negarse, no supo cómo decirle que el camino que ella tenía por delante era demasiado peligroso y que no podía... no debía aceptar aquella responsabilidad, sin embargo, aquel rostro y aquellas lágrimas debilitaron su férrea voluntad y la hermosa guerrera, contra su buen juicio, no tuvo más remedio que aceptar.

Phantasya. El camino de CyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora