CAPÍTULO 11

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La armadura parecía hecha a medida de Hilda, se había colocado sobre su túnica con tan sólo el pensamiento de la sacerdotisa. Asió con fuerza el cetro y subió de nuevo las escaleras que la llevaban hasta la capilla. El altar volvió a situarse en su lugar, las velas se apagaron y la valkiria dejó la habitación para salir al patio.

 Un fuerte chocar de cosmos la sacó del su trance. Por un momento pensó que le sería posible identificarlos, pero se desvanecieron como si nunca hubiesen existido. Volvió a la capilla, se colocó ante el altar y proyectó su cosmos para intentar averiguar lo sucedido. Fue en vano, estaban pasando más cosas de las que su comprensión alcanzaba a discernir. Abandonó la capilla y volvió al patio.

 Se detuvo en seco y quedó completamente pálida.

 Nadie había podido entrar allí, sin embargo, la armadura de Odín no estaba.

 ¿Cómo era posible? Nadie hubiese sido capaz de llegar hasta el patio sin que ella lo hubiese sentido, nadie podía sacarla de allí sin su conocimiento. Nadie, salvo...

 Nadie salvo el propio Odín.

  *                                           *                                           *

Mime se volvió hacia Krishna con una mirada desafiante, aunque su rostro seguía mostrando su habitual calma.

 -Creo que deberías preocuparte por algo más que por ver morir a Penril... es probable que acabe contigo antes de lo que imaginas.

 El general del Índico dejó escapar una carcajada.

 -Adelante, guerrero. Atácame, no lograrás nada más que herirte a ti mismo.

 Mime se volvió hacia Alioth. Por lo menos, tendría tiempo de descansar... o al menos eso esperaba. Hizo sonar su arpa y de sus dedos salieron pálidos rayos dirigios a la marina. Krishna adoptó de nuevo aquella extraña postura el ataque se volvió en contra de Mime, dándole de lleno y arrojándolo al suelo. Su herida seguía sangrando, cada vez se encontraba más cansado. Se levantó y contempló a Krishna de nuevo.

 Tal y como le había dicho a Penril, la única forma de romper aquel muro y acabar al mismo tiempo con aquél que lo levantaba era destruir sus chakras, que se disponían en posición vertical recorriendo su cabeza y su torso. Si lograba asestarle un golpe vertical, el muro y el propio Crisaor caerían. Su única posibilidad consistía en emitir con sus manos rayos lo bastante fuertes y cortantes como para destruir ese punto débil.

 Encendió su cosmos de nuevo, pero lo que sucedió le pilló desprevenido.

 Penril, blandiendo la lanza de su adversario, se abalanzó sobre él a la vez que su cosmos explotaba, y le propinó un corte vertical que recorría todos aquellos puntos. Después cayó al suelo cuan largo era y el arma cayó a su lado.

 La mirada de furia de Krishna se quebró por una línea dorada que dividió su cuerpo en dos mitades. Finalmente, el guerrero de los lobos había conseguido romper su muro y destruirle.

 Mime, asombrado, corrió hacia Penril, que estaba tendido boca abajo. Le miró y examinó su herida en el costado, que ahora no dejaba de expulsar sangre a borbotones.

 -¡Penril! Aguanta, te llevaré ante Hilda... ella te curará, solo tienes que resistir un poco más.

 El guerrero de los lobos sonrió amargamente.

 -Hilda no puede permitirse derrochar su energía en mí ahora, y lo sabes, Mime. Déjame aquí y ve al palacio. Pronto llegarán los otros y no podrás hacerles frente tú solo, necesitas a Sigfried y a Alberick... por Odín, espero que siga de nuestro lado...

 -No, Penril, no te dejaré aquí. Antes salvaste mi vida, cuando no lo merecía. Tú, sin embargo, has peleado hasta el último aliento...

 -¡Nuestro deber es proteger Asgard! Líbrate de tu compasión ahora o nos traerás la perdición a todos. Déjame aquí. Si la estrella de Alioth me protege, sobreviviré.

 Mime apretó los puños,  asintió y dio la vuelta, adentrándose en el palacio. Su herida había comenzado a cicatrizar.

 Penril vio como se alejaba, por un instante. Luego sus ojos se cerraron. En realidad nunca había creído que Alioth le fuese a salvar de la muerte.

 *                                           *                                           *

Al salir del bosque Kanon halló a Siren esperándolo. El guerrero divino de Mizar estaba tendido sobre la nieve, con los ojos mirando a ninguna parte, la frente impregnada de sangre reseca y con una mínima respiración.

 -¿No piensas rematarlo? – preguntó Kanon mientras miraba al guerrero derrotado con desprecio.

 Siren esquivó la mirada de Kanon.

 -No tiene sentido hacerlo, sería derrochar energías. Ya está más en el otro mundo que en este, no será capaz de recuperarse, y todo lo que queremos es llegar hasta Hilda. Así que no vale la pena ni volverse a mirarlo.

 -Tú y tu compasión... Está bien, como desees. Creo que va siendo hora de que le hagamos una visita a Hilda de Polaris – sonrió-. Vámonos. Perdona, ¿has dicho algo?

 -¿Yo?- preguntó Siren-. No, no he dicho nada.

 -Es igual.

 Pero él sí había oído algo; de nuevo, al pasar la brisa le había parecido distinguir la misma frase...

 “¿Crees que él actúo mal?”

Kanon de Géminis: Asgard vs PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora