Un susto para el mayor

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Sam recorrió las dos cuadras que lo separaban del vehículo de su hermano.

Abrió la puerta, friolento y cansado y se acomodó en el asiento del copiloto frotandose las manos, las cuales intentaba calentar con bocanadas de aliento.

Dean, con las manos en el volante colocó una de ellas sobre las del menor.

La noche estaba cálida pero antinaturalmente el chico estaba helado como un cadaver.

-Debí saber que te preocuparías por mí -dijo el menor feliz de que hubiera venido a buscarlo-.

-Debería llevarte a un hospital, pero se que probablemente ellos no podrían ayudarte... -reflexionó su hermano-.

-Estoy seguro de que no es nada grave -le restó importancia el castaño-.

-¿No recuerdas nada de lo que pasó cierto? -intentó indagar Dean-

-No... -respondió el más joven-.

-¡Una cosa se metió dentro de tu cuerpo valla a saber cómo, y trató de quemarte vivo -le respondió ofuscado- lo tengo guardado en una caja de seguridad, eran tres entidades y les gustaban los chicos vestidos de blanco.

-Qué raro... ¿Desde cuando a los fantasmas les importa el color de la ropa?...

-¿No entiendes que eso no debería haber pasado? Los tatuajes que tenemos son precísamente para que no suceda ¿ya lo olvidaste?

-Tal vez no funcione con ciertas clases de fantasmas, ¿no crees que existan otras categorías que desconocemos? ¿entidades que se manejen distinto o sean más fuertes...? -intentó hacerle ver el castaño-.

-¡¿Porqué sigues hablando de fantasmas Sammy?... esos no eran espíritus comunes, eran demónios!... unos jodidos malditos que averiguaron como burlar nuestras defensas... si antes desconfiaba de ellos ahora tengo las pruebas de que administran seres oscuros muy peligrosos.

-Dean, estas equivocado... esa gente es completamente diferente... si por alguien debieron acercarse seguro que soy la causa, siempre están rondandome... todas las personas que permanecen el tiempo suficiente conmigo mueren, porque estoy marcado... y esa marca que me hizo Azazel jamás se irá... solo que a veces lo olvido... -dijo y se oía débil, ni siquiera sus ojos estaban abiertos-.

-Todo lo que esa cosa te halla dicho, te prometo que es basura ¿Sammy?... -al volver la vista hacia él se dió cuenta de que había perdido el conocimiento. Al tocarlo en el cuello para verificar su pulso se dió cuenta de que sus pulsaciones estaban lentas y aún lo sintió helado, por lo que sus temores se dispararon.

Definitivamente debía conducir directo al hospital, si tenía un paro nadie más podría ayudarlo.

Para calmarse los nervios llamó a Robin. Ella siempre le había agradado pero en ese momento tenía fervientes deseos de matarla con sus propias manos por su actitud tan irresponsable.

-¿Qué le dieron Robín?... -increpó el mayor- ¡A Sam, ¿qué carajo le hicieron tomar?, parece que está entrando en coma...! -

Robin le nombró dos o tres hierbas raras a toda velocidad y le aseguró que nada de eso podía dañarlo, que eran cosas completamente inocuas.

-Ya lo veremos... -respondió el mayor con lágrimas de miedo, bronca e impotencia, queriéndo surcar sus ojos que no podían empañarse mientras estuviera manejando- necesito que me envíes en un texto las cosas que me acabas de nombrar para poder decirle a los médicos.

La pobre mujer asintió y le rogó que "por favor" la tuviera al tanto, a lo que Dean accedió de mala gana.

Por su gran receptividad, el contacto con entidades consumía gran parte de la energía del castaño, ocacionándole esos raros síntomas de frío y debilidad extrema, más como su hermano mayor no podía saberlo su mente se iba a lugares más oscuros.

Perdido en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora