Tú me haces fuerte

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    PV Asa

  Tom no paraba de llorar y eso me dolía. Lo que acababa de presenciar no era de muy buen gusto. Mientras lo abrazaba pensé en Boris, me sentía tan culpable. También pensé en Adriel, en mi madre, en mi padre, en todas esas personas inocentes que no tenían culpa de nada. Más tarde Tom paró de llorar se sentó en el suelo y dijo.

  -Tengo que sacarte de aquí.

Le miré sorprendido.

  -¿Pero cómo?

  -No lo sé, pero tengo que sacarte.

  -Tom no vas a poder.

  -Lo conseguiré, no sé ni cuándo ni cómo pero lo conseguiré.

Después de aquellas palabras se alejo, me pareció muy valiente por querer hacer eso pero no creo que lo consiga, solo hay una forma para salir de aquí y es la muerte.

     Por la noche mientras dormían alguien me despertó.

  -Emm que. Dije.

  -No puedo dormir.

 Abrí los ojos, era Tom.

  -Tom, no puedes estar aquí, vete.

  -Ven conmigo, no quiero estar solo.

Seguidamente me levante.

  -¿A Dónde?

  -Ven.

Mientras caminábamos en dirección a donde dormía él me quede mirando las estrellas y sonreí, allí en lo más alto estaba Boris con una gran sonrisa. Más tarde volví a recordar aquel día pero ya no me sentía culpable, él estaba bien y era libre.

  -¿Aquí murió Boris?- Dijo Tom.

  -Sí, fue aquí.

Entonces elevó la mirada y sonrió.

  -¿Esto fue lo último que vio?

  -Sí.

 Siguió contemplándolas. 

  -Tu hermana está con él, y también sonríe.- Dije.

  -¿Estará bien?

  -Seguro que sí.

Aquella noche las estrellas se observaban muy bien, tanto como el día en que maté a Boris. Por un rato no dijimos nada, solo las observamos. Más tarde me llevó a su habitación.

  -Tom, aquí no puedo estar.

  -Tranquilo nadie se dará cuenta.

Su habitación no era muy grande pero era acogedora. Tenía una gran cama y un pequeño cuarto de baño.

 -¿Te quieres bañar?

  -¿Puedo?

  -Claro- Dijo sonriendo.

  Cuando entré en el baño me di cuenta que había un pequeño espejo, entonces comencé a llorar. Tom entró rápidamente.

  -¿Qué ocurre?

Seguí llorando.

  -¿Estás bien?

  -Sí...es que hacía tanto que no me veía en un espejo, que no me acordaba como era.

Entonces me abrazó.

  -Puedes venir a verte siempre que quieras.

Sonreí.

Cartas de un judioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora