Hola de nuevo

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  PV Tom

  Ya había pasado un mes desde que volvía a casa, Marzo se adentraba junto con la primavera y las cosas empezaban a ir mejor. Leonard ya se levantaba de la cama y bajaba hasta la cocina, sus hermanos estaban más tranquilos y su madre ya no le miraba con tristeza. Por mi parte también me encontraba mucho mejor, volví a recuperar las fuerzas, pronto volveré al campo junto con los judíos y podré volver a Asa, le echaba tanto de menos. Además no está pasando por buenos momentos, intenta ayudar a todos los judíos que puede ya que la polio está arrasando con todos, es un milagro que Asa no enferme. En sus cartas me ha escrito cómo va la situación y cuantos son los que dejan de vivir. Ojala acabe la guerra, ojala termine ya para dejar de llorar.

Una mañana mientras me dirigía a casa de Leonard me di cuenta en lo que había cambiado el barrio, los niños ya no jugaban en la calle, la gente ya no reía, todo era tan diferente. Seguí caminado y entonces me dí cuenta que alguien me seguía. Paré, me giré pero no vi a nadie, entonces comencé a ponerme nervioso. ¿Quién me estaría siguiendo? Seguí caminando y volví a oír esos pasos, giré de nuevo pero no vi a nadie. Así que pase de largo.

Al llegar a casa de Leonardél se encontraba en la cocina desayunando algo de pan con un vaso de leche.

-Buenos días Tom. ¿Qué tal hoy?

-Como siempre.

-¿Quieres comer algo?

-No, ya desayuné gracias.

Me senté a su lado y le observé mientras comía.

-Oye Leonard, ¿Cuándo saldrás a la calle?

-Pronto, solo espera un poco más.

-¿Y por qué esperar más?

-Tom, dejemos el tema.

Me levanté.

-No lo hagas por lo que piensen los demás.

-Para ti es fácil decirlo tienes dos piernas.

-¿Y?

-Pues que a ti no te miran como a mí.

-Si sigues pensando así nunca saldrás, es mejor que lo afrontes cuanto antes.

No dijo nada, simplemente siguió comiendo.

-Voy a ayudar a mi madre, esta tarde volveré.

Al salir de la cocina Eddie se encontraba en el salón.

-Ya lo he intentado pero no entra en razón. Le he dicho que él es libre y que puede salir cuando quiera, que no hay necesidad de estar aquí encerrado, que él no es como yo.

Entonces me acerqué a él.

-Sigue insistiéndole, algún día se dará cuenta.

-Eso espero.

-Gracias.

-Gracias a ti por no delatarme. Bueno vuelvo a mi guarida.

Subió las escaleras cuidadosamente y se esfumó en la oscuridad. Yo le observé con lastima pero a la vez con alivio, estaba mejor aquí que allí.

Cuando llegué al local de mi madre no dejé de ayudarla en ningún momento, ella insistía en que me fuera a casa, en que tenía que descansar pero yo sabía que ya no me hacía falta. En el fondo mi madre tenía miedo en que me recuperara, no quería que me volviese a marchar, temía que la próxima vez llegase peor.

Cartas de un judioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora