CAPÍTULO 6

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Alberick llegó a la sala del Trono caminando lentamente  mientras trataba de recuperarse de las heridas que Siren y Kanon le habían causado. Eran dos tipos peligrosos, lo había sentido en su propia carne durante el combate, pero aún podía arreglárselas para engañarlos y obtener lo que quería. Apoyándose en la pared con el brazo izquierdo, entró en la sala del Trono.

Hilda, impaciente, estrujaba su cetro con las manos, pero permanecía sentada en el Trono. Sigfried daba vueltas por toda la estancia, tratando de tranquilizar a Hilda con sus palabras, aunque en realidad lo hacía para calmarse a sí mismo, pues estaba aún más preocupado. Ambos se sobresaltaron al oír a Alberick penetrar en el cuarto.

-        ¿Qué estás haciendo aquí? – le reprochó Sigfried.

-        ¿Ha sucedido algo? – preguntó Hilda preocupada.

Alberick se humedeció los sanguinolentos y secos labios y, sin dejar de apoyarse en la pared con el brazo izquierdo, inspiró profundamente.

-        Traigo un mensaje del Dragón de los Mares – anunció.

-        ¿Desde cuándo eres portador de las palabras de nuestros enemigos? – interrogó Sigfried mientras lo miraba con desconfianza.

-        Fui vencido por Siren de Sorrent. Cuando éste iba a darme el golpe mortal, Kanon lo detuvo y me pidió que trajera un mensaje a palacio. Kanon quiere negociar.

-        ¡Negociar! Ese bastardo debería venir a palacio a implorar clemencia – se indignó Sigfried.

-        Aguarda – ordenó Hilda -. ¿Qué es lo que propone el Dragón de los Mares?

-        Promete abandonar Asgard ahora mismo con sus marinas si le entregamos la armadura de Odín.

La estancia quedó en silencio. Sigfried trataba de conservar la calma, pero se le veía visiblemente indignado. Hilda se mordió los labios.

-        Kanon sabe que no puedo darle eso – dijo Hilda -. No está en mis manos entregar nuestra única defensa al invasor.

-        Es la única posibilidad de que todos nos salvemos – dijo Alberick -. El orgullo del pueblo es una cosa, pero su supervivencia es algo bien distinto.

-        Hilda, no le escuches. Si aceptas el trato lo primero que hará Kanon será empuñar la espada y destruirnos.... ¡si le damos nuestra arma más poderosa nada lo detendrá! Es una locura...

-        ¿Qué otras opciones tenemos? – respondió Alberick.

-        Luchar, como hemos hecho hasta ahora. Leumnades ha caído, eso sólo cuestión de tiempo que los otros le sigan.

-        No sabes lo que dices, tú no has peleado con Siren, ni con Kanon.

-        Te repito que si aceptamos el trato acabará con nosotros antes o después. Kanon es un manipulador, y Poseidón desea de todos modos acabar con el mundo entero para rehacerlo después. Si no luchamos contra sus marinas, de un modo u otro, saldremos perdiendo.

-        Te equivocas, Sigfried....

-        ¡Ya basta! - interrumpió Hilda -. No entregaré la espada. Nuestro papel como habitantes de Asgard no es aguantar estoicamente sin razón alguna. Gracias a nosotros los océanos no se precipitan sobre las costas. Si entregamos la armadura, Odín nos abandonará y será el mundo entero quien sufrirá por ello. Alberick, en cuanto te recuperes vuelve a las puertas del palacio y corta el paso a cualquier intruso.

Alberick se encogió de hombros. Al menos, lo había intentado, aunque suponía que no iba a resultar. Sin dejar de apoyarse en la pared, abandonó la estancia.

Kanon de Géminis: Asgard vs PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora