Capítulo 11: Amantes Trágicos

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Esto es increíble. Primero tuvimos una voluntaria, algo nunca visto en el 12. Cuando entregaron las puntuaciones de los tributos luego del entrenamiento a que fueron sometidos, Peeta Mellark, el panadero, obtuvo un ocho de un total de doce... nada mal, a la par con los profesionales. A continuación, muestran el puntaje de Katniss Everdeen, ¡obtuvo once puntos! ¡es la puntuación más alta que he visto y recuerde! Estaba saltando en nuestra sala, brazos en alto, sin importarme mi rodilla aún cicatrizando, mientras mi padre aún estaba atónito pero contento, cuando escuchamos gritos de gente en las calles, como si fuera Año Nuevo o Festival de la Cosecha. "¡Viva Katniss!"; "¡Hurra por Peeta!", escuchaba entre medio de otros vítores jubilosos. 

Corrí a la ventana, papá me siguió poco después: la gente del distrito se había volcado a las calles a celebrar, por primera vez, había una sensación de esperanza casi tan tangible como el aire, no lo puedes ver ni tocar, pero sabes que existe y que está ahí. Hasta los agentes de la paz se abrazaban con los ciudadanos, algunos ya estaban en la plaza viendo la transmisión por la pantalla gigante (por si no fuera poca la crueldad de los Juegos mismos, el Capitolio manda montar pantallas en las plazas de cada distrito, para que todos vean, la transmisión de todo lo relacionado a los Juegos es en cadena nacional y todos debemos verla). Imagino que en la Veta la gente debe estar igual de feliz, celebrando también el puntaje de Katniss, ellos le tienen mucha fe. Imagino que Gale debe sentirse muy esperanzado también, al igual que la señora Everdeen y Primrose. Deben tener fe y esperanza también, como todos ahora en el distrito 12. Quisiera unirme al festejo en la calle, pero me retiene la idea que nadie celebrará conmigo, nadie me hace caso, pasaré tan desapercibida como de costumbre, nadie querrá abrazar a la hija del alcalde y celebrar conmigo. También me retiene la voz de mi padre, que me pide no saltar más porque mi rodilla todavía no está del todo curada, aunque la cicatrización va bien y casi no me duele, excepto cuando me puse a saltar de arriba a abajo, como cuando bailo y salto con las cheerleaders del colegio. De hecho, si no fuera por la herida, estaría haciendo piruetas de felicidad.

- ¿Mamá? ¿estás despierta? -entro sin golpear, abriendo la puerta de a poco y hablando en voz baja por si mi madre estaba dormida por los calmantes.

No, hija, entra... no puedo dormir con todo ese bullicio afuera, me despertaron esos gritos -dice con la voz y cara aún adormecida, como si acabara de despertar- ¿Qué es todo ese alboroto? -pregunta luego de sentarse en la cama, frunciendo el ceño.

- ¡Katniss, mamá, Katniss Everdeen sacó once puntos! -le explico con voz alegre y añado-: ¡Peeta Mellark tampoco estuvo mal, consiguió un ocho! La gente salió a las calles a celebrar porque creo que nunca nuestros tributos habían sacado tan altos puntajes... Katniss ha batido el record de...

Me interrumpí bruscamente antes de mencionar "los Juegos". Mencionar los Juegos del Hambre, o algo que tenga que ver con eso,  pone muy sensible a mamá, por lo que es una frase que no se menciona en su presencia. 

- ¡Qué bien, hija, es una buena noticia! Eso quiere decir que tu tía y el sinsajo la están ayudando -me sorprendo de escuchar su voz tranquila, sin dolor, al mencionar a su hermana.

Mamá parece genuinamente contenta y su expresión es serena, igual que su rostro. "¿Crees que podrías bajar a cenar con nosotros esta noche?", me aventuro a preguntarle, esperanzada. "Tal vez, hija, tal vez... haré el intento, ¿no importa si no me visto y voy en camisón y bata?", me pregunta ella, como si me pidiera permiso. Resulta extraño escuchar a tu propia madre preguntarte si puede hacer algo... y es peor cuando se vuelve costumbre. Pero sólo asiento y le digo que no nos importa, que puede ir así, en realidad, poco me importa si hace el esfuerzo de bajar y acompañarnos a comer. Me gustaría que se vistiera y se arreglara el cabello, pero sé que es mucho pedirle. Entonces se me ocurre que tal vez acepte algo de ayuda, voy a su tocador, traigo cepillo y le desenredo el pelo desordenado. Se lo arreglo en una simple cola de caballo que amarro con un elástico blanco sencillo que había sobre el tocador. Le sugiero que se dé un baño de tina caliente y para mi deleite, acepta de inmediato y de buena gana que le prepare yo misma la tina. Mientras la dejo remojarse busco en sus cajones un camisón limpio, dejando en la cesta de ropa sucia el otro arrugado y manchado de comida. Elijo uno de color amarillo suave y una bata blanca que dejo en su cama, luego de estirarla un poco. Tenemos servicio doméstico, pero no me molesta en absoluto hacer estas pequeñas cosas por mi madre. 

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora