CAPÍTULO 2

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 Como cada mañana, Hilda de Polaris se encontraba sola frente al frío Océano, implorando a su dios. Aquel día era especialmente frío, pero a pesar de que se encontraba entumecida, Hilda sonrió. Aquello era signo inequívoco de que Odín escuchaba su súplica.

De pronto, se dio la vuelta sobresaltada. Aún permanecía en estado de alerta. Lo cierto era que desde el día en que Poseidón se dirigió a ella todo había cambiado. Se sentía culpable por las batallas libradas...

Era Sigfried quien la había sobresaltado. El guerrero de Alpha, ahora vuelto a la vida gracias a la misericordia del dios, junto con todos sus amigos, había dejado los recuerdos de aquel día enterrados en lo más profundo de su ser, para olvidarlo todo y empezar de nuevo.

Hilda sonrió aliviada al ver a Sigfried. Éste no iba sólo, tras él estaban la princesa Flare y su inseparable compañero Hagen. Hilda había perdido completamente la noción del tiempo. Estaba convencida de haber comenzado su oración hacía tan sólo unos minutos, pero para su sorpresa, vio que el sol comenzaba a ocultarse por el oeste.

-        Nos preocupamos al ver que no volvías –sonrió Sigfried.

Hilda se ruborizó.

-        Lo siento... estaba tan concentrada que...

-        Es igual. Volvamos al palacio.

Los cuatro amigos dieron media vuelta y emprendieron el camino de vuelta con algo de prisa; las noches del norte son realmente frías y, el que se atreve a quedar a la intemperie se arriesga a morir de frío.

A  mitad de camino los cuatro se detuvieron extrañados. Ante ellos había una mujer vestida con una túnica y un velo, que parecía estar rezando.

-        ¿Quién es esa mujer? Morirá de frío si se queda aquí mucho tiempo – Flare avanzó unos pasos y alargó la mano para llamar la atención de la mujer.

Inmediatamente la imagen de la mujer se desvaneció para convertirse en un ser diabólico, una especie de espectro que se abalanzó sobre Flare. Hagen tuvo los suficientes reflejos para agarrarla y apartarla antes de que ocurriera lo peor.

-        Flare, ¿te encuentras bien? ¿Y tú Hagen?.

-        Estamos bien, no te preocupes, Hilda – Hagen ayudó a Flare, que temblaba de pies a cabeza, a levantarse.

-        ¿Qué ha sido eso?- Sigfried escrutó el bosque alarmado.

Se oyó una risa burlona en la espesura. Apareció ante ellos un tipo que vestía una armadura entre dorada y cobriza, mirándolos con aire de superioridad.

-        ¿Quién eres tú?- preguntó Hagen.

La figura se detuvo.

-        Mi nombre es Eo de Escila. Princesa Flare, habéis tenido suerte. Unas décimas de segundo más y...- Eo chasqueó los dedos.

-        ¿Eo de Escila? Eres uno de los generales de la marinas de Poseidón, ¿no es así?

-        Francamente, princesa Hilda, no creí que hubieseis oído hablar de mí. Es un honor. Sólo he venido a avisaros, tal como me ha ordenado el jefe de los generales, el Dragón de los Mares. Seréis castigados por haberos aliado con el Santuario.

-        ¡Eso habrá que verlo! - Hagen, rabioso, comenzó a encender su cosmos.

Hilda interpuso su brazo entre el guerrero de Merak y el general.

-        No es el momento, Hagen. Eo de Escila, nosotros garantizamos la paz del mundo rogando a Odín que continúe helando los polos. Poseidón sólo busca la destrucción. Así que, si no lo entiende... no tendremos más remedio que defender nuestro territorio...

Kanon de Géminis: Asgard vs PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora