Capítulo 45: Baile y Celebraciones

427 21 7
                                    


Después de toda la euforia por el triunfo de Peeta y Katniss, en un angustiante final no apto para cardíacos, estuve muy ocupada ayudando a atender a las visitas, recién tipo cuatro de la tarde pude salir un momento. Si no salía de mi casa, siquiera un par de minutos, creo que iba a explotar de tanto aguantar a esos idiotas. A mamá le quedan pocas medicinas, por lo que usé aquello como excusa para escaparme un rato de Effie, que insistía en hacerme probar los vestidos para decidir cuál usaría en cada ocasión, y de Mark, el estilista que llegó casi a mediodía, para "ver si podemos dejar presentables para las cámaras a las familias de los vencedores". Supongo que lo dijo con buenas intenciones, pero no dejó de sonar despectivo. Sin embargo, los Mellark no se aparecieron por aquí; la señora Everdeen sí vino a retirar el vestuario que Effie trajo para ella y Prim, agradeciendo el ofrecimiento pero que preferían vestirse y peinarse ellas mismas en casa. Yo habría hecho lo mismo de tener elección, pero no la tengo, esta es mi casa y no tengo más alternativa que permitir que jueguen a vestir la muñeca conmigo. El caso es que logré arrancarme un rato antes que comenzaran a usarme de maniquí y me encaminé a la farmacia.


- Lo siento, no nos ha llegado más morfina ni las otras medicinas de tu madre -me indicó la boticaria, negando aproblemada. Somos sus mejores clientes.

- ¿Y las pastillas anticonceptivas? -inquirí.

- Tampoco. Ni siquiera tenemos condones... tus padres deberán esperar. Pero creo que llegarán mañana.


Mi madre usa pastillas anticonceptivas desde que yo pueda recordar. Su frágil salud debido al síndrome de fatiga crónica no le permite sobrellevar un embarazo sin correr riesgos. Se gatilló poco tiempo después que yo nací, por eso soy hija única. Sé que tuvo dos o tres pérdidas en mi infancia, aún recuerdo la alegría que sentía cuando me anunciaban que tendría una hermanita o hermanito... y luego la tristeza de todos cuando mamá sufría un aborto por las fuertes y dolorosas crisis de su enfermedad. Con el tiempo, fui aceptando que ser una niña solitaria era mi destino. Desde hace varios años me encargo de ir por la lista de medicinas de mi madre, incluidas las pastillas. Sólo que esta vez pensaba pedir dos cajas. Pero Gale y yo también tendríamos que seguir esperando.

Regresé frustrada a casa, esperando pasar desapercibida entre el jaleo que tenían Effie, Rita y su equipo con llamados al Capitolio y el que produjo la llegada de Mark mientras un par de agentes acarreaban sus maletas a un cuarto de huéspedes. Ocho maletas para quedarse sólo unos días. Cuando dejaron caer una por accidente en la escalera chilló como si lo acuchillaran, que tuvieran cuidado porque traía maquillajes exclusivos, en envases frágiles y delicados. "No estás mal, para ser del 12", me dijo luego de ser presentados. "Y siendo la hija del alcalde, debes vestirte a la altura de las circunstancias, para traer un poco de glamour a este distrito tan bárbaro y atrasado", agregó Effie, que parecía pendiente de todo, por lo que no logré mi cometido. Sin los Mellark ni las Everdeen para hacer su trabajo, me tomaron como conejillo de Indias para experimentar sus ideas de elegancia y glamour conmigo. Mamá se libró con la disculpa que no se sentía bien y no la culpo por encerrarse en su pieza. Llevaba como una hora ensayando vestidos y caminar con los tacones cuando escuché a Gale silbar hacia mi ventana. 


- ¿Escucharon eso? Me pareció oír un silbido -señaló Effie mirando hacia la ventana.

- Un silbido muy extraño, no reconozco esa canción -añadió Mark.

- Debió ser un sinsajo, repiten las melodías. Debió haberla escuchado de alguien, quizás un minero -repliqué de inmediato, restándole importancia. 

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora