(Kumi POV)
Salimos todos cabizbajos de aquella habitación. Di un vistazo atrás sólo para ver cómo los doctores tapaban la cara de mi amiga con esa blanca tela. Giré la cabeza rápidamente y me adelanté unos pasos. No llegué mucho más lejos, pues la madre de Paris -la cual aún tenía lágrimas en el rostro- me detuvo.
-Kumi, hoy fue un día agotador, ¿por qué no se quedan tú y tu hermano a dormir a nuestra casa? Sé que eran muy buenos amigos de mi hija. Tal vez sonará muy creyente de lo sobrenatural, pero creo que su espíritu descansaría en paz sabiendo que estuviste una noche más junto a su esencia ¿Qué dices?
Titubeé un poco antes de contestar. Era cierto que esas palabras eran un poco extrañas, y que venían acompañadas por un mal presentimiento que se alojó en mi pecho, pero sería la oportunidad perfecta para buscar las cartas. Aunque, aún así, no sabía si era pertinente aparecer en su hogar para sacarle algo en el mismo día de su muerte. Teniendo en cuenta un poco mis valores morales, respondí con algo que, efectivamente, era cierto.
-Lo siento, pero no tenemos nada encima como para cambiarnos, higienizarnos, etc. Además, ya es la mañana del domingo. Nosotros el lunes debemos ir al colegio y, además, yo tengo que trabajar por la tarde.
-¡Ah! ¡No se preocupen por eso! Los llevaremos hasta su casa para que recojan todo lo que necesitan y luego nos vamos a la nuestra.
Su insistencia me parecía sospechosa. ¿Tanto lío por que nos quedemos? No me daba buena pinta. Levanté la mirada, la cual inconscientemente había bajado hasta admirar el perfecto suelo del hospital. Estaba dispuesta a declinar la propuesta, alegando que luego los visitaríamos, mas los ojos llenos de angustiade la madre hicieron que me detuviese.
-¿Qué dices, Kumi?
Su voz había temblado más de lo que ella -aparentemente- pretendía. Su desconsuelo me llevó a aceptar. Mi respuesta hizo que la mujer esbozase una sonrisa esperanzada y que algo de brillo volviese a sus celestes orbes. Curvé levemente mis labios. Me disculpé y fui a buscar a Master.
No fue muy difícil ubicarlo; se encontraba a unos metros no más. Esperé un par de minutos a que dejase de hablar con Kobalt. Debido a la distancia no llegaba a distinguir qué decían, mas me percaté de que estaban tomados de las manos. Sonreí levemente. Era bueno que ya estuviesen mejor, pero al parecer el pequeño uke no estaba tan de humor, pues se notaba que deseaba irse. Mi hermano al captar ello le dio un corto beso en los labios y se dirigió hacia donde estaba yo. Logré ver cómo el peliceleste se daba vuelta para mirarlo afligido antes de desaparecer tras la esquina.
-¿De qué hablaron? -pregunté sin poder contener mi lado chusma.
-Paris -respondió con seriedad.
-Ya, ¿y por eso andaban como tórtolos?
-Intentaba consolarlo un poco.
-Está bien -asentí-. Ah, hey, Mitsuki nos invitó a dormir en su casa.
-¿Mitsuki?
-La mamá de Paris.
-Ah... Pero no tenemos nada.
-Dijo que nos lleva a la nuestra y después vamos para allá.
-Ah, bueno.
Dicho eso fuimos junto a los padres de la reciente difunta. Con el auto nos dejaron en nuestro hogar, donde tomamos todo aquello que nos sería necesario. Dentro de mi bolso metí lo típico: ropa, cosas de higiene, etc., y le sumé cosas particulares como mi diario, el botiquín,mi arma y municiones. Por alguna razón presentí que necesitaría los tres últimos objetos.
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Co. 59 27
Teen FictionChico nuevo, año nuevo, chicas babosas nuevas, gente nueva, típico. Lo único que no se esperaba Kobalt era a aquél chico de bufanda roja y ojos verdes. No era como el resto, eso era claro. Según le contaban era alguien amable, tierno y que siempre a...