Capítulo 71: Sangre, Fuego y Cenizas

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Gale y yo fuimos de la mano donde las Everdeen. Yo iba flotando casi, no podía creerme aún que Gale y yo nos hubiéramos casado en aquella casita junto al lago.

Sin embargo, apenas llegamos a casa de mi mejor amiga, debimos guardar la compostura. Hazelle ya nos había llamado la atención al contarle. Y no era prudente demostrar nuestra felicidad a su madre y hermana, con Katniss jugándose el pellejo en la arena junto a Peeta y sus aliados.

De todos modos, ambas mujeres se fijaron en mi vestido blanco, demasiado elegante para un día cualquiera, incluso un domingo radiante como aquel. Con la emoción, había olvidado cambiarme, aunque por suerte ya no llevaba la corona de flores, Posy se la adueñó y la dejé... pero a pesar de mis esfuerzos por borrarlo, mi vestido estaba arrugado y sucio, había rodado por la hierba con él (con Gale encima, quitándomelo) y se notaba.

Nos sentamos en el sofá, la señora Everdeen sirvió café y Prim puso un plato de galletas, obsequio del señor Mellark. Pronto las galletas y el café quedaron relegadas mientras fijábamos nuestra atención a la pantalla.

El Vasallaje se ha vuelto un caos ingobernable. 

Me pregunto si fue algo planificado por los tributos y Plutarch Heavensbee. ¿Es parte del plan que todo se salga de control?

Tengo la impresión que no, sobre todo porque no estaba previsto que Brutus y Enobaria cortaran el cable. Ahora parece que todos se persiguieran unos a otros. Peeta partió sin esperar a Finnick, angustiado y desesperado, a buscar a Katniss para protegerla. Finnick también busca a mi amiga y a Johanna.


— ¡Katniss... Katniss! ¿Dónde estás?... ¡No, Chaff, nooo!


Chaff encuentra la muerte a manos de Brutus, que le hunde un cuchillo en el corazón. Peeta apareció justo entonces entre el follaje y se delató con sus gritos. Es tarde para hacer algo por Chaff, el cañonazo ha sonado, pero Peeta arremete contra Brutus, que también va por él, con una sonrisa retorcida en su rostro.

La pantalla se divide en dos, luego en tres y hasta cuatro para mostrarnos diferentes escenarios del coliseo de lucha. Enobaria sigue las huellas de Johanna sobre la arena mojada, pero pierde la pista cuando Johanna reingresa a la selva. Faltó poco para que entrara a la cuña de los escorpiones carnívoros pero retrocedió al verlos y entró a la siguiente porción. Finnick parece no tocar el suelo, entre saltos y carreras, buscando a las chicas. Peeta es más pequeño que Brutus, pero más ágil; lo derriba enganchando su prótesis tras la pantorrilla de su oponente y se abalanza sobre él, enterrando un cuchillo en su yugular. Suena un nuevo cañonazo.

Sin embargo, es Katniss quien me preocupa más que el resto de los tributos. Debe estar pensando que Johanna la atacó... y, bueno, eso es lo que parecía, una cobarde traición. Al menos eso piensan Caesar y Claudius, que no se muestran en pantalla pero siguen comentando.


— ¡Pobre Katniss, está muy mal! —solloza Prim, viendo cómo se levanta con dificultad, tambaleando y vomitando los mariscos.


Intento tranquilizarla, asegurando (como me informó Debbie al teléfono) que Johanna no atacó a su hermana por traición, sino para extraerle el rastreador. Además, Johanna la embetunó con su propia sangre, cosa que los profesionales la creyeran muerta o casi.


— ¡Vamos, Katniss, tú puedes hacerlo! ¡Vuelve y busca a Peeta! —le ruego aunque no me escuche desde aquí.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora