Capítulo 3: Voluntaria

688 56 7
                                    


Entro a la cocina odiándome por lo estúpida que fui, cómo se me ocurrió decir semejante cosa: "tengo que estar guapa por si acabo en el Capitolio"... ¡uf! Trágame, tierra. ¿De verdad dijiste eso, Madge Undersee? ¿no se te pudo ocurrir algo mejor? Si Gale piensa que eres una boba, pues lo tienes merecido. 

Dejo de recriminarme sola al sentir la voz de papá hablando por el pasillo, me pregunta quién tocaba por la puerta trasera y qué quería; le digo que eran Gale y Katniss, que vinieron a vender fresas y se lleva una buena cantidad en un plato. Ambos somos adictos a las fresas. Poco rato después me siento de nuevo ante el piano y toco una melodía suave y armoniosa, esperando que sea del agrado de mi madre, que descansa en el segundo piso de la casa. Mi madre sufre fuertes dolores de cabeza y siempre está deprimida, muy triste, desde que murió su hermana gemela, mi tía Maysilee, que yo no alcancé a conocer. Cuando yo nací, volvió a "revivir" por un breve tiempo, unos tres años, creo, luego volvió a sumirse en la melancolía. Nunca ha podido superarlo. 

Puesto que mi padre es el alcalde del distrito, vivimos en una gran casa, la más grande en realidad, está en un costado de la plaza y enfrente del Edificio de Justicia. La planta baja es la alcaldía, donde trabaja mi padre, también hay una sala para reuniones, oficinas, baños del personal y la cocina. A partir del primer piso es nuestra vivienda, ahí están el comedor, la sala, la biblioteca (donde leo, estudio y  toco el piano), el despacho privado de papá, un baño y dos cuartos de visitas. Nuestros dormitorios y baños están en el segundo piso. También hay un desván al que nunca subo y un sótano donde almacenan cosas de aseo y archivan los papeles y otras cosas. 

Dejo de tocar el piano y escucho sin querer una conversación.

- Por supuesto, señor vicepresidente, todo está listo y la señorita Trinket ya ha llegado al distrito, ahora se encuentra descansando porque el viaje desde el Capitolio la dejó muy agotada -escucho decir a mi padre por teléfono, que olvidó cerrar la puerta de su estudio -. A las dos en punto comenzaremos, los camarógrafos ya están aquí también, todo está preparado para la cosecha.

Malditos Juegos del Hambre y maldito Capitolio. No les basta con tener a la gente en el círculo vicioso de la miseria y trabajos mal pagados; no, por si eso fuera poco, tenemos que mandar todos los años un par de chicos, uno de cada sexo, a matarse junto con los tributos de los otros distritos. Incluso podría ser yo. Cada año, a partir de los doce y hasta los dieciocho, tienes una papeleta extra. Yo tengo cinco, como dijo Gale; en verdad son pocas posibilidades, pero no imposible. Prefiero no pensar en eso por ahora y vago un rato por la casa silenciosa, luego saco el álbum de fotos y me entretengo mirando los retratos familiares. Mamá nunca sonríe, excepto en las fotos de cuando era joven, antes de la muerte de su hermana. La madre de Katniss era muy amiga de las dos, ese es otro motivo por el que ella me cae bien, aunque no sé si sabe el vínculo que compartimos, me gustaría ser su amiga de verdad, como lo fueron nuestras madres. Mi padre llegó desde el Capitolio dos años después y se casó con mamá, luego nací yo y, hasta donde sé, mamá no quiso tener más hijos, algo que lamento ya que no tuve con quien jugar de pequeña, parece ser que estuviera destinada a la soledad: no tengo hermanos ni hermanas, ni primos, las chicas del colegio me evitan, mi padre trabaja casi todo el día y mi madre vive encerrada con sus jaquecas. Sólo me entretengo tocando el piano, leyendo libros y a veces converso con las mucamas si no están muy ocupadas. Hoy tienen el día libre y eso me recuerda calentar el guiso que dejaron medio preparado para el almuerzo. 

Voy a la cocina otra vez, pero primero me pongo un delantal para no manchar mi vestido, quiero decir, el vestido de mamá. Pongo a macerar las fresas con un poco de azúcar y me cercioro que la crema esté bien fría, dentro de la nevera desde anoche. Luego meto al horno la carne con guarnición de verduras y pongo a cocer las papas. Me gusta cocinar. Le he pedido varias veces a Hannah y Rose que me enseñen, pero no siempre tienen tiempo o me dicen que no necesito aprender, que soy una señorita de buena familia y que siempre estaré servida. Pero igual he aprendido algo mirando cómo cocinan ellas. Me sirve de distracción, ya que después del colegio y los deberes, me sobra tiempo y no puedo estar toda la tarde tocando siempre el piano. Aliño la ensalada, las mucamas dejaron las verduras lavadas y cortadas en la nevera, pruebo la sazón y llamo a mi familia a almorzar mientras pongo los cubiertos en la mesa. También tengo que avisarle a nuestra invitada de honor de hoy.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora