CAPÍTULO 9

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 Mime detuvo en seco el sonido de su arpa. Penril, que acariciaba la testa de uno de sus lobos, alzó la cabeza y pareció husmear el aire.

-Aquí vienen-murmuró

El guerrero de Alioth estaba en lo cierto. Dos figuras envueltas en tonos dorados y cobrizos avanzaban con lentitud, impasibles, hacia ellos. Una de ellas portaba una lanza, mientras que la otra crujía sus nudillos.

Tras una mirada rápida, Mime continuó con su melodía, que cada vez parecía más melancólica. Ambos generales se detuvieron al escuchar el sonido, titubearon un instante y continuaron avanzando. Krishna blandió la lanza en su mano y la arrojó con todas sus fuerzas hacia el guerrero de Eta, que no pareció siquiera inmutarse. En el instante en que parecía que la lanza lo atravesaría de lado a lado, la imagen del guerrero divino se desvaneció, dejando al general estupefacto. El verdadero Mime se encontraba detrás de él. Eo de Escila encendió su cosmos en un abrir y cerrar de ojos, y descargó el aguijón de su abeja sobre el cuello del guerrero de Eta. Dispuesto a dar otro picotazo, su golpe se vio detenido por la Garra del Lobo de Penril. Mime se alejó con un rápido movimiento, mientras Eo se frotaba la mano herida.

Mime posó la mano sobre el golpe que había recibido en el cuello, de donde salía sangre a borbotones. Mientras tanto, Krishna se había apresurado en recoger su lanza, pero se encontraba rodeado por la manada de lobos de Penril.

-¿Es así como luchas?-gritó el general de Crisaor a Alioth-.No pensé que necesitases un ejército de animales para enfrentare a nosotros, pero, por lo visto, tienes miedo.

Penril sonrió.

Una sola nota salió del arpa de Benetasch, seguida por una queda risa.

-Por lo que veo, Krishna de Crisaor, eres tú quien está asustado de unos simples lobos.

Penril se llevó dos dedos a los labios y emitió un agudo silbido, por el cual los lobos se abalanzaron sobre la marina. Blandiendo la lanza, se enfrentó a ellos. Tras herir a dos, su amo silbó de nuevo y los lobos se alejaron, quedando a una distancia prudencial.

Un fuerte golpe sacudió el cuerpo de Penril, que por un momento sintió como si todo su cuerpo fuese estrangulado. A duras penas, se incorporó, maldiciéndose a sí mismo por haber bajado la guardia.

-Vaya, parece que te distraes, Alioth-sonrió Escila-. Dejadnos pasar ahora, y os perdonaremos la vida. Negaos y será vuestro final.

Mime acarició de nuevo las cuerdas de su arpa,  extendió los dedos y finos hilos salieron de sus manos, golpeando con fuerza al general del Pacífico Sur, que cayó de bruces al suelo y trató de levantarse tembloroso.

-Ahí tienes nuestra respuesta-susurró Benetasch.

*                                           *                                           *

El golpe en la cabeza con la flauta le había pillado desprevenido, pero al menos tuvo tiempo de dar una patada a su adversario, con lo que ambos acabaron en el suelo. Siren se llevó la mano al hombro donde había recibido el golpe. Le había hecho más daño del que esperaba. Zyd se dio cuenta de que su casco había salido despedido. Al llevarse la mano a la frente ésta se empapó de sangre. De hecho su ojo izquierdo quedaba nublado por el constante gotear de la herida de la cabeza y se vio obligado a cerrarlo. Una vez más, encendió su cosmos, trató de concentrar su poder en la mano derecha y descargó la Garra del Tigre Vikingo sobre Siren. De nuevo el general trazó un círculo con su flauta. Esta vez el golpe fue totalmente detenido.

Kanon de Géminis: Asgard vs PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora