CAPÍTULO 12

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Me despierto de buena mañana, y por fin tengo la esperanza de que hoy pueda ser un buen día. Sábado, el mejor día de la semana, el día que no está ni antes del lunes, pero que no tienes que ir a ningún lado. El sábado te puedes quedar en la cama hasta que te aborrezcas de no ser nada, pero ya son las doce del mediodía y Chincho no para de darme la brasa para que me levante, así que le hago caso y lo hago. 

Arrastro los pies por todo el suelo sin ganas de caminar. ¿Por qué tardan tanto en inventar la tele transportación? El Sol ya ha salido por completo, y sin vergüenza alguna, ilumina toda la casa cuando corro las cortinas. Mi cara en ver esa luz incandescente golpear mi cara es de sufrimiento. Un poco más y me quedo ciega. 

Me preparo el desayuno rápido. No quiero comer demasiado porque sino a la hora de la comida tendré tanta poca hambre que no me dignaré ni a probar un solo bocado. Miro por la puerta de cristal de la cocina hacia arriba, la habitación de Josh, aunque no sé ni por qué lo hago. No se merece ni la más mínima atención de mi parte. Sólo es un idiota estúpido que no sabe como lidiar con las personas que de verdad le damos un significado a un beso, un abrazo, una mirada.

El aburrimiento, supongo.

Me estiro en el sofá y dejo que pasen las horas. Sólo faltan dos horas para que la fiesta empiece, y creo que debería empezar a vestirme, pero antes reviso mi móvil para decepcionarme al no tener ningún mensaje nuevo con el que entretenerme. Lo bloqueo de nuevo y reclino mi cabeza hacia atrás. Debo admitir que cuando no tengo nada bueno que hacer, acabo haciendo cosas realmente extrañas, como ahora, que sin darme cuenta me encuentro sentada en el sofá, pero boca abajo. 

De repente, el zumbido que emite el móvil me indica que tengo un nuevo mensaje. Sin cambiar mi posición corporal lo desbloqueo para leer el mensaje. Para mi sorpresa, no tengo agregado el número.

"Hola"

Es lo único que pone en el mensaje. Me dirijo a la puerta de cristal de nuevo y dirijo mi mirada a la habitación de Josh, para observar si hay algún indicio sospechoso de sea él quien me ha mandado el mensaje. Sin éxito, vuelvo al sofá y respondo al desconocido.

"Hola, ¿quién eres?"

Pulso la tecla enviar y espero la respuesta. Veo como el desconocido se conecta y lee mi mensaje, pero sin embargo se vuelve a desconectar dejándome sin contestación. Qué rabia me da. Estoy dispuesta a insistir.

"Si simplemente me hubieses dicho alguna cosa, no hubiese sido tan evidente que eres tú, Josh. Nadie me ignora tan bien y durante tanto tiempo como tú, y eso de ignorarme hoy te lo has tomado muy a pecho."

Y enviar. Me dirijo de nuevo a la puerta y observo, entonces veo como Josh sale al balcón con el móvil y de repente se le esboza una sonrisa en la cara, y deduzco que ha leído por fin mi mensaje. La sonrisa me lo indica, a demás de el doble tic negro del Whatsapp que se ha convertido en azul en el mismo instante en que Josh ha sonreído. Entonces me dirige su mirada y levanta las cejas.

"Vaya, sí que eres observadora, ¿no? Incluso observas tanto que no te has dado cuenta de que me he ido."

Leo el mensaje que recién me ha enviado Josh y dirijo su mirada de nuevo al balcón. Ya no está. Río por dentro y lo maldigo. Este crío es insoportable.

"¿Y dónde te has metido?" le escribo antes de pulsar el botón enviar.

"¿Qué tal si miras detrás de tu puerta?" me escribe él. No puede ser. De golpe, me asusto en escuchar el timbre de mi puerta. Me dirijo hacia ella y la abro.

-Hombre Josh, que agradable sorpresa. ¿Cómo que tú por aquí? ¿A caso te gusta acosar a la gente?

-Lo siento mucho, pero es que no puedo evitarlo, es un secreto que no se lo he dicho a nadie más.

PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora