Capítulo 8: Una Princesa en la Veta

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Madge Undersee está roja como una amapola mientras sostengo la mirada en ella. Seguro está avergonzada de lo que pasó por la mañana. Es por aquel "accidente"

No tenía muchas ganas de entrar a clases y ser aleccionado sobre la importancia del carbón, cómo debemos extraerlo con orgullo porque nuestro producto alimenta las calderas, chimeneas y cocinas de Panem. No, señor, ya estoy harto de eso. Desde niño he sabido que terminaré siendo un minero, que trabajaré doce horas al día, ¡doce!, ganando una miseria, que puedo morir aplastado en un derrumbe, volar en pedazos o quedar amputado en un accidente y que mis hijos también serán mineros... pero que me digan que debo estar orgulloso de mi trabajo, es demasiado que soportar. 

Por eso y porque quería estar solo, desahogar mi frustración, decidí capear clases en el último minuto que faltaba para entrar a la sala. Soy rápido y silencioso, por lo que puedo escabullirme por pasillos y escaleras del colegio sin que me pille el maldito del inspector. Nunca me ha pillado. Si tuviera que quedarme a castigo, son horas menos de caza y menos presas que intercambiar. El patio trasero del colegio casi siempre está solitario, nadie viene aquí a menos que quieras darte una cita con una chica, beber licor o fumarte un cigarro a escondidas. Pero yo no fumo ni bebo, aunque sí me he citado con chicas a la hora de salida o en un recreo. 

A esa hora el patio estaba vacío y caminaba de un lado a otro pateando piedras, nervioso. No llevaba ni cinco minutos reflexionando sobre cómo estaría Katniss y qué estaría haciendo, cuando sentí un ruido ahogado. Era un sonido apenas perceptible, pero mis oídos entrenados de cazador me alertaron que alguien estaba bregando y jadeando al otro lado del muro, alguien que llegó tarde e intentaba subirse a los contenedores de la basura para saltar la pandereta y entrar a la mala. Me acerqué al muro para ver de quién se trataba esta vez, entonces vi unos zapatos y unas piernas femeninas bien contorneadas asomándose allá arriba. Era una chica... aún no sabía si era de la Veta o comerciante, pero con muy buenas piernas. Debería haberla ayudado... pero me quedé hipnotizado con sus extremidades y cuando vi que era nada menos que Madge Undersee, me sorprendí todavía más. ¿Qué no vive a seis cuadras solamente? Se habrá quedado dormida, pensé mientras la veía luchar por no caerse, es un metro y medio de altura. Yo estaba abajo, mirando sus piernas (esta época de calor es la única ocasión que podemos verle a las chicas algo más que las pantorrillas y los tobillos) y quise tomarle el pelo para divertirme un poco a costa suya.

- Hey, ¿la princesa escalando muros? ¿su alteza se quedó dormida? ¿o sus empleados estaban ocupados y no la trajeron en su carruaje? -le pregunté riendo.

Ella se asustó y se sorprendió al escucharme, perdiendo el precario equilibrio sobre el muro. Lo más gracioso, y la mejor parte para mí, fue que el dobladillo de su jumper se enganchó en el borde irregular de hormigón y Madge quedó colgando con la prenda enganchada y subida hasta la cintura. ¡Guau, qué trasero! ¡Vaya sorpresa que se traía la hija del alcalde debajo del jumper del colegio! Llevaba unas coquetas bragas rosadas con encaje, que se amoldaban perfecto a sus redondos glúteos... honestamente, debo reconocer que tiene un trasero espectacular, el mejor que he visto hasta ahora, incluso me entraron unas ganas de pellizcarlo o bajarle los calzones para ver más, pero habría sido muy grosero por mi parte, por lo que sólo me dediqué a contemplar sus nalgas, cubiertas por esa pequeña tela rosa. Entonces Madge cayó como costal de papas en la tierra. 

Eso también fue gracioso. Ver cómo la mimada hijita del alcalde se daba contra el suelo luego de regalarme la visión de sus nalgas perfectas y redondas enfundadas en aquellas bragas rosa helado de fresa, fue lo mejor del día. Tuve que contenerme para no reírme a carcajadas. Claro que a Madge no le hizo tanta gracia como a mí, se levantó sobándose y sacudiéndose el polvo del uniforme, luego me preguntó por qué no entré a clases y por qué no la ayudé a bajar; le dije que quería estar solo, de mala gana. Luego y como, al parecer, no se había dado cuenta que mostró más de lo prudente, acerqué mi cara a la de ella sonriendo con picardía y le dije que no la ayudé porque estaba ocupado mirando sus piernas. "Lindos calzones... el rosa le queda bien, su majestad", exclamé a continuación, sabiendo que eso la molestaría mucho. Ella se puso roja como una fresa, bueno, cualquier chica decente se avergonzaría en un caso así, quizás alguna que quisiera sexo aprovecharía el momento, pero obviamente que Madge no era de ésas. Apuesto que es virgen, es más, apuesto que nunca le ha dado un beso a un chico... nunca la he visto con ningún chico. Madge suele andar sola, algunas veces sé que almuerza o hace pareja con Katniss en deportes, por eso fue que llegué a reparar en la rubia callada y tímida al lado de mi amiga. 

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora