Capitulo 25
A pesar de que no quería volver a Los Ángeles para nada, no iba a hacerle algo así a Taylor. Él era mi mejor amigo, un hermano para mí.
Volver a LA traería muchisimos recuerdos. No. No eran recuerdos. Eran cosas muy recientes para ser recuerdos. Pero abrirían heridas que aún no han si quiera cerrado.
- Alex, ¿estás bien?
Sali de mi mundo para escuchar la voz de Thomas. Que estaba recostado en mi cama y acababa de despertar.
- ¿Que hay? - dije pretendiendo que todo estaba bien.
- ¿Qué pasó? - se levantó con cara de preocupación.
- Nada, nada. - dije haciendo un gesto, mientras me alejaba de él para que no viera las lágrimas que seguramente tendría. - Tengo que irme. - dije tomando un vestido corto negro que encontré tirado en el suelo, me puse unas converse negras completamente destruidas (pero así son mejores).
- No puedes irte, ¿tienes autorización? - dijo tratando de seguirme el paso mientras yo tomaba una bolso y metia dinero y algunas cosas más. Me detuve a mirarlo cuando escuché esa pregunta. - Cierto, eres Alex, no la necesitas.
- Tu tampoco.
- No me gusta romper las reglas.
- Lo sé.
- Genial.
- No deberías juntarte conmigo, no soy como tú.
- ¿A que te refieres?
- Eres bueno. Yo no lo soy. Eres sano. Yo estoy volviéndome una completa loca. Tienes opciones y chances de tener un futuro. Yo no lo tengo. Puedes ser feliz. Yo no, no lo merezco.
- Alex no digas eso, por favor.
Una lágrima cayó por mi mejilla.
La sequé de inmediato.- Odio que me vean llorar. - dije enojada.
- Alex, - dijo Thomas tomando mi mejilla y acariciándola - soy yo, Thomas, el señor "genial", no tiene que avergonzarte llorar frente a mi.
- Llorar es de débiles. Mi padre siempre me lo decía. Y yo no soy débil, yo soy fuerte. - dije limpiando la lágrima que inevitablemente saldría.
- Llorar no es de débiles. Nacimos llorando porque llorar es tomar aire, sacar lo que nos duele... y seguir adelante.
En mi cara se formó una pequeña sonrisa. Muy pequeña.
Thomas limpió una lágrima que caía por mi mejilla.
- Puedes llorar. - me susurró al oido y luego me abrazó fuertemente.
Interrumpi el abrazo y comencé a dar torpes pasos hacia atrás. Él me miro confundido.
- Tengo que irme. - dije tratando fe dejar de llorar.
- No me dejes, Alex. Por favor.
- Volveré.
- ¡No! - gritó de repente. - ¡No! ¡No me mientas! - sus manos se hicieron puños y las venas en sus brazos se resaltaron. - Tu, mejor que nadie, sabes lo que me cuesta abrirme con una persona, ¡y lo lograste! Lograste que te hablara y que te contara cosas que nunca en mi vida le he contado a otra persona. Fui honesto contigo, ¡asi que por favor no me mientas ahora! - Thomas comenzaba a llorar y yo hacia lo mismo.
- Lo siento... No puedo hacer esto. Tengo miedo.
- ¿Miedo?
- Estoy empezando a querer a gente de aqui y siempre que siento eso termino arruinando todo, lastimando a las personas.
- No siempre tiene que ser así.
- No. Pero lo es.
- Ok. Esta bien, no me interesa.
- ¿Que?
- Lastimame, rompeme el corazón, no me interesa. Solo no me abandones ahora.
Se me escapó una lágrima al escuchar esas palabras. Me recordó a Austin y como le rompí el corazón. Me recordó que lo estaba por hacer otra vez.
- Una vez alguien me dijo que nunca hay que dejar ir facilmente a alguien importante en tu vida. Tal vez nunca volvamos a conocer a alguien asi. - dijo Thomas.
Me acerqué y besé su mejilla. Antes de alejarme le susurré al oido un lo siento mucho. Esa oración deberia ser mia. La uso tanto.
Me odio.
Tomé mi bolso y salí de alli corriendo. Escuché que Thomas tiraba cosas enojado. Pero no me detuve. Me escapé una vez más, del internado y de mi vida. Tan típico de mi.