Revelaciones

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Sam comenzó a beber de la botella que su hermano, en vida, había comenzado, encontrándose consternado y fatal ante la realidad cada vez más aplastante de haberlo perdido de manera injusta.

Oscuras presencias, como una silenciosa maldición, habían estado actuando a lo largo de sus vidas, y es que ser descendientes de una familia de cazadores de demonios y criaturas sobrenaturales de ningún modo podría haber resultado inocuo.

Con tan sólo dos meses de vida, la visita a los pies de su cuna del demonio Azazel, de ojos amarillos, (antiguo rey del infierno antes de ser derrocado) le había valido la muerte a su madre, y años más tarde a su progenitor.

Por último su tío del corazón, un cazador que había trabado amistad con el papá de los chicos desde joven, había muerto a manos del propio Lucifer (que después de esto afortunadamente consiguirían volver a encerrar) y ahora la inquietante entidad celestial llamada Metatrón, le había hecho una herida mortal en el estómago a su hermano mayor y único pariente vivo, con la propia espada de éste, por haber perdido la redada en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, intentando frustrar el objetivo del arcángel de convertirse en una especie de nuevo Dios, ante la misteriosa y prolongada ausencia del padre creador.

El cuerpo de Dean, que se había apagado finalmente en sus brazos, cuando su agresor lo abandonó malherido, se enfriaba en la cama de la que había sabido ser su habitación, y habiendo llegado al fondo del envase de cristal y tocado fondo en todos los sentidos, el Wincheter se levantó dispuesto a hacer un último acto, a terminar su último asunto pendiente que lo llevaría hasta el instante mismo de su propia muerte.

Buscó dentro del freezer en el que la había mantenido oculta, la jeringa que contenía la última dósis de su sangre consagrada en un rito, para mediante su sacrificio humano restaurar el alma del rey del infierno, provocando por este acto que se cerraran para siempre las puertas del Averno, y perdiendo la vida en la consumación.

Le dió calor, hasta lograr que volviera a ser un fluido y a continuación la ocultó en el bolsillo derecho de su chaqueta, antes de comenzar el ritual de convocación.

Cómo una alentadora señal de la conformidad divina, comenzó una vez más a experimentar sus doloroso efectos en el externón.

Entonado en el momento indicado y de manera precisa, las palabras del conjuro, sin importarle que las mismas resonaran como eco en una profunda caverna, en la lapidaria penumbra de la biblioteca más antigua de la casa, al caer el fósforo sobre la ofrenda, en el centro de la estrella garabateada en el suelo con carbonilla, el olor a azufre invadió el lugar y lo tuvo delante, el frío e impasivo Crowley, de ojos de sangre, obligado a hacerse presente por el hechizo más fuerte y peligroso de todos.

Como rubíes los malignos iris resplandecieron:

-¿Desde cuándo tanta formalidad? -replicó amable-.

-Le debes una a mi hermano... -soltó el castaño en tono cansado-.

-Y por supuesto quieres que lo saque de ese pozo de oscuridad... -no dudó en afirmar sin dejarlo terminar la idea- pero esta vez también pretendes que te borre de sus recuerdos, de los de todos los que alguna vez tuvieron contacto contigo e incluso de las fotos y los registros escritos.... creo que me confundiste con el genio de la lámpara...

-Eres un Dios en el mundo material... ningún precio te es imposible de pagar para ganar un alma... -le respondió y sabía de lo que hablaba- creo que no desconoces que el rey antiguo hizo todo lo que estuvo a su alcance para que me convertiera en su general y al propio Lucifer no le interesaba poseer otro cuerpo sinó el mío... ¿porqué no descubres el potencial que hay en mí y lo explotas? Si me das ese pequeño deseo tan fácil de lograr para tí, me convertiré en tu general, en tú esclavo o en lo que desées.

Perdido en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora